quarta-feira, 21 de novembro de 2012

¿SEPARATISMO EN ESTADOS UNIDOS?


Jorge Gómez Barata

Aunque por expresarse casi exclusivamente en INTERNET el separatismo en Estados Unidos parece una “realidad virtual”, la existencia de alegatos secesionistas en los 50 estados de la Unión Americana comienza a mover las tientas y genera cierta expectación por saber cuál pudiera ser el contenido de una probable reacción de la Casa Blanca.

El único intento de secesión que involucró a 11 estados y puso en peligro la existencia del país, sometió a Estados Unidos a la experiencia política más traumática de toda su historia: la Guerra Civil (1861-1865) en la que murieron alrededor de un millón de norteamericanos, más que en todas las guerras libradas por Estados Unidos en el extranjero juntas.

A diferencia de la ex Unión Soviética, Rusia, España, Canadá, Bélgica y otros países, donde el separatismo tiene como base la real o presunta “opresión nacional”, el secesionismo norteamericano careció siempre de base social popular, no tuvo un origen nacional, racial ni cultural sino que en su momento fue resultado de contradicciones económicas incentivadas por la vertiginosa expansión territorial que llevó a la asimilación de inmensos territorios.

En aquel contexto la cuestión de la esclavitud alcanzó una desmesurada importancia política y aunque figure como uno de sus detonantes, no fue la causa de la Guerra Civil.

Ex profeso, evadiendo una decisión que podía dividirlos y hacer colapsar el proyecto, los redactores del texto constitucional no se pronunciaron en torno a la esclavitud; no obstante fijó a 1808 como límite a la libre importación de personas y aquel mismo año el Congreso prohibió la importación de esclavos con lo cual, paulatinamente, la esclavitud desaparecería por su propio peso.

Todo se complicó cuando por fricciones económicas internas y sobre todo por la admisión de nuevos territorios en condición de estados se desató el más intenso debate nacional que haya habido en los Estados Unidos cuando en 1818 el territorio de Missouri, donde la esclavitud era legal, solicitó el status de Estado de la Unión, lo cual luego de una intensa polémica dio lugar al “Compromiso de Missouri” que consistió en aceptar la esclavitud en ese territorio, prohibiéndola en todos los demás estados que se crearan.

Con la incorporación de los territorios arrebatados a México (1846-1848) la polémica se reabrió. Los estados norteños opuestos a la esclavitud vetaron el ingreso de Texas, segregada de México, mientras aceptaban el de Oregón cedido por Gran Bretaña. En 1845 Texas fue admitida pero en 1848 la entrada de California y Nuevo México hizo colapsar el entendimiento de Missouri y poco después en 1854 se adoptó la ley Kansas-Nebraska que permitió la creación de los estados del mismo nombre alimentando el debate en torno a la esclavitud. En ese contexto nació el partido Republicano (el partido de Lincoln) que procuraban limitar la esclavitud a los territorios en que ya existía.

La guerra se desencadenó cuando en 1861 Lincoln tomó posesión como el decimosexto presidente de los Estados Unidos (primero republicano) y de inmediato 11 estados se separaron, no para ser independientes sino para constituir otra unión: los Estados Confederados de América. De haber triunfado en lugar de un imperio ahora tendríamos dos: ¡Vade Retro!

No hay en las 7.698 palabras de la Constitución Norteamericana, incluyendo sus 27 Enmiendas ni una sola alusión a la posibilidad de separación, cosa que por otra parte no forma parte del discurso de ninguna fuerza o líder político norteamericano. El separatismo liquidaría al imperio que no es suicida. Allá nos vemos.

La Habana, 21 de noviembre de 2012

Fuente: Moncada

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