Entre burócratas y brutócratas.
Por Manuel Alberto Ramy*
20 de agosto de 2012
En mayo de este año, el cubano Erick Hernández rompió el record Guinness al mantenerse pateando un balón de futbol por 12 horas y cinco minutos sin perder el control de la esférica. Su éxito fue divulgado por los medios nacionales de difusión. Qué bien.
Un mes antes, en abril, José Castelar Cairo, popularmente conocido por Cueto, obtuvo su quinto récord Guinness al confeccionar el habano más largo del mundo: 81metros con 80 centímetros. Casi como para fumarse una cuadra de la Rampa habanera. Cueto apareció merecidamente en las pantallas de los televisores y en los diarios impresos.
En marzo de 2011, la compatriota Yeniseidys Soto García alcanzó su Guinness cuando recorrió 400 metros con el balón de futbol sostenido entre las piernas y 50 kilogramos de peso sobre los hombros. Sin dudas una proeza que fue debidamente publicitada.
Todo éxito de un compatriota merece ser de conocimiento público. No importa si patea un balón horas o anda en la bicicleta más alta que rueda por las calles de la ciudad.
Hace apenas una semana la importante revista norteamericana Newsweek publicó los 101 “mejores lugares para comer alrededor del mundo”. Cincuenta y tres chefs internacionales designaron, región por región del planeta, a los mejores. El único seleccionado en nuestro país es el “paladar” (restaurante privado) Doña Eutimia, situado en el Callejón del Chorro, justo a un costado de la Plaza de la Catedral. Repito: se trata del único entre los 101 mejores del mundo. Y resulta que el plato valorado no es otro que el muy criollo conocido como “Ropa Vieja”.
Todavía aguardo por una nota en la prensa escrita o un breve reportaje en la TV sobre el mérito alcanzado por este “paladar”; y mientras espero, quizás inútilmente, y lo contrasto con el trato público recibido por los merecidos records Guinness de otros compatriotas, no dejo de hacerme preguntas y meditar sobre el silencio.
La importancia de la distinción merecida no debería callarse y sí reconocerse en nuestro ámbito nacional. Si menciono lo más “simple” diría que esa información va formando parte de la guía que mueve a los turistas por las distintas ciudades del planeta, en este caso en lo tocante al buen comer en nuestra ciudad. Y en el caso específico del restaurante, los mueve en una zona que posee otros atractivos –éxito que tiende a extenderse como macha de tinta.
Pero raspando un poquito más sobre el silencio no puedo evitar la punzante duda de si no estaremos asistiendo a una manifestación de la pequeñez espiritual que habita en sectores y personas, a ese proceso de encogimiento humano que cuando no llega a fabricar el tabaco más largo del mundo o ser reconocido como el mejor restaurante de Cuba, oculta el mérito. Sio, chitón, subuso, “callaíto, que nadie se entere”, como decía una vieja copla española.
La otra duda a compartir, que no es ajena a la anterior: Doña Eutimia es un paladar, es decir un restaurante privado, no estatal –que los hay y buenos–, pero no fueron seleccionados. Y es aquí donde se mezcla el raquitismo de espíritu con la “brutocracia”, aliada y a veces conviviente con la burocracia: ¿divulgar el esfuerzo económico independiente?
Si la burocracia pierde poder por los cambios de la actualización económica y de la administración pública, la brutocracia no ve más allá de sus narices, generalmente ñatas, incapaces de oler de cómo en el buen aroma de un plato de Ropa Vieja viaja una brizna del proceso de “Actualización del Modelo Económico”.
El aperturismo en la economía, en este caso del sector gastronómico y de servicios, ha sido el factor impulsor del éxito logrado por este paladar o restaurante privado, no me importa el nombre. Detrás de ese reconocimiento internacional hay una política que abrió el camino al buen hacer y mejor tratar al público. Y es la política oficial. ¿O solo para algunos?
Durante el primer trimestre de este año, el Vicepresidente Marino Murillo, responsable de las reformas económicas, declaraba a los medios que para el año 2015 entre el 40 y el 45 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) provendría del sector no estatal. Semanas después, Esteban Lazo, vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, haría igual afirmación. Son declaraciones importantes pues ratifican que, si bien el sector estatal seguirá siendo determinante –en especial en áreas estratégicas–, varias formas de propiedad y de administración participarán en la creación de la riqueza nacional, incluyendo las cooperativas urbanas. Al parecer estas no estarán constreñidas solamente al sector de los servicios.
Mercadear, publicitar el producto de la “Actualización” o proceso de reformas parecería algo lógico, parte de la dinámica. ¿Por qué no hacerlo? ¿Cuestión de imagen del modelo triunfador –en este caso un empeño privado? ¿Habrá quienes a estas alturas identifiquen el reconocimiento a una micro-micro empresita (y no exagero) con la derrota de un proyecto socialista renovador como el aprobado en los lineamientos del último Congreso del Partido Comunista de Cuba?
Confundir los mecanismos e instrumentos económicos necesarios con la esencia de un sistema es de una simpleza que da lástima. ¡Qué pena el silencio de los medios! Cuanto mayor mérito el del triunfo callado pero honesto y merecido, que insisto, es del proceso de cambios.
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*Manuel Alberto Ramy es jefe de la corresponsalía de Radio Progreso Alternativa en La Habana y editor de la versión en español de Progreso Weekly/Semanal
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