quinta-feira, 4 de outubro de 2012

EN CUBA AHORA (XVII) : VIABILIDAD AGRICOLA



Jorge Gómez Barata

Suele afirmarse que Cuba es un país agrícola, aunque la agricultura apenas produce el 30 por ciento de los alimentos que el país consume (una fracción de los que necesita) y su aporte al PIB no llega al 10 por ciento.

Todo comenzó cuando bajo la administración colonial española, como parte de un modelo agro exportador, interesado en el mercado europeo y no en el consumo local, nacieron la plantación cañera operada con mano de obra esclava, las haciendas ganaderas extensivas y el latifundio surgido de la entrega por la Corona de grandes extensiones de tierra a sus servidores y al clero. La ocupación militar norteamericana (1898-1902) facilitó el traspaso de enormes extensiones a compañías estadounidense.

El esquema dio lugar a mega explotaciones agrícolas de propietarios absentistas (nacionales y extranjeros), manejadas por mayorales, capataces y encargados, empleados a sueldo, en términos clasistas más cercanos a los dueños que al hombre de campo y a una triada formada por: los terratenientes, el clero y los militares, a lo que comúnmente se llama oligarquía rural.

Esos elementos, unidos al abandono por parte del Estado que dio la espalda al campo, dieron lugar a gigantescas deformaciones estructurales que impidieron el desarrollo de la clase campesina, el fomento de la vida rural, la prosperidad rural, el desarrollo del campesinado y de relaciones de producción mediante las cuales interactuaran el campo y la ciudad, así como la agricultura y la industria, el comercio y otras ramas de la economía nacional.

Las entidades agrícolas, incluidas la industria azucarera, eran explotadas por trabajadores asalariados que, una parte del año producían plusvalía y cobraban salarios como los obreros pero vivían en el campo y, al concluir la cosecha de la caña, se convertían en una especie de parias que trataban de ganarse la vida a como pudieran. Otro sector estaba formado por los braceros haitianos y jamaicanos que vivían prácticamente como esclavos: sin pareja ni familia, alojados en barracones y que al no constar en los registros de población, en los record de emigración ni en las nóminas de las empresas, prácticamente carecían de existencia legal.

En aquel deformado ambiente, en la década de los cincuenta del siglo XX subsistían unos 100 000 colonos propietarios o arrendatarios de pequeñas y medianas extensiones de tierra, dedicados al cultivo de la caña de azúcar y de fincas destinadas a frutos menores y a la ganadería lechera. En el fondo del barril medraban arrendatarios y aparceros pobres que subsistían en una precariedad extrema. Aquella agricultura, técnicamente subdesarrollada y socialmente antediluviana, además de no satisfacer las necesidades alimentarias del país que, a pesar de los bajos niveles de consumo importaba la mayor parte de los alimentos, creaba situaciones extremas que daba lugar a intensas luchas.

El significado del medio rural cubano estuvo presente en pensadores del siglo XIX y en la prédica de los luchadores por la independencia. A mediados del siglo XX los elementos liberales y la izquierda formada por los comunistas fueron sensibles a las luchas de campesinos y obreros agrícolas y expresaron su posición en el texto de la Constitución de 1940 que proscribió el latifundio. En 1957 la Asociación Católica Universitaria (ACU) realizó una exhaustiva encuesta entre los pobladores de la campiña cubana que hasta hoy, junto con el alegato de Fidel Castro conocido como La Historia Me Absolverá, constituyen las mejores radiografías del campo cubano y que en conjunto evidenciaron la necesidad de una radical reforma agraria.

La reforma agraria llegó con la Revolución que nacionalizó el latifundio privado, repartió algunas tierras entre los pobladores del campo, creo las grandes explotaciones estatales, promovió la formación de cooperativas unificando las tierras de los antiguos y nuevos pequeños propietarios y mediante obras de infraestructura y una vigorosa y justa política social y cultural transformó el campo.

No obstante, al parecer porque algunas deformaciones estructurales persistieron cuando el latifundio privado (nacional y extranjero) fue sustituido por el de propiedad estatal, el esquema agroexportador sobrevivió, la agricultura cubana, la rama en la cual la Revolución ha invertido más, por la cual ha trabajado intensamente y donde se ha aplicado masivamente la ciencia y la técnica y se han esforzado los mejores cuadros del país, incluyendo la consagración durante décadas de Fidel Castro, no logra hacerse justicia.

Obviamente sobran las excusas acerca del clima y de los suelos, del mercado, los precios y la demanda. De lo que en esencia se trata es de un modelo económico rural colapsado y de que las relaciones de producción en el campo son un freno al desarrollo. El agro es otra asignatura pendiente de la Revolución y del socialismo. Esta vez no se trata de justicia ni de ideología, sino de eficiencia y viabilidad. Allá nos vemos

La Habana, 04 de octubre de 2012

Fuente: Moncada

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