Leyla Carrillo Ramírez
El diccionario explica que la paz significa tranquilidad y sosiego, ausencia de guerra. Un sofisticado detector no podría hallarla en el mundo contemporáneo porque, lejos de lo esperado, al finalizar la Guerra Fría no siguió una paz moderada: hay conflictos por doquier sin que osemos decir que afrontamos la III Guerra Mundial.
Cuando el industrial sueco Alfred Nobel dejó su legado filantrópico en 1911, no estuvo en condiciones de predecir que los preceptos concebidos serían mancillados con tanta frecuencia. Él decidió otorgar el Premio por la Paz “a la persona que haya trabajado más o mejor a favor de la fraternidad, las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y a la celebración y promoción de procesos de paz”. Al despertar nos sorprende una noticia (como si fuese posible sorprenderse en el siglo XXI): el Premio Nobel fue otorgado, 101 años más tarde, a la Unión Europea.
Cuando al recién estrenado Presidente estadounidense se lo concedieron en 2009 hubo criterios controvertidos: unos alegaban que era para alentarlo a un comportamiento más loable que el predecesor. Otros repudiaban el error de la Academia y argumentaron que era un premio inmerecido, de funestas consecuencias.
Los vaivenes históricos y la derechización exacerbada provocan desaciertos, que sólo a veces se redimen. Junto a los premios concedidos a Yasser Arafat, Nelson Mandela y Rigoberta Menchú, presenciamos desatinos como el actual. No es que seamos reacios al proyecto integrador de la Unión Europea que enfrenta una crisis sistémica y prolongada. Se trata del estupor por una conducta “pacificadora”.
En todo caso habría que otorgarle un premio –post mortem- a los ciudadanos desempleados, con una precarización y desempleo proverbiales, con recortes impuestos desde la cúpula eurocomunitaria, con una deuda financiera impagable, ingobernable e inconmensurable. ¿Qué dirán los “indignados” españoles y los griegos del “Yo no pago”? ¿Alguien les pidió consejo cuando las tropas de la Unión Europea acompañaron las acciones bélicas estadounidenses en Afganistán, Irak y Libia? ¿Cómo conciliar la paz con las guerras y la depauperación?
Conviene hurgar en los orígenes del proyecto comunitario, concebido para la integración económica y comercial en 1957. Más adelante liberó los aranceles e incorporó el intercambio científico-técnico, con vista a incrementar la competitividad de sus Estados miembros. A raíz del conflicto yugoslavo las misiones Petersberg, destinadas a prevención de conflictos y el establecimiento de la paz, demostraron su ineficacia logística para flanquear a Estados Unidos y la OTAN en el campo de batalla, lo que no les impidió a estadounidenses y británicos estrenar uranio empobrecido.
El Tratado de Maastricht transformó la CEE en Unión Europea en 1991 y le imprimió un salto hacia el militarismo. En el Tratado de Niza de 2001 los legisladores esbozaron un compromiso entre la UE y la OTAN. Finalmente el Tratado de Lisboa, de 2009 concertó: “los compromisos y la cooperación continuarán ajustándose a los adquiridos en el marco de la OTAN, que seguirá siendo, para los miembros que forman parte de la misma, el fundamento de su defensa colectiva y el organismo de ejecución de ésta”.
Una ecuación matemática facilita comprender la esencia de estas relaciones: 22 Estados de los actuales 27 miembros de la UE forman parte, a la vez, de la OTAN. De los 7 restantes, 5 colaboran. Esto significa que como la UE no se ha “especializado” en temas defensivos u ofensivos, integra como otanista los contingentes militares hacia el mundo.
Volviendo a los propósitos de Alfred Nobel ¿ha logrado la Unión Europea la paz? A fuer de justos podemos decir que en los 27 Estados no hay guerra. ¿Actúa la UE a favor de la paz? La foto tomada por soldados alemanes con calaveras en Irak lo desmiente. Los “errores” aéreos al ametrallar civiles en Afganistán también. La complicidad con el traslado de prisioneros hacia Guantánamo y las torturas presenciadas en los campos de concentración de este siglo aterrorizan a los pacifistas y ciudadanos honestos. El urgente aterrizaje de británicos y franceses en Libia y el magnicidio de Muanmar el Ghadafi contradicen los preceptos del premio. El suministro de mercenarios contra Siria los involucra en una nueva contienda. La persistencia en la Posición Común complementa el bloqueo contra Cuba y la reciente resolución para arreciarlo contra Irán, muestran un belicismo inusitado.
Decididamente los 1,4 millones de dólares otorgados a la Unión Europea no serán invertidos para mitigar la situación que vive la mayoría de sus países. ¡Pobre Alfred Nobel! Podríamos aseverar que él no esperaba que se mancillara la paz.
La Habana, 15 de octubre de 2012
“Año 54 de la Revolución”
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