Medio siglo atrás Cuba fue excluida de la OEA y ahora a Estados Unidos no fue invitado a entrar en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Son realidades geopolíticas y no motivos para festejar. El futuro por lejano que sea habrá de privilegiar la avenencia y descartar la confrontación. Es lo más parecido a unas tablas.
Asistir al fin de la Unión Soviética y a la mutación que convirtió a China en la segunda economía mundial y en un país con estructuras socialistas y modo de producción capitalista, contemplar cómo avanzaron y se remitieron los estados de bienestar en Europa y empujado por una nueva izquierda, mediante elecciones el socialismo arraigó Iberoamérica y ver a la derecha chilena traspasar a Raúl Castro el liderazgo de la CELAC, agotaron mi capacidad de asombro.
Convencida de que Cuba no era ya una amenaza extra continental (nunca lo fue), la OEA depuso sus objeciones a la presencia de la Isla y aunque lejos, puede llegar el día en que Estados Unidos no le convenga el aislamiento, deponga sus actitudes imperiales extremas y toque a la puerta de CELAC. Para ello no hará falta que se una el mar del sur con el mar del norte sino únicamente que se imponga el pragmatismo que un día llevaron a Nixon a China.
Aunque raras veces se alude a esos hechos, la OEA, primera organización regional fundada después de la II Guerra Mundial, surgió como una especie de desagravio o premio de consuelo de Estados Unidos a los gobiernos latinoamericanos a los que originalmente no agradó la idea de la ONU y que siendo mayoría en la Conferencia de San Francisco tuvieron que someterse y aceptar el veto.
Para la diplomacia latinoamericana entonces liderada por el periodista, diplomático y político colombiano Alberto Lleras Camargo (1906-1990) resultaba entre humillante e insólito que en algún conflicto intrarregional tratado en la ONU fuera resuelto y vetado por chinos, rusos, franceses, norteamericanos y británicos. A Estados Unidos no le quedó otra alternativa que asumir una posición de fuerza: hay veto o no hay ONU y luego apoyar la creación de la OEA.
Más tarde la Guerra Fría enrareció los ambientes internacionales y se acentuó el predominio oligárquico que convirtió a la OEA en un “ministerios de colonias” que enlodó su ejecutoria con la aceptación de las dictaduras y el respaldo a los desmanes de Estados Unidos en la región y sus momentos más vergonzosos con la expulsión de Cuba y el endoso a la agresión británica a Argentina durante la guerra por las islas Malvinas.
Restituir los derechos de Cuba fue una rectificación histórica, crear la CELAC un acontecimiento de relieves excepcionales y entregar la presidencia a la vanguardia histórica de la Revolución Cubana, un dato que acuña el signo de los tiempos.
Al aceptar el mandato, con la moderación de quienes favorecen la unidad y la avenencia sin sacrificar los principios, Raúl Castro expuso el programa de Cuba: “Actuaremos con total apego al derecho internacional, a la Carta de Naciones Unidas…Rechazaremos la injerencia, agresión, la amenaza, el uso de la fuerza y potenciaremos el diálogo, la concertación y la solidaridad”. Allá nos vemos.
La Habana, 01 de febrero de 2013
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