domingo, 19 de agosto de 2012

Los protagonistas de la guerra de los alimentos



Ha sonado la alarma y hasta el G-20 se interesa por un alza de los precios de la canasta básica que, como siempre, tendrá verdadera repercusión en los estómagos de millones en los países subdesarrollados


Juana Carrasco Martín
18 de Agosto del 2012 19:19:09 CDT

Ese cambio climático al que quienes tienen el poder en Estados Unidos no quieren reconocer en su verdadera magnitud y derivaciones y, por lo tanto, tampoco actuar con la urgencia y fuerza que requiere salvar al planeta, anda haciendo estragos en su propio territorio, sometido este año a lo que llaman la Gran Sequía de 2012.
 
Más de la mitad de los condados estadounidenses han sido declarados áreas de desastre —1 584 en 32 estados—, y en julio, la sequía afectó el 63 por ciento del territorio de ese país, mientras el fuego consumía dos millones de acres. Las predicciones de problemas para sus principales cultivos, maíz, soya, trigo y otros más, alimentos base y materia prima energética, se quedarán cortas.

Estados Unidos es el principal exportador mundial de esos rubros; como consecuencia primaria, los costos de los alimentos ya están disparándose y subirán aun más, y la calamidad será mayor para muchos, en EE.UU. y tanto más en el resto del mundo, donde en buena parte la crisis financiera y económica aprieta y el desempleo agudiza el problema.

Para paliar los efectos climatológicos en los productores estadounidenses, en esta semana el secretario de Agricultura Tom Vilsack decidió la apertura de 3,8 millones de acres de tierras en conservación y santuarios de la vida natural, como pastos para alimentar el ganado; la Cámara de Representantes aprobó un paquete de asistencia de emergencia por 383 millones de dólares para granjeros y rancheros, y el presidente Barack Obama, en gira electoral por importantes estados agroalimentarios donde la preferencia de voto es un vaivén, anunció que el Departamento de Agricultura compraría 170 millones de dólares de productos cárnicos para ayudar a los productores a reducir el impacto de la peor sequía en medio siglo.

La situación es tan seria, que la calamidad ha obligado a los granjeros norteamericanos a abandonar terrenos maiceros que ocupan un área tan grande como Bélgica y Luxemburgo combinadas, un paletazo de envergadura cuando el maíz no solo constituye una base de alimentación natural o de productos derivados (harinas, aceites, mantequilla, etc.), sino que forma parte esencial en el pienso animal para la producción de leche, huevos y carnes de res, puerco y aviar.

Así están las cosas, el Departamento de Agricultura ya aseguró que los rendimientos de este año en la cosecha de maíz serían 17 por ciento inferiores a lo esperado.

Lo más grave es la utilización de esos granos en EE.UU. para la producción de etanol, una práctica criticada porque se trata de restarle a los estómagos humanos para mover los automóviles. Este año, 13 200 millones de galones de etanol se mezclarán con la gasolina, lo que consumirá el 40 por ciento de la cosecha.

Precisamente, la semana pasada, cuando los precios del maíz aumentaron 23 por ciento, las Naciones Unidas hizo un llamado a Washington para que se detuviera ese desvío del grano, cuando hay cientos de millones en el mundo que pasarán hambre.

Y con aquello de que al que le sirva el sayo que se lo ponga, Nusa Urbancic, director de programas del grupo de campaña Transporte y Medio Ambiente de la Unión Europea dijo: «La situación estadounidense debería ser una advertencia para la UE de que nuestras directivas de biocombustibles pueden llevar a la volatilidad en los precios de los alimentos, especialmente ahora que convertimos el 65 por ciento de nuestros aceites vegetales en biodiésel».

En Estados Unidos, con una agricultura altamente subvencionada, que implica una canasta relativamente barata —apenas el 13 por ciento de los gastos familiares—, los norteamericanos de clase media y alta no notarán esa alza alimentaria, pero según el sitio Feeding America (Alimentando a América) existen cerca de 49 millones de estadounidenses, uno de cada seis de su población, incluidos uno de cada cinco niños, catalogados en el nivel de la pobreza o por debajo de ella, que sí tendrán visión tangible de sus efectos, porque su acceso a los alimentos es inestable.

Las angustias estadounidenses no se limitan a la situación descrita. Reuters informaba recientemente que la sequía no solo ha resecado la tierra y diezmado las cosechas, sino que podría propinar un segundo golpe a los agricultores por los niveles de nitrato en tallos y hojas de los cultivos que no han podido procesar los fertilizantes por el crecimiento retardado, y esto los haría tóxicos para el ganado; sin embargo, esta es una amenaza no comprobada aún.
 
¿Se repetirán las revueltas de 2008?

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Juventud Rebelde

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