LA HABANA - Las nuevas flexibilizaciones migratorias de Cuba, y el desarrollo de un turismo no estatal, pueden favorecer al ya de por si considerable arribo de cubanos residentes en el exterior.
No mereció muchos comentarios entonces, pero fue elocuente: Sí, quedó gravitando en el cambiante imaginario popular del cubano, el hecho de que el ministro del Turismo de la República, Manuel Marrero, reconociera por primera vez públicamente, en Diciembre pasado, la existencia de un receptor de turismo no estatal en el país.
Claro, el titular aclaró que la creciente participación del sector privado en la atención al visitante foráneo –hospedajes, transporte y gastronomía personalizados, entre otros servicios y ventas de esmerada calidad– no lo consideraba “una competencia”, si no un “complemento al turismo estatal”.
No obstante, en lo que fue durante años un hegemónico coto del Estado, el naciente sector privado va ocupando discretamente nichos muy personales de ese mercado, al propio tiempo que espera vincularse contractualmente con turoperadores y cadenas turísticas nacionales.
La otra aspiración de ese segmento privado es acceder al mencionado mercado mayorista de insumos para las formas no estatales que anunciara para este 2013 el vicepresidente del Consejo de Ministros Mariano Murillo; lo que le permitiría un razonable margen para sus utilidades a estos microempresarios del ocio, desde un arrendador de hospedaje hasta un diligente taxista en Varadero que parece salido de una estampa de los años 50 del pasado siglo.
Al final, el hecho de que las estrategias institucionales del turismo cubano tengan en cuenta el aporte del sector no estatal, dice mucho de los cambios y flexibilizaciones que registra la economía cubana en los últimos tiempos, al punto de que unos 400 mil visitantes extranjeros frecuentaron hospedajes particulares en 2012. ¿Cuántos no habrán cenado en los 1700 restaurantes privados del país, tomaron taxis particulares, adquirieron souvenirs, artesanías y obras de arte en las ferias?
Según el doctor José Luis Perelló Cabrera, investigador del Centro Estudios Turísticos de la Universidad de la Habana, el país tendrá que reconsiderar las bases sobre las que mide los ingresos por el turismo, con las nuevas realidades que suponen la irrupción del sector no estatal y toda la actividad mercantil extrahotelera a la cual acude el visitante de afuera.
Los anuncios oficiales en materia turística presagian expansión en inversiones, sobre todo para diversificar el producto, que este año debe atraer a más de 3 millones de visitantes, a más de incrementar el turismo nacional. Y como la cantidad de turistas se incrementa mucho más que el ingreso promedio por cada ellos, Cuba está desafiada a extraer el máximo de esas estancias, y a ampliar las ofertas, más allá del tradicional turismo de sol y playa al que apuntan muchos turoperadores foráneos.
A partir de las nuevas regulaciones migratorias del país, no solo se abren posibilidades para acceder al exterior al “cubano de Cuba”, sino también para viajar a su terruño al que reside afuera, que ya constituye, después de Canadá, el segundo segmento en importancia numérica –y no solo en cantidades- de visitantes al país.
Habrá que tener en cuenta los móviles nostálgicos de ese segmento considerable de cubanos desde el exterior, que prefiere pasarla en familia, en una suerte de turismo callejero y barrial. Y no deberá subestimarse el peso que podría tener el sector no estatal, la red extrahotelera y de iniciativas locales, en la atención a ese “turista” tan entrañable.
A pesar del feroz embargo comercial y económico estadounidense, muchos sectores de la emigración hoy son fuente de financiamiento de no pocos negocios particulares en la Isla. De ellos también provienen las remesas que dinamizan la circulación monetaria doméstica. Y con las compuertas migratorias que ha abierto Cuba, tanto hacia fuera como para las visitas de quienes residen en el extranjero, no podrá obviarse este último segmento, junto a los ya establecidos en la tradicional infraestructura hotelera estatal.
Cuba ha ido cerrando prohibiciones de venir a los cubanos que residen allende los mares. Si tenemos en cuenta que solo en la Florida hay más de 1 200 000 cubanos, y el 51,3 por ciento de ellos llegó a Estados Unidos después de 1990, y mas de la mitad de estos últimos lo hizo después del año 2000, concluiremos que los viejos odios de aquella primera emigración política ya no encuentra ecos en estos contemporáneos migrantes económicos, que mantienen otros vínculos con su país.
Ya va a ser muy difícil que los sectores más recalcitrantes del lobby norteamericano puedan frenar el torrente que abrieron las compuertas de la política migratoria cubana. Al final, serán beneficiados los compatriotas de aquí, allá y acullá. La familia cubana, sin divisiones. Y el turismo en la isla, estatal o privado, deberá sustanciar ese ajiaco, que vuelve a espesarse en nuestras ollas sentimentales y en nuestros bolsillos.
Tomado de Progreso Semanal
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