Partir o permanecer: ancestral dicotomía instalada por derecho propio en las dinámicas de la vida social cubana, muestra una particular incidencia en el presente insular al interior de los predios académicos...
Pavel López Guerra
Tan añeja como la existencia humana, al extremo de que eso que ahora mismo llamamos “migración”, tuvo para muchos su motor propulsor en la célebre cópula de Eva y Adán. Su bíblico destierro del genésico Edén dejó sentado que la movilidad espacial representa acto inherente a nuestra especie, aunque hoy día la multicausalidad y prominencia de sus efectos al centro de cualquier sociedad garantizan enfoques que viajan sin recato, de la perspectiva exclusivamente apologética, a la abiertamente apocalíptica.
Si por un lado, en tiempos de globalización, con inéditas redes de intercambio entre naciones, de bienes, personas e información, emigrar muta en andamiaje perfecto para aquello que los especialistas bautizan como “comunidades transnacionales”; asimismo, los desplazamientos temporales o definitivos de fuerza de trabajo calificada se erige en conflicto no exento de contradicciones dadas las consecuencias demográficas para los países emisores (por lo general, insertos en la mal nombrada “periferia tercermundista”), y la incidencia en sus precarios planes de desarrollo.
La Mayor de las Antillas no escapa a tamañas paradojas: Estudios recientes(1) develan que apenas entre 1995 y 2003 emigraron 34 202 cubanos con nivel superior, aproximadamente el 20% del potencial profesional universitario de dicho periodo.
Entretanto, la parafernalia cuantitativa ilustra apenas la complejidad de un fenómeno condicionado por peliagudas variables de subjetiva naturaleza en un contexto, sospechamos, donde comienzan a germinar discordancias en el dibujo de la realidad localizable entre los imaginarios populares, el discurso artístico, académico y en los medios de comunicación.
A fin de cuentas, ¿acto punitivo o meta irrevocable; alternativa legítima o asociada para siempre con el estigma?
“Para abordar cualquier punto relacionado con el tema tienes que dejar clara la diferencia entre la movilidad a través de espacios fronterizos y lo entendido como emigración”, rompe el hielo, en exclusiva para Alma Mater, la Doctora Ileana Sorolla Fernández, Profesora Titular, Investigadora Titular y directora del Centro de Estudios de las Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana (CEMI).
“La primera involucra viajes de negocio, por asuntos oficiales, peregrinaciones religiosas, intercambios académicos, turismo; la segunda acontece cuando el individuo, por decisión propia o impulsado por factores externos, decide trasladar el escenario donde desarrolla sus relaciones sociales y su vida cotidiana hacia otra zona geográfica por un periodo relativamente estable y largo. Son conceptos diferentes, pero existen regulaciones relacionadas con el cruce de las fronteras que involucran a ambos”.
- Actualizar las nociones sobre la opción migratoria en el contexto cubano implicaría hablar de sus condicionantes en los últimos 50 años. Resultan contradictorios, por citar solo un ejemplo, los discursos foráneos o locales que la entienden como fenómeno estrictamente político o exclusivamente económico. ¿Lucidez o ingenuidad al segmentar tales instancias?
Inevitablemente la actitud del Estado y de la sociedad cubana en la etapa aludida ha estado marcada por el conflicto bilateral Cuba-Estados Unidos. Eso es incuestionable. Sin embargo, tal enfoque se ha reiterado tanto que los jóvenes, sobre todo, lo asocian con algo manido y extravían así las esencias. Siempre ha pesado la doctrina estadounidense, su posición hegemónica con respecto a la Isla. Ahora bien, esa relación ha evolucionado en función de determinados contextos históricos.
El triunfo de la Revolución y la posterior proclama de su carácter socialista definieron la composición socioclasista y la orientación de aquella emigración inicial, adversa al proceso que se estaba viviendo. Desde ese momento las regulaciones migratorias se convirtieron, para ambas partes, en un instrumento político. Y esas leyes han definido la naturaleza del proceso: leyes surgidas en medio de un conflicto entre dos naciones en su momento de mayor enfrentamiento, aunque se perciban variaciones con el paso del tiempo.
- Dicha lectura respalda muchas de las informaciones que llegan desde medios oficiales, pero aún así, sigue en pugna con esa otra que localiza móviles migratorios absolutamente económicos en la actualidad, conformándose en la mente de muchos, incluso, una hipótesis de migración cubana contemporánea “apolítica”…
Hay que marcar que al principio de la Revolución eran motivaciones de carácter político pero por una afectación económica. Lo económico ha estado presente siempre, pero de diferente manera. Eso lo sabemos desde el Materialismo Histórico: la estrecha relación entre los dos campos.
