“Sembrar ideas, sembrar conciencia”
Lillian Álvarez • La Habana
Desde la lejana fecha de 1974, cuando el mundo apostaba de lleno por los avances científico-técnicos y la conquista de la naturaleza, y solo empezaban a manifestarse las primeras preocupaciones acerca de los efectos indeseados de la acción del ser humano sobre su entorno, Fidel, en un encuentro con jóvenes cubanos, advertía:
“La humanidad del futuro tiene retos muy grandes en todos los terrenos. Una humanidad que se multiplica vertiginosamente (…), que ve con preocupación el agotamiento de algunos de sus recursos naturales (…), que necesitará dominar la técnica, y no solo la técnica sino incluso hasta los problemas que la técnica pueda crear, como son los problemas, por ejemplo, de la contaminación del ambiente. Y ese reto del futuro solo podrán enfrentarlo las sociedades que estén realmente preparadas (…) y nosotros debemos aspirar a que nuestro pueblo esté realmente preparado.”
Pasados los años, el pensamiento ambiental fue tomando forma en la medida en que se hacían más evidentes los signos de deterioro y comenzaron a establecerse los nexos causales entre la actividad humana y sus serias consecuencias ecológicas.
Aunque hay antecedentes que deben tenerse en cuenta, no es hasta la Conferencia de Río, también conocida como Cumbre de la Tierra de 1992, que el tema cobró la fuerza que merecía en un foro internacional y pasó, de la periferia, al centro mismo de los debates. En aquella ocasión viajaron a Brasil 125 Jefes de Estado y de Gobierno y representantes de 178 países con el objetivo de analizar lo que podía convertirse en una crisis ambiental de graves consecuencias. De esta reunión se derivaron importantes declaraciones de principios y varios documentos normativos internacionales. La denuncia de nuestro Comandante en Jefe en esa cita, fue magistral, precisa y dramática.
Pero mientras Fidel declaraba: “Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra”, George Bush padre, al frente de la delegación del país más contaminador del planeta, aseguraba que “el modo de vida americano no es negociable”. Los años subsiguientes se encargaron de demostrar que las buenas intenciones de la declaración y los acuerdos adoptados en Río no eran suficientes, y que la codicia y el poder del capital transnacional eran un obstáculo muy difícil de superar.
La Red de intelectuales, artistas y luchadores sociales “En defensa de la humanidad”, nacida en México, en octubre de 2003, en medio de una escalada imperial sin precedentes, tuvo como uno de sus temas principales de análisis, desde sus inicios, la denuncia a un modo de producción y consumo insostenible, tanto por su esencia injusta y excluyente, como por las irreparables consecuencias medioambientales que implica. En el trascendente Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas En Defensa de la Humanidad, celebrado en Caracas, en diciembre de 2004, este aspecto fue debatido como uno de los “ejes temáticos” principales. Según la relatoría final del evento:
“La crisis ambiental no es ideológicamente neutra. Ella nace del fondo del abismo de las desigualdades sociales. Es impostergable establecer otra forma de evolución que permita equilibrar lo ecológico, lo económico y lo social, el desarrollo sustentable como proceso de racionalización del uso de los recursos naturales, lo cual implica una revisión de los modelos de producción y consumo y la promoción de valores sustentados en la solidaridad, la cooperación, la soberanía de nuestros pueblos y la revalorización de la identidad nacional”.
A partir de ahí, se acordó, entre otros aspectos, que la Red EDH generara y difundiera, a través de todas las vías a su alcance, un discurso antihegemónico que exigiera sanciones a los responsables de la crisis; promoviera la defensa de los bosques, las aguas, la atmósfera y demás recursos naturales; se opusiera a los arsenales nucleares; impulsara la educación ambiental de las comunidades; y defendiera la soberanía de los pueblos sobre su patrimonio natural.
Este llamado ha estado presente en otras iniciativas vinculadas a la Red. Desde el Festival Internacional de Poesía de La Habana, las voces de poetas de todo el mundo se han unido con su especial sensibilidad para alertar sobre la destrucción ecológica ocasionada por el egoísmo y la ambición suicida del propio ser humano. De estos encuentros emanaron mensajes como la Declaración poética de 2004, la Declaración de la Junta mundial de Poetas por la paz, en defensa de la humanidad y la preservación del planeta y la Declaración poético-ambientalista. También se abrazaron estas ideas en el Manifiesto de Solentiname, y el Manifiesto de Tarragona de la Red Internacional de Escritores por la Tierra.
Desde los diferentes capítulos nacionales de la Red EDH, desde otros movimientos y redes que se han venido articulando a la misma, desde el aporte personal de valiosos intelectuales, artistas y luchadores sociales, la causa planteada comenzó a ocupar un lugar en las batallas por la justicia social y la creación de un nuevo paradigma. Las contribuciones de figuras como Adolfo Pérez Esquivel, François Houtart, Evo Morales (también fundador de la Red EDH) y otras muchas, han sido imprescindibles a lo largo de estos años para “sembrar ideas, sembrar conciencia”, que es, según el propio Fidel, la misión de mayor importancia.
En los Foros Sociales Mundiales y otros escenarios, los movimientos sociales vinculados a la Red han abrazado las causas más nobles, en contra de la privatización de las semillas, del agua, en la lucha frontal contra los abusos de las transnacionales que saquean y envenenan el planeta.
La Jiribilla
http://www.lajiribilla.cu/2012/n589_08/589_06.html
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