quarta-feira, 24 de outubro de 2012

El Arca: La hora de los títeres



Por Nubia Piqueras Grosso *

La Habana (PL) Amante del teatro de títeres y "habanera de pura cepa", Liliana Pérez Recio es una fiel testigo de la obra restauradora y conservacionista que realiza la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC) en el barrio.

Graduada en el Instituto Superior de Arte (ISA), su sueño siempre fue encontrar un espacio en el Centro Histórico de la Habana Vieja -su terruño desde niña- para encauzar lo aprendido durante nueve años en el Teatro Nacional de Guiñol, desde una óptica diferente y con un mayor grado de compromiso con el público.

La propuesta no demoró, pero la respuesta hubo de esperar el momento oportuno: el surgimiento de una serie de instituciones dedicadas a las artes escénicas, bajo el amparo de la OHC.

Es así como junto a las sedes de Danza Teatro Retazos, en el patio de Las Carolinas; el Ballet de Lizt Alfonso, en el arco de Belén; y La Colmenita, en el Teatro de la Orden III, surgió -el 22 de octubre de 2010- la sala teatro para títeres El Arca, muy cerca de la rada habanera.

Tras la promesa cumplida, recuerda Liliana, vino la visita que junto al doctor Eusebio Leal hiciera a la Casa Pedroso, un antiguo inmueble restaurado que entonces (2009) acogía las oficinas del Historiador de la Ciudad en la planta alta. En los bajos ya él había reservado un lugar para los títeres.

Sin embargo, la verdadera hora de ellos llegó cuando Leal se paró en el espacio que hoy ocupa El Arca y recitó a Calderón de la Barca, relata la joven directora de esta institución, que también avanza en su empeño de acoger el primer museo de títeres en Cuba.

"Al principio la idea fue hacer un pequeño retablo, pero con el trabajo de los ingenieros, especialmente del inversionista Armando de la Barrera -un profesional con un conocimiento vasto de la mecánica teatral- logramos en este diminuto espacio ocupar milímetro a milímetro, para montar una técnica que responda a las necesidades básicas e históricas del teatro para títeres", comenta.

Fue así que la Casa Pedroso comenzó a cambiar su aspecto interior para darle paso a otros elementos anacrónicos en su entorno original, pero necesarios en su nueva función: piso, foso, puentes para marionetas, diferentes retablos, tarimas practicables, varas de tracción manual y motorizada, todo lo que necesita un teatro destinado a las figuras animadas.

UN BARCO A PUNTO DE ZARPAR

Para sus actuales moradores, la Casa Pedroso resulta un gran barco con su proa a la entrada de la bahía habanera a punto de zarpar todo el tiempo.

Todavía hoy algunas de sus paredes conservan los grafitis dibujados por las personas que vivieron antaño en ella, mientras observaban la entrada y salida de las embarcaciones.

Incluso, en el centro del recibidor aparece un ancla y el espacio donde otrora hubo un pequeño astillero, lo cual apoya la hipótesis de los arqueólogos de que en toda esa zona proliferó la construcción de barcos en el antiguo Puerto de Carenas, hoy Puerto de La Habana.

Pero, ¿qué puede haber en común entre este arte y el de teatro para títeres? Ambos están llenos de artificios, hilos, sogas y mandos, por eso vimos a este proyecto como el taller donde se fragua un mecanismo, responde Liliana, al tiempo que recalca su interés de promocionar a la institución como el punto de partida hacia el futuro, en que conocimiento, técnicas y testimonios se multiplican.

Por ello, desde sus inicios, desde el propio centro de documentación, concursos, talleres y cursos tratamos de marcar el buen hacer del teatro para títeres, precisa.

¿Por qué estas figuras animadas?

En verdad ya no sé en qué momento todo se radicalizó hacia el teatro para títeres; son como estaciones en el camino, responde la joven actriz y directora, en tanto recuerda cómo desde su etapa de estudiante en el ISA se sintió atraída por el trabajo de algunos de sus contemporáneos como Yanisbel Pérez y el grupo Palpito, al punto de decidir que ese era el teatro que le interesaba y deseaba hacer.

