Poco más de un siglo después de las primeras elecciones realizadas en la isla, los cubanos se aprestan a regresar a las urnas en otro proceso muy distinto a aquel ejercicio ciudadano...
Raúl Menchaca López
Poco más de un siglo después de las primeras elecciones realizadas en la Isla, los cubanos se aprestan ahora a participar a fines de este año en otro proceso comicial con características muy distintas a aquel ejercicio ciudadano.
Fue el 16 de junio de 1900 cuando se realizaron las primeras elecciones en Cuba. El país, devastado, acababa de emerger de una cruenta guerra por una independencia que frustraron los Rough Riders enviados por Washington con Teddy Roosevelt al frente.
El gobierno interventor yanqui, encabezado por el nefasto Leonard Wood, se encargó de organizar y fiscalizar la elección de las autoridades municipales, en unos comicios en los que tomó parte apenas el siete por ciento del poco más de millón y medio de habitantes.
De los 150 mil empadronados, sólo casi 111 mil pudieron ejercer el sufragio, que, de acuerdo con una ley promulgada especialmente, no era universal pues sólo tenían derecho a participar los mayores de 21 años que supieran leer y escribir y tuvieran bienes por más de 250 pesos.
Miles de personas pobres e iletradas quedaron fuera de las elecciones en las que tampoco podían participar las mujeres, aunque se permitió votar a los miembros del Ejército Libertador porque hubiera sido demasiado escandaloso privar de ese derecho a los padres de la Patria.
Tres meses después, el tercer sábado de septiembre de aquel primer año del siglo XX se realizaron otras elecciones para escoger a los delegados a la Asamblea Constituyente que daría a aquella lastrada República su primera Carta Magna, pero ese plebiscito tuvo las mismas restricciones para los participantes.
Esas elecciones fueron tan fraudulentas en la capital que el patriota Juan Gualberto Gómez, quien había sido electo por Oriente, impugnó las actas de los delegados habaneros, al intervenir por primera vez en la Asamblea que parió a la Constitución de 1901.
Aunque dejó fuera a las mujeres, aquel primer cuerpo legal netamente cubano incluyó el sufragio universal para los mayores de 21 años, a pesar de la oposición expresa del propio Wood a quien se opuso con vehemencia el patriota Manuel Sanguily.
Las primeras elecciones presidenciales se realizaron el 31 de diciembre de 1901 y después de mucho tejemaneje quedó eliminado de la contienda el patriota Bartolomé Masó, candidato de mayor arraigo popular y abierto opositor a la Enmienda Platt. Tomás Estrada Palma, que era ciudadano norteamericano, llegó así, con trampas, a la primera magistratura de la nación, respaldado sobre todo por Estados Unidos.
Más de una centuria después, el panorama electoral cubano es totalmente distinto. Hoy es el pueblo soberano el que en asambleas públicas libres y abiertas, elige, fiscaliza y hasta revoca a sus representantes.
Todos los mayores de 16 años, salvo casos especialmente descritos por la Ley, tienen derecho al voto, que es libre, secreto y voluntario. Cada ciudadano es inscrito de oficio y gratis en el listado electoral.
Por otro lado, no se permiten campañas políticas a favor de ningún candidato y, lo que siempre sorprende a los visitantes extranjeros, son los niños quienes cuidan las urnas y garantizan parte de la transparencia de un proceso, que finaliza con el conteo público y abierto de los votos.
En el país hay más de 15 mil 200 circunscripciones electorales y en ellas, como mínimo, tendrán que contender dos candidatos por lo que habrá al menos 30 mil 400 nominados a los órganos locales del Poder Popular.
Treinta y cinco años después de iniciarse la experiencia del Poder Popular, el futuro vuelve a estar en el voto de los millones de cubanos que acudirán masivamente a las urnas, como en los anteriores comicios generales en el 2007 cuando participaron unos ocho y medio millones de personas, el 95,9 por ciento de los empadronados. Ese es el significado real de nuestra democracia.
Tomado de Cubahora
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