segunda-feira, 8 de outubro de 2012

EN CUBA AHORA (XX): EL CONSENSO SOCIAL



Jorge Gómez Barata

El consenso social se forma por las ideas compartidas, las metas comunes, la hondura de la cultura política; por la idoneidad de las instituciones y la calidad del liderazgo. El conjunto forma una sustancia aglutinadora que suelda las estructuras, une las voluntades individuales y crea mayorías haciendo que el todo sea más que la suma de las partes.

La Revolución Cubana, encabezada por Fidel Castro fue el demiurgo creador de la cohesión y de la unidad que permitió a Cuba avanzar hasta llegar a un punto en el cual, producto de tensiones sociales diversas, comenzó a agrietarse la estructura y debilitarse el monolito socialista donde parecía muy sólido. Así ocurrió en la Unión Soviética y Europa Oriental donde los cambios llegaron tarde. Las estructuras no resistieron y el sistema colapsó.

No se necesita ser un visionario para percatarse de que, como consecuencia de fenómenos y tensiones nacionales e internacionales, actuales y lejanas, el consenso ideológico y la cohesión social en la sociedad cubana se resienten. El diagnostico esta hecho, fue certero y provino de las voces autorizadas de Fidel y Raúl Castro: “El modelo no sirve ni para nosotros” “Cambiamos o nos hundimos”.

Aunque no son ajenos a los problemas de la sociedad cubana, el debilitamiento de sus estructuras no es atribuible únicamente a la acción del imperio ni de la contrarrevolución, sino al agotamiento de prácticas que fueron buenas para etapas pasadas y hoy carecen de posibilidades, a expectativas no cumplidas, a la obsolescencia de ciertas estructuras y a la falta de idoneidad de algunas instituciones.

En los años noventa fue correcto el llamado de Fidel a salvar las conquistas de la Revolución y el socialismo y desplegar lo que alguien llamó la cultura de la resistencia y mediante un esfuerzo calificado de “numantino” sobrevivir. Ningún militante revolucionario o cubano decente puede criticar esa epopeya que permitió a la Nación sobrevivir como tampoco admitir el inmovilismo que crea riesgos innecesarios. El peligro hoy no radica en los cambios sino en aplazarlos excesivamente o en no hacerlos.

El presidente Raúl Castro y su administración parecen haber identificado correctamente el punto por donde debían comenzar las reformas, que es en la “actualización del modelo económico”, un esfuerzo valido pero que aislado de la necesaria democratización del conjunto de la sociedad y de la renovación, no sólo de las personas sino de las estructuras del poder, puede agotarse antes de dar sus mejores frutos.

Hace falta también producir ideas filosóficas y políticas, abandonar la liturgia, relanzar el culto a la creación y la innovación, encontrar consignas que puedan ser compartidas por las mayorías, renovar el arsenal conceptual, sacudir el polvo de siglos que ha caído sobre el “trabajo ideológico”; así como profundizar y actualizar la cultura política.

A la vez es preciso crear un marco constitucional apropiado para abrir espacios a la innovación política, institucionalizar la dirección colectiva y hacer transparentes los mecanismo de toma de decisiones, renovar los procedimientos electorales para que las elecciones y las masas y no la “política de cuadros” sean los mecanismos de participación social renovadores de los liderazgos locales, institucionales y nacionales.

Ninguna grieta estructural se cierra sola, por si solas las grietas se agrandan. En algunos casos se pueden remendar, en otros es preciso reforzar, y en otros hay que demoler y sustituir horcones y vigas. Es verdad que son metáforas, pero con metáforas es como se lee la realidad. Allá nos vemos.

La Habana, 07 de octubre de 2012

Tomado de Moncada

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