Aproximándose a lo perfecto, además de instalaciones deportivas y servicios de excelencia, organización impecable, disciplina, amplio respaldo popular y mediático, los organizadores de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, han logrado un clima de paz social que, en medio de la crisis de Europa, incluyendo a Gran Bretaña, parecía imposible.
La imagen de una sede donde nada pareció estar fuera de lugar y paisajes urbanos de ensueño, de los cuales las autoridades británicas lograron excluir la publicidad comercial, las manifestaciones políticas y la exhibición policiaca; unido al respeto del público local, la tolerancia a las diferentes formas de vivir la fe y festejar los éxitos, la imparcialidad del arbitraje y la total ausencia de discriminación racial que caracterizaron al evento, hicieron recordar la idea de la “Tregua o Paz Olímpica”.
La “Paz Olímpica” se evoca como una práctica introducida alrededor del siglo VIII a.C según la cual en determinadas fechas, cada cuatro años, cesaban las guerras y las batallas para que atletas y participantes, pudieran trasladarse a Olimpia, ciudad considerada neutral y realizar allí los Juegos Olímpicos.
En concordancia con aquella tradición, en 1896, cuando por iniciativa del francés Pierre Frédy, barón de Coubertin, se reiniciaron los juegos, a los ideales olímpicos se incorporaron las ansias de paz cosa que en la Era Moderna nunca se alcanzó. De hecho en los años 1916, 1940 y 1944 en lugar de paralizarse las acciones de la Primera y Segunda Guerra Mundial, dejaron de celebrarse las olimpiadas.
Los juegos de 1936 efectuados en Berlín fueron utilizados como propaganda a la ideología nazi y para reforzar los mitos de la superioridad racial, propósito frustrado por la esplendida actuación del norteamericano Jesse Owens y otros atletas afroamericanos. En la intensidad de la Guerra Fría, 61 países respondieron al llamado de Estados Unidos para no participar en las Olimpiadas de Moscú en 1980, catorce se sumaron al boicot soviético a la de Los Ángeles en 1984 y cuatro se abstuvieron de asistir a las de Seúl en solidaridad con Corea del Norte.
Desde 1896 las olimpiadas se han efectuado en 30 ocasiones en 41 ciudades de 22 países, siete de ellas fuera de Europa y los Estados Unidos. Sólo Londres las ha celebrado en tres ocasiones. En 2016, en Río de Janeiro volverán a América Latina.
Seguramente muchos considerarán el ambiente vivido al calor de la olimpiada recién finalizada como un paréntesis tras el cual las cosas volverán a ser como antes, mientras para otros será como un indicador de que todo puede ser diferente. Lo primero emana de un crudo realismo y lo segundo alimenta la ilusión de que un mundo mejor es posible.
Tal vez ese sea el espíritu de los juegos en los cuales una vez cada cuatro años, a escala global, los jóvenes toman la palabra. Ojalá ese protagonismo se manifestara en otras aéreas de la actividad social, principalmente en la política, incluyendo en el acceso al poder. Allá nos vemos.
La Habana, 12 de agosto de 2012
Tomado de Moncada
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