domingo, 10 de fevereiro de 2013

Reencuentro




El recibimiento popular que tuvo el beisbolista Ariel Contreras durante su visita a Cuba muestra el abismo existente entre las resoluciones que lo estigmatizaron como "desertor" y los sentimientos de la gente, en particular de los aficionados de la pelota.

Me pareció interesante que en los blogs ligados al gobierno se publicara una entrevista con Contreras donde se explica que en su contrato con los Yankees de NY hay un acápite exigido por el deportista donde se especifica que nunca lo obligarían a jugar contra Cuba.

Al final resulta que el "desertor" no era tan "traidor", incluso con US$32 millones en el bolsillo y jugando en las Grandes Ligas anda añorando volver a representar a su país en alguna justa internacional, dice que "si sucediera, entonces me retiro tranquilo".

A mí me encantaría volver a entrevistar en Cuba al Duque Hernandez.

Lo conocí en peores días, cuando se le prohibió jugar beisbol, acusado de planear la "deserción". Él siempre lo negó pero la sanción sirvió para que diera el paso definitivo y se fuera a EE.UU.

También tengo ganas de encontrarme a Enrique, un médico amigo que fue a un congreso a Chile y no regresó. Varias veces hizo el intento de visitar Cuba pero siempre fue rechazado, las antiguas resoluciones de migración lo señalaban como un "desertor".

En realidad es un médico muy humano, de esos que siempre tienen tiempo para sus pacientes y para la retahíla de amigos de sus pacientes. Mi propia esposa le debe la vida a su pericia clínica para detectar y trata una fuerte meningitis.

Así que dijera lo que dijera la versión oficial, para nosotros Enrique nunca fue un desertor y jamás nos sentimos traicionados. Es verdad que nos hubiera gustado tenerlo más tiempo pero nadie tiene derecho a obligar a otra persona a vivir donde no quiere.

Gracias a la nueva ley de migración podrá visitarnos, ver a sus familiares, amigos y pasear por las calles de la ciudad. Seguramente su viaje no tendrá la connotación nacional e internacional que tuvo el de Contreras pero para nosotros será aún más importante.

No creo que la reforma migratoria sea la panacea pero el salto hacia adelante es tan grande que da vértigo. Nos sorprendió a todos los que creíamos que los médicos no estarían incluidos dada la importancia económica que tiene su trabajo para la isla.

Pero no fuimos los únicos sorprendidos. Varios disidentes a los que antes se les prohibía viajar recibieron perplejos sus pasaportes y por ende la posibilidad de ir a cualquier país que les de visa, algo que no resulta nada complicado para un opositor cubano.

Y el movimiento es general. Esta semana me encontré a una señora que vendía huevos en el mercado agropecuario del Mónaco, en La Habana. Me cuenta que ya había visitado Ecuador y está planeando un viaje a El Salvador, invitada por unos conocidos.

Otro amigo me pidió US$50 prestado porque se iba a México y le faltaban para completar los costos de pasaporte y viaje. Cuando le pregunté cómo había conseguido la visa me dijo que ya no hace falta pedir ningún permiso para viajar, que basta con el pasaporte.

El hombre no sabía que es imprescindible obtener una visa y no tuve corazón para decirle que cada vez estas serían más inaccesibles. Al fin y al cabo muchos lo consiguen y los demás tienen derecho a soñar con viajar, tras cinco décadas de carrera de obstáculos.

Los que, en uno u otro extremo, predecían una avalancha migratoria se han quedado perplejos. Cuba sigue llena de gente, la gran mayoría de los profesionales continúan en sus puestos y el aeropuerto no ha colapsado ni hay atascos aéreos.

Que se irán cubanos en busca de mejores horizontes no me cabe la menor duda, igual que lo hacen los uruguayos, los mexicanos, los dominicanos y los españoles, que últimamente parecen decididos a reeditar la historia de sus abuelos en Latinoamérica.

La gran diferencia es que ahora los cubanos también podrán regresar,les basta hacer un viaje a la isla cada 24 meses para no perder su residencia. Y ya no regresarán como desertores o traidores sino como ciudadanos con los mismos derechos que el resto.

Sin dudas la reforma migratoria tiene zonas oscuras pero el cambio es humanamente trascendental. Ya habrá tiempo para arrancar el motor de la crítica, por ahora pienso disfrutar compartiendo una cerveza con Enrique o volviendo a entrevistar al Duque.

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