sábado, 27 de abril de 2013

SOCIALISMO CONTRA SOCIALISMO (I)


Jorge Gómez Barata

Los prejuicios anticomunistas y las expectativas fallidas pueden convertir al socialismo revocado en un lastre para las alternativas políticas latinoamericanas. Las experiencias socialistas en el siglo XX tuvieron dos matrices: una anticapitalista comprometida con aquello que en la Unión Soviética denominaron marxismo-leninismo y una expresión reformista liderada por la socialdemocracia europea.

La primera variante debutó con el triunfo de los bolcheviques en Rusia (1917) y concluyó allí cuando en 1990 la Unión Soviética dejó de existir. Hasta la Revolución cubana esta opción apenas tuvo impacto en América Latina, donde tampoco enraizó la socialdemocracia que requiere de estratos sociales relativamente sofisticados así como de tradiciones y de cultura política inexistentes en la región.

No obstante, los esfuerzos auspiciados por Moscú, la consagración de generaciones de militantes y ni siquiera la Revolución Cubana lograron que el socialismo tradicional, llamado también comunismo, progresara lo suficiente para convertirse en una opción política viable en América Latina.

A lo largo de 200 años las alternativas políticas latinoamericanas se relacionaron con el nacionalismo, el patriotismo y ciertas manifestaciones de liberalismo, que entre muchas frustraciones arrojaron algunos resultados relevantes. Gaspar Rodríguez de Francia, Hipólito Irigoyen, Getulio Vargas, Juan Domingo Perón, Lázaro Cárdenas, Omar Torrijos, y otros contribuyeron al crecimiento económico, auspiciaron conquistas populares y, aunque con limitaciones, favorecieron el progreso político y la democracia.

En un inesperado giro político, en los primeros años del presente siglo, luego del fracaso del experimento neoliberal apareció en la escena política latinoamericana una hornada de líderes que reinventaron la izquierda y promovieron una opción socialista original: el socialismo del siglo XXI.

Hecho, como diría Silvio Rodríguez: “…De todo material”, con mágica alquimia, Hugo Chávez combinó el patriotismo y el nacionalismo, el autoritarismo y la doctrina cristiana con métodos y recursos de la democracia liberal y de la lucha revolucionaria, con una concepción del socialismo influida por el magisterio de Fidel Castro que se distanció de la versión fracasada en Europa. A pesar del viento en contra, el Socialismo del siglo XXI fue asumido por la vanguardia política e importantes sectores del pueblo venezolano.

Aunque en términos generales, puede considerarse que la mitad del electorado venezolano, al votar por Nicolás Maduro, se identificó con el proyecto propuesto por Chávez, ello no significa una reivindicación histórica del socialismo abatido en la Unión Soviética y Europa Oriental.

Para sostenerse sin Chávez, su carisma y capacidad de convocatoria, el socialismo en Venezuela no puede ser un manojo de viejas consignas ni un enfoque doctrinario anticuado, basado en presupuestos erróneos, sino un programa donde lo que cuenta son las realizaciones y la correlación entre éxitos y reveces. En esta dinámica un error puede ser fatal.

Apartarse del modelo socialista superado, de la jerga y de las prácticas que lo acompañaron es un prerrequisito para el éxito de las nuevas opciones. El espacio es poco y el asunto delicado. Luego abundaré. Allá nos vemos.

La Habana, 26 de abril de 2013

Tomado de Moncada

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