Jorge Gómez Barata
Con razones y sin ellas, principalmente para defenderse de la manipulación de los procesos migratorios utilizados por Estados Unidos como arma política contra la Revolución, desde 1959 el gobierno cubano exigió a sus ciudadanos un “Permiso de Salida” para viajar al extranjero, poco después, en 1961 estableció la autorización de entrada para los nacionales que retornaban; en 1976 introdujo el concepto de “salida definitiva” y en 1987 la “Carta de Invitación”* y sucesivamente adoptó otras medidas que objetivamente limitaban ciertos derechos, incluso a quienes no deseaban emigrar, sino solamente viajar y regresa.
De ese modo, al estímulo de la emigración ilegal y a la manipulación norteamericana y contrarrevolucionaria de los viajes, se sumaron los ataques y las críticas a la Revolución por las medidas defensivas que justificadamente adoptaba a las cuales, la burocracia nativa añadió no pocos absurdos, entre ellos controles y cobros injustificados. De ese modo a la mala fe enemiga se agregó el descontento de personas en Cuba y se configuró un cuadro que mezcló críticas legítimas con estereotipos burdamente exagerados.
Mientras esto ocurría, a lo largo de medio siglo por razones diversas pero sobre todo aludiendo la condición de “posible emigrante” o la de “funcionario del régimen”, sin que nadie lo aludiera ni lo denunciara, los gobiernos de Estados Unidos, Europa y algunos países latinoamericanos han negado sistemáticamente visas de entradas para los cubanos o han establecido para ellos exigencias adicionales.
Ahora de una parte todo cambio y, como los ciudadanos de casi todo el mundo, los cubanos podrán viajar adonde deseen y puedan hacerlo. Cuando lo hagan las autoridades isleñas le desearán buen viaje, buena estancia y al regreso les darán la bienvenida. Las facilidades son inmensas porque esas libertades les permiten aprovechar los privilegios de acogida promovidos por Estados Unidos y otros estados para cuyo disfrute se exigía una ruptura con el país.
En cualquier caso, todo aquello es ahora agua pasada. La rectificación llegó y aunque los encargados de la propaganda oficial se dan “un tiro en el pie” al insistir que se procura “regularizar los procesos migratorios” cuando en realidad se trata de restablecer las facilidades para viajar, internamente se han eliminado prácticamente todas las prohibiciones y trabas.
Así las cosas, ya los cubanos no necesitan permiso para viajar, la emigración no es “definitiva” y nadie viola su derecho a salir del país. Ahora bien: ¿Qué pasa con las autorizaciones de entrada? Será acaso que Estados Unidos y Europa que criticaban al gobierno cubano por exigir el “permiso de salida” se comportaran con generosidad ante los cubanos y serán liberales al otorgar visas de entrada en sus territorios.
Veinticuatro horas antes de la entrada en vigor del decreto normalizador de las facilidades para viajar (no necesariamente para emigrar) un funcionario del Consulado Español en La Habana me comentó: “Emigración nos ha pasado el petate. Los criollos que los presionaban en sus oficinas para obtener un permiso de salida ahora vendrán a por nosotros para que les otorguemos una visa…”
La película se invirtió: ¿Quién privará ahora a los cubanos del derecho a viajar? Era hora de emplazar a los que durante décadas representaron el papel de “buenos”. Ahora se comprobará que a norteamericanos y europeos no les interesan los derechos de los cubanos sino la posibilidad de manipularlos y, otra vez serán colocados antes sus inconsecuencias. Allá nos vemos.
La Habana, 16 de enero de 2013
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