De los Cinco y sus alegatos, aprendimos lo que vale la dignidad de estos hombres, que son parte de este pueblo y de nuestra historia...
Bertha Mojena Milián
Muchas veces me he imaginado conversando con ellos, y no como entrevistadora, frente a un micrófono o una grabadora de esas que llevamos siempre encima los periodistas, sino en plena conversación informal, riendo, escuchando las anécdotas, los momentos malos y buenos que quedaron atrás.
Otras veces me parece estar viviendo aquel juicio de diciembre de 2001 en que sus voces se levantaron para dar al mundo sus verdades, esas que nadie como ellos podían enaltecer, defender y mostrar; porque dejaban la constancia de lo que realmente significaba el sacrificio, la entrega sin límites, el amor a su ideal, lo que los había forjado.
Yo era aún muy joven para vivir de cerca aquel proceso, pero he vuelto a sus palabras una y otra vez, al releerlas, reinterpretarlas, hacerlas mías —nuestras— para saber lo que aquellos alegatos significarían después, como voces que decían al mundo que la lucha apenas comenzaba, que sería dura y compleja, dolorosa y larga, pero la afrontarían con la dignidad de quienes se sabían conscientes y orgullosos del deber cumplido.
Alguien me dijo con razón que han sido ellos mismos los que más han luchado por su liberación —que es la nuestra—, incluso, antes de aquellos duros días en que pronunciaron sus alegatos. Vuelvo entonces a ellos una y otra vez para encontrar ideas y argumentos, esos que los días 5 de cada mes me incitan a reencontrar los por qué de una injusticia que tiene más de 15 años y que lacera cada día la vida de cinco familias cubanas incompletas, sufridas, luchadoras, llenas de esperanza.
Si tuviera que escribir un gran alegato por ellos, no habría palabras mejores que las de Fernando, recordando al Jurado los crímenes cometidos en Cuba durante la dictadura de Batista y asegurando que “el fanatismo, el odio y la irracionalidad contra Cuba se generan y estimulan solo por un segmento minoritario de la comunidad cubanoamericana residente” en Miami, los mismos que controlan lo que se dice sobre la isla y “se encargan de silenciar cualquier otra opinión más racional”.
Después retomaría a René, quien puso a prueba a sus oyentes y los invitó a recordar los hechos del 11 de septiembre, como si no hubieran existido o fuesen “puro truco cinematográfico”, “pura paranoia o propaganda”, sobre lo cual se tragasen la lengua, porque así habían actuado los fiscales de su causa respecto a lo que ellos realmente habían defendido para Cuba.
En mi alegato recordaría —como lo hizo Ramón— la larga lista de atentados y acciones terroristas que había sufrido Cuba por muchos años, que justificaban más que nada la necesidad de enviar hombres a territorio norteamericano a monitorear los hechos que se gestaban desde allí contra la vida de cubanos, e incluso, del propio pueblo estadounidense
Al igual que Tony, preguntaría por qué tanto odio hacia Cuba, por qué las agresiones no cesan y qué se ha hecho por parte de las autoridades norteamericanas para evitarlas, si aún transitan libremente por las calles de su país terroristas confesos, convertidos en personajes célebres. ¿Para qué entonces “estaciones de radio y otros medios publican y promueven nuevos hechos de agresión contra el pueblo cubano”?
Como Gerardo, señalaría las razones que hicieron del caso de Los Cinco un proceso eminentemente político, para el cual se necesitaron solo unas horas para alcanzar un veredicto, y nunca tuvieron la más mínima oportunidad, porque influyeron más los prejuicios y las engañosas palabras de los señores fiscales que los argumentos que se escucharon durante medio año.
En mi alegato reiteraría —como lo hicieron ellos— que no eran espías, sino luchadores infiltrados en organizaciones, grupos y medioambientes terroristas en Miami, que el mismo año de su detención habían ofrecido grabaciones, fotos, filmaciones y datos diversos, puestos en conocimiento del gobierno de Estados Unidos. Recordaría que sus acciones evitaron también posibles incidentes que sirvieran como pretexto para una agresión armada a Cuba, lo que demuestra su contribución a la paz entre nuestros dos pueblos.