Hacia los 80, en específico con “el Mariel”, se combinaron múltiples variables. La diversidad del Mariel demuestra la diversidad de la sociedad cubana de aquellos años y lo que impera entonces no es, precisamente, la composición política, aunque tal noción se distorsiona si consideramos que, aunque fueras ex presidiario, te legitimaba ampararte en el discurso anticubano con lo cual obtenías ventajas para tu inserción en el territorio extranjero.
A partir de esa etapa la emigración cubana deviene predominantemente económica. Y el “predominantemente” sobra, porque el fenómeno resulta tan complejo que nunca prima una sola variable o motivación.
Más cercana en el tiempo tenemos la explosión del 94. Después no han habido otras y me pregunto: ¿por qué?, si la situación ha estado igual de difícil. De hecho, ni siquiera el 94 constituyó el peor año de aquel periodo.
- No caben dudas del incremento de las expectativas en torno al tema suscitadas en el presente desde los imaginarios sociales. Algunos estudios dan espacio al papel de las redes familiares en la estimulación, o no, de la opción migratoria…
Tendríamos que arrancar por el análisis de Cuba como país emisor de emigrantes desde la década del 30, desde la primera gran crisis mundial del siglo XX. No puedes obviar que el tema migratorio está insertado en la raíz misma de la conformación de la nación. Cuba es un país insular, que fue colonizado precisamente por un proceso de poblamiento. Pensemos además en cuántos científicos, políticos, intelectuales, artistas aprendieron, se nutrieron o produjeron parte de su obra desde otros espacios geográficos. Tales factores dejan su impronta en la perspectiva nacional sobre el asunto.
Paralelamente, habría que ponderar el papel de los vínculos familiares o las redes profesionales en la visión sobre la emigración. Sin embargo, esas percepciones no son inmutables.
En la década del 60 se consolidó una imagen del emigrante como el contrarrevolucionario, el políticamente desafecto, que prevalece en ciertos sectores en la actualidad.
Claro que hacia los 80 varían sustancialmente estas percepciones a tono con los cambios del contexto nacional y la situación económica, aunque antes había cristalizado el “Dialogo del 78”: vinieron los primeros emigrados y se empezó a conciliar una política en función del rescate de aquellos que dentro de esa comunidad tenían una actitud favorable y querían relaciones “normales”.
- Ahora mismo no pocos advierten el afianzamiento de estereotipos de otra naturaleza: me atrevería a sugerir la sobrevaloración de la imagen del emigrante y el extranjero, curiosamente, a contrapelo de lo que ocurre en otros países…
En tales procesos ha pesado de manera significativa la diversificación de los destinos a partir de los 80. Por otro lado, en los 90 se incrementa el turismo, los convenios con empresas foráneas. También se hace común la posibilidad de viajar regularmente a otro país, cierta “circularidad migratoria”. Aumentan los vínculos y los matrimonios con extranjeros y cambian, entonces, las representaciones sociales, hasta llegar al presente, cuando el aumento de visitas de cubanos, con carácter temporal, a sus familiares en el exterior exhibe los puntos más altos de la historia.
Asimismo, comienzan a aparecer generaciones de inmigrados que no tienen ningún interés de participación política, y si lo tienen es a favor de nuestro proceso. Es por eso que han ido transformándose las visiones del fenómeno, el punto de vista desde la vida cotidiana, la familia, así como el “oficial”.
De hecho nos encontramos en un escenario inédito. El presidente Raúl Castro ya ha anunciado una nueva evaluación de la política migratoria para adecuarla a nuestros intereses, al actual estado del conflicto bilateral y a las transformaciones, en general, dentro de la emigración.
La idealización de estos agentes que mencionas nace muchas veces de la ignorancia, aunque no podemos ser absolutos. Existen elementos en la representación positiva del extranjero sustentados por nuestra cultura y tradición hospitalaria, a diferencia de otras sociedades.
- Como parte de los mitos que signan el presente también sobresale la idealización excesiva, a nivel informal, del espacio exterior, aunque en los medios el discurso se coloca, paradójicamente, en las antípodas…
Todo tabú genera expectativas múltiples, porque hay otro factor muy importante que es el económico. Una cosa es el deseo y otra la posibilidad económica de enfrentar una experiencia de este tipo.
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