Paco de Lucía durante su concierto en el Teatro Karl Marx. La Habana, 2 de octubre de 2013. Foto: EFE.
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Por Bertha Mojena
El flamenco, las guitarras y hasta los acordes musicales están de luto. Eso dicen los medios de comunicación y páginas de Internet. Eso le escuché decir a amigos cercanos, vecinos y alguien en la calle me lo ratificaba hace apenas unos momentos.
No entendía por qué, o más bien, quizás no quería entender. “Ha muerto el rey de la música flamenca”, me confirmaba una joven mientras resaltaba en sus ojos una mezcla de rabia e impotencia, como si el dolor le arrancara a alguien cercano.
Después supe que sí, que evidentemente se trataba de Paco de Lucía. Y entendí entonces la angustia, la sensación de pérdida real, esa que llega y penetra, hiriente, al saber que otro corazón se ha disparado, que otra guitarra ha dicho ¡basta!, y no hay forma de buscar los por que.
Tres días de luto oficial han declarado en su tierra de Algecira, donde cientos lo lloran y otros tantos le cantan, resistiéndose a la muerte, que tantas guitarras ha arrancado en los últimos días a este mundo nuestro que tanto necesita de acordes y melodías, de música y de paz.
Lo lloran hoy desde todas partes del mundo, por su espontaneidad, por su forma natural y enriquecedora. No importa si se entendió bien o no su inquietud innovadora, los puentes que cruzó por defender sus esencias más allá de las críticas y los desafueros de quienes no querían ser parte de los cambios, esos que lo criticaban por su inusual forma de aportarle ritmos nuevos a lo que hacía.
Defendió su verdad como mejor supo y con empeño, sin tapujos, creando y creyendo en lo que quería hacer; por eso también trascendió al tiempo, cruzó fronteras y fue más allá de lo tradicional e incluso, de las diferencias generacionales.
En Cuba lo tuvimos hace muy poco y muchas veces compartió con músicos cubanos en los más variados escenarios, a quienes decía admirar por su contagiosa armonía de sonidos y diversidad de estilos.
Los cubanos también le cantamos hoy desde la tristeza que produce su partida, desde esa relación íntima que todos tenemos con nuestras raíces españolas y africanas, de la cual el flamenco forma parte porque desde acá se aprecia, se baila, se escucha y no pocos lo han hecho propio.
Y es que Paco, con su singular renovación, con la fusión que brotó de sus cuerdas, con su apertura sin límites a los cambios, a la mezcla, al constante ir y venir de estilos múltiples, deja una huella imborrable en los que amamos la música, que es como amar más la vida.
Tomado de Cubadebate
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