terça-feira, 23 de outubro de 2012

ELECCIONES 2012: ¡ARRIBA LA CARPA!


Jorge Gómez Barata

La Revolución norteamericana (1776) es el suceso político que mejor desmiente el presunto protagonismo de las masas. Acaudalados aristócratas aunque también vehementes antimonárquicos, Washington, Jefferson, Hamilton, Adams y Madison trabajaron y debatieron durante 10 años el texto constitucional, que diseñó una estructura política basada en el “elitismo democrático”: democracia para las elites y exclusión para las mayorías. El modelo se convirtió en paradigma.

En sus primeros 28 años el sistema político creado por los artífices del estado norteamericano fue gestionado por ellos mismos que no dejaron espacio a ningún advenedizo. Washington fue el primer presidente y ejerció durante ocho años, seguido por John Adams, Thomas Jefferson y James Madison que 1817 fue el último representante de la generación histórica. James Monroe (1817-1825) fue el primero de la segunda generación.

El sistema electoral original se basó en una combinación de atribuciones del Congreso con el llamado Colegio Electoral, al principio designado por las legislaturas estaduales y que luego, mediante sucesivas enmiendas, curiosamente sin luchas populares (excepto las feministas sufragistas), se modificó paulatinamente para terminar eligiendo a los miembros de los colegios electorales por votación popular. A ello se sumó el derecho al voto de las mujeres, los negros y los jóvenes. De ese modo el mecanismo electoral se hizo más inclusivo.

Mediante esos procesos en Estados Unidos nació una forma de democracia, exclusivamente norteamericana, en la cual el modo de hacer política se basa en una triada formada por: el poder político, el dinero y la publicidad.

Lo más llamativo del sistema electoral norteamericano y probablemente lo que lo hace más vulnerable a la crítica foránea es el modo de financiación de las campañas electorales (respecto a lo cual la Constitución no dice una sola palabra) y el papel desempeñado por la publicidad, que lo convierte en una especie de show en el que no faltan elementos circenses, técnicas de marketing, consultas de opinión y en el cual son permitidas las alusiones personales, la invasión de la vida privada y familiar e incluso las cuestiones de alcoba.

La cuestión del dinero y el financiamiento a partir de contribuciones particulares recolectados por los candidatos y las maquinarias partidistas, aunque con frecuencia dan lugar a hechos de corrupción, se relacionan con las estructuras sociales y la cultura estadounidense donde no sólo la política sino todo funciona a base de dinero. Hombres tan probos como Lincoln y Carter también recaudaron fondos para sus campañas.

El hecho de que Mitt Romney sea inmensamente más rico que Obama y de que recaude más dinero, no le garantiza la elección y, para que en el orden establecido prevalezca la voluntad del gran capital no es preciso que las funciones públicas sean ejercidas por los dueños de las grandes fortunas. De hecho pocos presidentes han sido multimillonarios, incluso los hay de clase media y varios de origen humilde.

Lo censurable en el sistema político norteamericano no es la forma como son electas sus autoridades, sino el modo imperialista como estas utilizan el poder que el pueblo les confiere, especialmente respecto al resto del mundo, particularmente los países de América Latina y el Tercer Mundo. Luego les cuento.

La Habana, 23 de octubre de 2012

Tomado de Moncada

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