sexta-feira, 26 de abril de 2013

Cien años de Bellas Artes



Nelson Herrera Ysla *

Este año el Museo Nacional de Bellas Artes cumple sus primeros cien años de vida. Desde que comenzó un azaroso itinerario en 1913 a través de varias sedes en La Habana (la mayoría de ellas con difíciles condiciones para albergar las primeras obras) hasta llegar a las actuales dos edificaciones localizadas en los alrededores del Parque Central, no ha cesado de exhibir obras de su Colección Permanente (engrosada hasta llegar a la enorme cifra de más de 45 mil gracias a la generosidad de numerosas instituciones religiosas, culturales, coleccionistas privados, artistas y organismos del Estado cubano) y otras de manera transitoria, dispuestas para disfrutar de ciertas zonas del arte universal y de un extenso recorrido del arte producido en esta Isla.

Fundado en 1913 por un Decreto Presidencial se concedió al Museo la misión de coleccionar las "reliquias de valor histórico" –-principalmente de las guerras de independencia— y "contribuir a robustecer el culto a nuestros héroes y a arraigar los sentimientos patrióticos". Innumerables instituciones y personalidades diversas de la sociedad habanera donaron decenas de obras para contribuir con la creación del tan ansiado Museo Nacional. Entre 1913 y 1954 el Museo ocupó tres sedes, ninguna adecuada. Su primer director fue el arquitecto Emilio Heredia por muy breve tiempo, el cual fue reemplazado por el pintor Antonio Rodríguez Morey, quien ocupó dicho cargo hasta comienzos de la década de los sesenta.

Su inicial proyección fue polivalente pues reunía obras, objetos y documentos de historia, arqueología, etnografía, artes decorativas y artes plásticas, los cuales se concentraron en aquellas sedes y en la nueva que tuvo el Museo a partir de 1954. Solo poco después de 1967, el Gobierno Revolucionario decide crear otras instituciones museísticas en la capital para acoger todo lo que no fuese artes plásticas y disminuir con ello la carga que pesaba sobre la flamante institución y, como un logro más, formalizar así uno de los proyectos más ambiciosos propuesto por su nueva directiva: la creación de las salas de arte cubano exclusivamente. Con el tiempo estas se consolidarían sobre la base de una representación cronológica, de momentos, escuelas y periodos en dos grandes conjuntos: arte colonial y cambio de siglo, y arte moderno y contemporáneo.

Las colecciones extranjeras quedarían agrupadas bajo los rubros de Antigüedad y pintura europea, por una parte; arte americano con las secciones de Estados Unidos y Latinoamérica por otra; y arte asiático (especialmente la colección de grabados Ukiyo-e) lo cual implicó una remodelación no solo museológica general, sino también física.

Hacia fines del siglo XX, la dirección del Estado cubano decide otorgarle otra sede adicional para poder satisfacer la disposición y exhibición de tan vasta y creciente colección de obras. La nueva sede sería, es, el elegante edificio del antiguo Centro Asturiano de La Habana, localizado también en las áreas colindantes del Parque Central. De este modo las colecciones quedaron agrupadas de manera definitiva en esas dos sedes: una de ellas dedicada al arte cubano y otra dedicada al Arte universal.

Desde la década del sesenta, el Museo se convirtió en la institución por excelencia para acoger los grandes eventos de las artes plásticas y de otras expresiones de la cultura gracias a su enorme capacidad de espacios y facilidades materiales. Numerosos Salones Nacionales de pintura, dibujo, grabado, fotografía, escultura, se han realizado en sus holgadas salas, en el patio central y hasta en sus aceras colindantes; así como muestras antológicas y retrospectivas de los más notables artistas cubanos y extranjeros.

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