Idalys y Pupo. Fotos: Marcelino Vázquez y Ricardo López Hevia.
|
Nos hemos vestido, en apenas dos horas, con ese ropaje áureo del olimpismo. Hay un paso de la competencia a lo creíble. Un paso de incredulidad, cercano a lo inconsciente, donde el atleta todavía no entiende qué hace ahí, trepado encima del podio, solo Dios por encima de su cabeza.
Las cosas empiezan a perder definición: el himno, la bandera, esos símbolos que en horas puntuales adquieren una trascendencia extrema. Morder la medalla es un gesto poético. El gesto de agarrar con uñas y -literalmente- con dientes.
Amplie informaciones en Cubadebate
Nenhum comentário:
Postar um comentário