quinta-feira, 27 de fevereiro de 2014

Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria

De pie juró la ley de la República el presidente Carlos Manuel de Céspedes, con acentos de entrañable resignación, y el dejo sublime de quien ama a la patria de manera que ante ella depone los que estimó decretos del destino (…) José Martí
 
 
Eusebio Leal Spengler
 
Este 27 de febrero se conmemora el 140 aniversario de la caída en combate de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, líder histórico de la gloriosa Revolución de Yara y primer Presidente de la República en Armas. Venerado como Padre de la Patria, no solamente ha de atribuírsele este título y atributo mayor por su inquebrantable firmeza de seguir combatiendo, aunque esta decisión acarrease el infortunio de perder a Oscar, el menor de sus dos hijos nacidos del matrimonio con María del Carmen, además de prima, su primera esposa. Ejecutado por orden del Capitán General Antonio Caballero y Fernández de Rodas, el joven mambí había sido apresado por las tropas españolas, quienes pusieron su vida en la balanza a cambio de la sumisión del jefe supremo de la Revolución. Fue entonces cuando Céspedes, supeditando el amor paternal al imperativo del deber, pronunció su memorable frase: «Oscar no es mi único hijo, lo son todos aquellos que mueran por nuestras libertades patrias». Estas palabras nos duelen todavía, pero pasada esa durísima prueba, afrontaría otras —no menos difíciles— que también nos llevan a identificar su excelsa figura con el destino de la nación cubana.
 
Se equivocan o mienten los que han afirmado que el levantamiento del 10 de octubre de 1868 fue un acto coyuntural, dictado por intereses clasistas. Desconocen que, por encima de los privilegios de clase, existe siempre una vanguardia capaz de hacer dejación de cualquier fortuna —material o de otra consideración—, en aras de un sentimiento nacional cuyos intermitentes destellos se hacen cada vez más frecuentes hasta cristalizar en ideario político. En ese sentido, Céspedes fue adalid de un límpido patriotismo que entrañaba una vasta cultura y visión global de la sociedad de su tiempo. Solamente teniendo en cuenta ese fundamento cultural y cosmopolita de su personalidad, es que puede entenderse su inclinación resuelta a la independencia total y absoluta de Cuba.
 
Luego de una feliz niñez en su natal Bayamo, donde realizó sus primeros estudios en los austeros claustros conventuales, junto a los padres franciscanos y dominicos, viaja a La Habana y es aceptado como alumno del Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Aquí no solamente se formaban clérigos, sino que se impartían disciplinas novedosas para la época como el Derecho Constitucional. Pero fue en la vecina Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo donde obtuvo el título de bachiller en Derecho Civil en 1838, tras lo cual marcha a España para concluir sus estudios en Leyes. La fortuna familiar hizo de Céspedes un joven privilegiado, pues obtiene su licenciatura en la Universidad de Barcelona y puede dedicarse a recorrer varios países: Francia, Italia, Inglaterra, Alemania, Turquía... Según la escritora Alba de Céspedes y el recientemente fallecido monseñor Carlos Manuel, ambos descendientes directos, es muy probable que entonces también haya visitado Palestina. Hablaba con fluidez varios idiomas: inglés, francés e italiano, además del griego y latín, atreviéndose incluso a traducir textos clásicos como algunos cantos de La Eneida, de las lenguas muertas.

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