quarta-feira, 16 de maio de 2012

Plutonomía y precariado: el declive de la economía estadounidense



Noam Chomsky*

El movimiento “Ocupemos” ha experimentado un desarrollo estimulante. Hasta donde mi memoria alcanza, no ha habido nunca nada parecido. Si consigue reforzar sus lazos y las asociaciones que se han creado en estos meses a lo largo del oscuro periodo que se avecina –no habrá victoria rápida– podría protagonizar un momento decisivo en la historia de los Estados Unidos.

La singularidad de este movimiento no debería sorprender. Después de todo, vivimos una época inédita, que arranca en 1970 y que ha supuesto un auténtico punto de inflexión en la historia de los Estados Unidos. Durante siglos, desde sus inicios como país, fueron una sociedad en desarrollo. Que no lo fueran siempre en la dirección correcta es otra historia. Pero en términos generales, el progreso supuso riqueza, industrialización, desarrollo y esperanza. Existía una expectativa más o menos amplia de que esto seguiría siendo así. Y lo fue, incluso en los tiempos más oscuros.

Tengo edad suficiente para recordar la Gran Depresión. A mediados de los años 30, la situación era objetivamente más dura que la actual. El ánimo, sin embargo, era otro. Había una sensación generalizada de que saldríamos adelante. Incluso la gente sin empleo, entre los que se contaban algunos parientes míos, pensaba que las cosas mejorarían. Existía un movimiento sindical militante, especialmente en el ámbito del Congreso de Organizaciones Industriales. Y se comenzaban a producir huelgas con ocupación de fábricas que aterrorizaban al mundo empresarial –basta consultar la prensa de la época-. Una ocupación, de hecho, es el paso previo a la autogestión de las empresas. Un tema, dicho sea de paso, que está bastante presente en la agenda actual. También la legislación del New Deal comenzaba a ver la luz a resultas de la presión popular. A pesar de que los tiempos eran duros, había una sensación, como señalaba antes, de que se acabaría por “salir de la crisis”.

Hoy las cosas son diferentes. Entre buena parte de la población de los Estados Unidos reina una marcada falta de esperanza que a veces se convierte en desesperación. Diría que esta realidad es bastante nueva en la historia norteamericana. Y tiene, desde luego, una base objetiva.

La clase trabajadora

En los años 30’ del siglo pasado los trabajadores desempleados podían pensar que recuperarían sus puestos de trabajo. Actualmente, con un nivel de paro similar al existente durante la Depresión, es improbable, si la tendencia persiste, que un trabajador manufacturero vaya a recuperar el suyo. El cambio tuvo lugar hacia 1970 y obedece a muchas razones. Un factor clave, bien analizado por el historiador económico Robert Brenner, fue la caída del beneficio en el sector manufacturero. Pero también hubo otros. La reversión, por ejemplo, de varios siglos de industrialización y desarrollo. Por supuesto, la producción de manufacturas continuó del otro lado del océano, pero en perjuicio, y no en beneficio, de las personas trabajadoras. Junto a estos cambios, se produjo un desplazamiento significativo de la economía del ámbito productivo –de cosas que la gente necesitara o pudiera usar- al de la manipulación financiera. Fue entonces, en efecto, cuando la financiarización de la economía comenzó a extenderse.

Los bancos

Antes de 1970, los bancos eran bancos. Hacían lo que se espera que un banco haga en una economía capitalista: tomar fondos no utilizados de una cuenta bancaria, por ejemplo, y darles una finalidad potencialmente útil como ayudar a una familia a que se compre una casa o a que envíe a su hijo a la escuela. Esto cambió de forma dramática en los setenta. Hasta entonces, y desde la Gran Depresión, no había habido crisis financieras. Los años cincuenta y sesenta fueron un periodo de gran crecimiento, el más alto en la historia de los Estados Unidos y posiblemente en la historia económica. Y fue igualitario. Al quintil más bajo de la sociedad le fue tan bien como al más alto. Mucha gente accedió a formas de vida más razonables –de “clase media”, como se llamó aquí, de “clase trabajadora”, en otros países–. Los sesenta, por su parte, aceleraron el proceso. Tras una década un tanto sombría, el activismo de aquellos años civilizó el país de forma muchas veces duradera. Con la llegada de los setenta, se produjeron una serie de cambios abruptos y profundos: desindustrialización, deslocalización de la producción y un mayor protagonismo de las instituciones financieras, que crecieron enormemente. Yo diría que entre los años cincuenta y sesenta se produjo un fuerte desarrollo de lo que décadas después se conocería como economía de alta tecnología: computadores, Internet y revolución de las tecnologías de la información, que se desarrollaron sustancialmente en el sector estatal. Estos cambios generaron un círculo vicioso. Condujeron a una creciente concentración de riqueza en manos del sector financiero, pero no beneficiaron a la economía (más bien la perjudicaron, al igual que a la sociedad).

Política y dinero

La concentración de riqueza trajo consigo una mayor concentración de poder político. 
Continúe leyendo...Rebelión  / 16-05-2012: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=149601 

*Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Universalmente reconocido como renovador de la lingüística contemporánea, es el autor vivo más citado, el intelectual público más destacado de nuestro tiempo y una figura política emblemática de la resistencia antiimperialista mundial.

Nenhum comentário:

Postar um comentário