"El teatro es una encrucijada de las artes, y el de títeres, una especie de vuelta de tuerca porque trata de expresarse a través de un objeto que tiene un valor plástico más allá de lo que puede estar presente en el vestuario de un actor, que se embiste para convertirse en el personaje que interpreta.

La figura animada ofrece la posibilidad de dialogar desde las artes plásticas. Es un espacio donde el objeto tiene un valor en sí mismo, y como personaje una fuerza insospechada, ya que puede volar, amar, desnudarse sin pudores y mostrar hasta sus propias entrañas", precisa Liliana.

Con una capacidad para solo 64 espectadores, la sala El Arca es una platea flexible que se puede transformar de acuerdo con las características de cada espectáculo, y a las necesidades del director durante la puesta en escena.

"La mecánica escénica que se adquirió con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y Unicef, fue pensada para las dimensiones de la casa, toda de madera, con un puntal que no permite grandes equipamientos, de ahí el empleo de tecnologías modernas de bajo consumo y poca temperatura", reseña Liliana.

Sin traicionar su vocación titiritera, El Arca se ha abierto a colaboraciones teatrales, y en su pequeño escenario han dejado su impronta invitados como Rita del Prado y su Guarandinga, Mayra Navarro y Miriam Sánchez, con sus proyectos de narración y oral, entre otros artistas nacionales y extranjeros.

EL MUSEO DE LOS TÍTERES EN CUBA

Promover un arte relativamente joven en Cuba, con poco más de 60 años de rica historia y extenso quehacer profesional constituye la razón de ser del primer museo de títeres, que para el próximo año podría exhibir la Casa Pedroso como parte del proyecto El Arca.

"Junto a la idea de abrir una sala de teatro para títeres, Leal propuso hacer un museo que acogiera una colección. Un año después, en 2009, recorrimos el país y convocamos a todos los grupos titiriteros a que se sumaran a esta empresa, y a partir de entonces también comenzamos a recibir donaciones de muchos amigos del mundo", acota Liliana.

Precisamente uno de los retos actuales de la institución es lograr la inauguración del museo, cuyos trabajos de curación se realizan desde hace cuatro años.

"Realmente lo más difícil ha sido concluir el mobiliario por la complejidad del mismo, en tanto queremos que las personas interactúen con cada pieza que se muestre en el museo, que por demás se caracterizará por su atmósfera teatral. Cada sala recreará la historia y los lugares del teatro como pueden ser los camerinos, las tras bambalinas o los talleres para confeccionar los muñecos. Por tanto, cada mueble será una joya y una obra de arte en sí", precisa la joven directora.

Este museo, donde la presencia del titiritero y su técnica para animar a las marionetas podrá ser percibida por el público aunque no esté físicamente, también contará con una colección del Teatro Nacional de Guiñol y otra universal, a través de sus personajes más típicos.

Más de 100 piezas -algunas de ellas auténticas- con alto valor artístico y museable, a partir de la información que ofrecen sobre el espectáculo, época, autor, diseñador y actor que las animó, podrán ser apreciadas en este sitio.

Pero el indicador más saludable del intenso trabajo de este joven, heterogéneo y experimentado equipo es haber logrado un alto nivel de aceptación y fomentar un público que siente la necesidad de venir a la Casa Pedroso porque este es su espacio, indica Liliana.

Con más de 100 funciones en dos años, la obra El gato de Lilo abrió el camino, y desde entonces todos los fines de semana a las tres de la tarde, hora que al decir jocoso de los cubanos "mataron a Lola", quienes desandan el Centro Histórico de la Habana Vieja pueden disfrutar del buen arte de animar personajes tirando de los hilos.

*Jefa de la Redacción Cultural de Prensa Latina.

Tomado de Prensa Latina

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