segunda-feira, 4 de fevereiro de 2013

EN CUBA: PARLAMENTARISMO Y REVOLUCIÓN (I)



Jorge Gómez Barata

La elección para diputados en Cuba efectuada el domingo 3 de febrero tuvo lugar 203 años después de la primera realizada en 1810. En esta ocasión resultaron electos 612 candidatos a diputados mientras que en la primera los nominados fueron seis de los cuales dos fueron electos para representar a la Isla en el parlamento (Cortes) de España. El cabildo de La Habana eligió a Andrés de Jáuregui y el de Santiago de Cuba a Juan Bernardo O´Gavan y Guerra.

En los dos siglos que median entre un hecho y otro, la Isla alcanzó la independencia, trascendió la república y realizó la revolución socialista. En tan breve período histórico, los cubanos acumularon una trayectoria política única: última colonia de España y primera neocolonia de Estados Unidos, un lugar donde por vía revolucionaria en la misma generación fueron derrocados dos dictadores y mediante la lucha armada los guerrilleros conquistaron el poder en el único país occidental que desafió al imperialismo norteamericano, vivió para contarlo, se alió con la Unión Soviética, la sobrevivió y, a pesar de tal intensidad, acumuló vastas experiencias parlamentarias.

La constitución de Cádiz (conocida por la “Pepa” por haber sido proclamada el día de San José) señala el avance del liberalismo en España y la apertura del sistema político colonial ibérico a los esquemas autonómicos que facilitaron la creación de “juntas” y abrieron caminos a la independencia. Por esos senderos, Cuba se integró al sistema parlamentario español.

Luego de abolida la Constitución en 1814, las elecciones a las cortes se restablecieron en 1836. Momento en que la metrópolis retomó la idea de disfrazar el colonialismo vigente en Cuba y Puerto Rico con un modelo político autonomista y la Isla volvió a enviar representantes a al parlamento español. Aunque la Guerra de Independencia en 1868 en Cuba impidió las elecciones organizadas por la administración colonial, la actividad parlamentaria continúo en los campos de batalla.

El hecho de que la Guerra por la Independencia (1868) comenzara en Cuba 60 años después que en el resto de América Latina, en una época donde los Estados Unidos se consolidaban como potencia hegemónica regional y en actor principal de la política mundial, unido a la cultura política de los próceres cubanos; así como las lecciones de las deformaciones que el caudillismo y el dominio oligárquico introdujeron en las repúblicas latinoamericanas, condicionaron el apego de los próceres cubanos a la legalidad, al civilismo, las formas colectivas de gobierno y la democracia.

Esos y otros factores explican por qué entre 1868 y 1898, período que con breves recesos se desplegaron las luchas por la independencia en Cuba, se redactaron y estuvieran vigentes cuatro constituciones: Guáimaro (1869), Baraguá (1878), Jimaguayú (1895) La Yaya (1897) a la que se suman las de 1901, la de 1940 y la más reciente la de 1976.

Todos aquellos documentos constitucionales, dieron lugar a la formación de gobiernos y parlamentos, cámaras de representantes y senados, a elecciones parlamentarias y presidenciales y a debates que enriquecieron la cultura jurídica y parlamentaria de los cubanos.

A pesar de su desempeño en momentos cruciales de la historia nacional, tal vez ninguno de los parlamentos anteriores, tuvo un cometido tan decisivo como el electo el pasado domingo. A los parlamentarios cubanos de hoy, junto a otros elementos del estado cubano y al Partido, corresponderá legislar para crear el clima político, así como el marco constitucional y jurídico que asegure las conquistas alcanzadas por el pueblo cubano y las proyecte al porvenir. Nunca la suerte del país dependió tanto de sus legisladores como ahora. Éxitos y buena suerte. Allá nos vemos.

La Habana, 04 de febrero de 2013

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