domingo, 5 de maio de 2013

Los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad en nuestra cultura occidental



Por: Rolando López del Amo

Bajo las banderas de estos principios la revolución francesa de 1789 derribó la monarquía y el régimen feudal y abrió paso al mundo burgués. Pero no fue sino con el derramamiento de mucha sangre, con brutales luchas intestinas en el campo de la revolución, con el establecimiento del imperio napoleónico, con la vuelta a la monarquía, con un segundo imperio, que la república francesa se fue abriendo paso entre guerras continentales y manteniendo el carácter de potencia colonial global que negaba a los colonizados los derechos que proclamaba para los ciudadanos franceses.

Lo cierto es que el objetivo de la fraternidad se esfumó sin dejar rastros. El de la igualdad, apenas se incluyó en una teórica igualdad ante la ley, como si las enormes desigualdades económicas y de clase social, étnicas, religiosas, nacionales, de género, etc. no continuaran marcando la vida bajo el gobierno francés a lo largo de su historia posterior. Las peores manifestaciones – aparte del aplastamiento de la Comuna de París- ocurrieron en el mundo colonial de esta metrópoli. De esa forma, el tercer principio, la libertad burguesa, no se aplicó al mundo colonial y, vergonzosamente, se practicó la esclavitud como institución aceptada.

Esta breve referencia, con circunstancias semejantes en otras potencias coloniales europeas, nos demuestra que la distancia entre las ideas supuestamente profesadas y la práctica social es enorme.

Y es que las ideas, por nobles que sean, pierden su valor si los que dicen profesarlas no son capaces de aplicarlas con sinceridad y celo para que cumplan su papel transformador.

Es indispensable que ellas pasen a formar parte del cuerpo jurídico que rige la sociedad, de su constitución y sus leyes; pero si las condiciones materiales de vida de la gente no se modifican a tenor de lo que se establece, las normas se convierten en letra muerta.

Las ideas no pueden ser consideradas solamente en abstracto, aisladas.

Tomemos, por ejemplo, el concepto de libertad individual. Desde que el individuo nace, su libertad está condicionada por un conjunto de circunstancias. Primero que todo por su condición de ente mortal. En segundo lugar por las etapas diversas en la evolución de su vida, desde bebé lactante hasta anciano. En tercer lugar por la época, sociedad y familia en que le tocó nacer. Por su género, que le impone ciertas condiciones. Son muy numerosas las circunstancias que limitarán la libertad individual y las posibilidades de esta serán diferentes para cada individuo de acuerdo con lo que antes hemos mencionado.

Sin embargo, en un mundo cada vez más interconectado, debe producirse, de manera creciente, una tendencia hacia la generación de consensos con respecto al concepto. Mas las diferencias son tantas que este consenso resulta difícil de lograr.

Desde el punto de vista internacional, lo mejor que los seres humanos han logrado en materia de Derecho Internacional Público, con una formal aceptación, son los principios de convivencia recogidos en la Carta de las Naciones Unidas. Según la Carta, las naciones, los pueblos, tienen el derecho a la autodeterminación, a la independencia, a darse el sistema político, económico y social que prefieran. Tienen libertad para eso; pero no tienen libertad para interferir en los asuntos internos de otros, ni de amenazarlos con el uso de la fuerza, ni utilizar la fuerza salvo que sea en defensa propia. Desde el punto de vista del individuo, los gobiernos de los Estados miembros aprobaron una Declaración Universal de Derechos Humanos. Se supone que lo que establece la Carta no es de obligatorio cumplimiento para los Estados miembros de las Naciones Unidas, en tanto que la Declaración, que fue adoptada por la Asamblea General, no tiene un carácter vinculante. Pero una y otra se violan, principalmente, por los poderosos que se disputan la hegemonía mundial. En conclusión: ni aquellas cosas en las que aparentemente hay un consenso mundial son respetadas en la práctica. Sin embargo, es imperioso que las personas más lúcidas del mundo sigan batallando a favor de las mejores ideas y su puesta en práctica.

Hay que recordar que la libertad anda de mano con la posibilidad y que es, sobre todo, un acto de elección, condicionado por circunstancias externas. No se escoge el lugar ni el seno de la familia en la que se nace. Usted puede, cuando más, optar, cuando haya crecido y tenga capacidad y posibilidades para hacerlo, por otra familia y otro lugar..Si a usted se le presenta la posibilidad de estudiar o la de trabajar, usted tiene libertad para hacerlo o no y asumir las consecuencias de lo que decida. Usted tiene libertad de enamorarse de una persona, pero esa persona está en libertad de no corresponderle. Siempre hay un condicionamiento. Entonces, ¿en qué puede consistir la libertad para el ser humano? ¿Dónde comienza y termina nuestra libertad individual?

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