Denunciaría además que estos hombres fueron sometidos a condiciones inhumanas, de aislamiento durante meses sin justificación alguna; que fueron juzgados una y otra vez en Miami, el ambiente más hostil que pudieran tener en su contra, y con la más feroz campaña de difamación, manipulación y propaganda, pagada incluso por el propio gobierno norteamericano, para influir en la opinión pública.
Recordaría también que el gobierno de Estados Unidos se comprometió en varias ocasiones a analizar las informaciones ofrecidas por ellos sobre los planes terroristas gestados en su territorio y reciprocar el gesto, a lo cual solo han respondido con la aplicación del más severo régimen carcelario, la prohibición o restricción de visitas de sus familiares, la falta de atención médica adecuada, entre otras acciones inhumanas.
En medio de tales argumentos preguntaría, como lo hizo Fernando: “¿Qué puede hacer Cuba ante tales realidades para defenderse y estar prevenida de los planes terroristas? ¿Se puede confiar en las autoridades del FBI del sur de la Florida cuando se trata de asuntos que tienen que ver con la seguridad de Cuba? ¿Se puede registrar ante el gobierno norteamericano alguien que esté aquí para conocer sobre las actividades de grupos terroristas y prevenir las mismas para evitar la muerte de inocentes?”.
Y sumaría entonces las interrogantes de Tony: “¿Por qué tanto odio hacia el pueblo de Cuba? ¿Porque Cuba escogió un camino distinto? ¿Porque su pueblo quiere el socialismo? ¿Porque eliminó el latifundio y erradicó el analfabetismo? ¿Porque le dio educación y atención médica gratuitas a su pueblo? ¿Porque le da un libre amanecer a sus niños?”.
Y es que los alegatos de Los Cinco, en aquel diciembre de 2001, parecen tener vida propia, ser una clase de historia, el más claro y bello mensaje sobre lo que el propio Tony calificó como “el compromiso de ser útil al mundo, de servir a una causa valedera llamada humanidad y también Patria”, pues “no hubo otra intención que no fuera la de evitar la insensatez y el crimen y salvar la flor viva de la muerte fortuita, brusca, vana y prematura”.
Si escribiera mi alegato, en nombre de mi pueblo, lo haría con el mismo honor y orgullo con que Ramón dijo —y lo cumplió— que llevaría su “uniforme de recluso”, tal como un soldado “lleva sus más preciadas insignias”. Diría al mundo que Los Cinco sí han sido prisioneros políticos e intentaría contar, con palabras sencillas, toda la “historia de chantajes, abusos de poder y el más absoluto desprecio a tan ponderado sistema de justicia, para pulirla y darle un brillo que nunca tuvo”, tal como lo haría René.
Terminaría —como Fernando— deseando que algún día Cuba no tenga la necesidad de que personas como Los Cinco, voluntariamente y por amor a su país y a su pueblo, vayan a Estados Unidos a luchar contra el terrorismo; o como Gerardo, que “la razón y la justicia prevalezcan por encima de los prejuicios políticos y los deseos de venganza”, porque ellos no hicieron ningún daño a ese país y mucho menos algo que merezca tales condenas.
De Los Cinco y sus alegatos aprendimos lo que vale la dignidad de los hombres, que son parte de este pueblo y de nuestra historia, y que debemos seguir “apelando a esos valores y a la vocación del pueblo norteamericano con toda la paciencia, la fe y el coraje que nos puede infundir el crimen de ser dignos”, tal como nos dijo René.
Uniría entonces todos los alegatos de los hombres y mujeres del mundo que se han sumado a esta causa, en la cual no habrá ni puede haber descanso hasta que todos estén en casa, junto a su familia y su pueblo. Mientras, seguiremos mostrando la evidencia y escribiendo la historia, que al decir de Ramón, “será quien nos haga la verdadera justicia”.
Y si aún no fuera suficiente, apelaría —como Gerardo— a uno de los más grandes patriotas norteamericanos, Nathan Hale, para expresar el sentir de muchos hijos de este pueblo, quienes lamentamos como él: “...no tener más que una vida para entregar por mi Patria”.
Tomado de Cubahora
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