Emir Sader*
El
fracaso del golpe militar en contra del gobierno de Hugo Chávez en 2002
dejó a la derecha latinoamericana prácticamente desarmada frente a la
proliferación de gobiernos progresistas en el continente. Desde entonces
solo ha logrado recuperar a dos gobiernos – los de Honduras y Paraguay
-, mediante golpes blandos, frente a procesos que no lograban todavía
consolidarse.
Pero
recientemente hay muestras de procesos de recomposición de fuerzas
conservadoras en países de gobiernos progresistas en el continente. Las
amenazas a la continuidad en países como Brasil, Uruguay, Argentina, así
como problemas enfrentados en Venezuela y, de forma distinta, incluso
en Ecuador, apuntan a un fenómeno de ese orden.
¿En qué consisten esos intentos conservadores y cómo se dan?
Hay
elementos comunes entre ellos: el rol desestabilizador de los medios de
comunicación privados, con la fuerza que su control monopolista
propicia. Campañas de denuncias de supuestas irregularidades de los
gobiernos, que sirven para debilitar su imagen frente a la opinión
publica, así como para descalificar los Estados, gobiernos, partidos,
política, como forma indirecta de ensalzar el mercado y las grandes
empresas privadas. Una acción que busca crear climas de pesimismo en el
plan económico, de desánimo, de desaliento, que baje la misma auto
estima de las personas. Sin esa acción del que funge como partido de
oposición, no sería posible ningún intento de recomposición conservadora
en nuestros países.
En
base a la fuerza que acumule ese tipo de acciones, se busca proyectar
candidatos que representarían la antítesis de los gobiernos
progresistas, aunque tengan que reconocer éxitos de esos gobiernos,
sobretodo en el área social, cuyos principales programas ellos dicen que
van a mantener. Para lo cual necesitan caras jóvenes, “nuevas”, que
representarían una renovación de la política y de los partidos, que
ellos atacan todo el tiempo.
Sus
caras pueden ser distintas – Marina da Silva en Brasil, Luis Lacalle en
Uruguay, Héctor Capriles en Venezuela, Mauricio Rodas, alcalde de
Quito, en Ecuador, Sergio Massa en Argentina -, pero todos intentan
presentarse como “novedades”, personajes que renovarían la política.
Tienen todos, por detrás, al gran empresariado y sus intereses
mercantiles, en contra de los intereses públicos y de los derechos
sociales conquistados en estos años. Tienen alianzas internacionales que
tienen a Estados Unidos como su referencia central, en contra de las
políticas de integración regional y de intercambios Sur-Sur.
La
experiencia de Sebastián Piñera en Chile fue un primer intento de ese
tipo, con un empresario de éxito en la esfera privada, como supuesto
mejor gobernante para el Estado. Su fracaso demuestra cómo esas nuevas
caras apenas reproducen los viejos programas de la derecha tradicional y
terminan fracasando.
Significativamente,
las alternativas que se presentan con alguna fuerza en los países
progresistas, están todas a la derecha de los gobiernos, confirmando que
las fuerzas que dirigen esos procesos copan el campo de la izquierda y
de parte del centro. Los grupos de ultra izquierda, en todos esos
países, nunca han logrado conformar alternativas, dejando que ese rol
sea jugado siempre por fuerzas de derecha.
Sin
embargo, ya no es posible el camino liso y llano de golpes militares
al estilo de décadas atrás, la derecha se vuelca hacia los procesos
electorales, con grande maquinarias de publicidad, valiéndose además de
los medios privados de comunicación como su arma esencial.
El
éxito que puedan tener suponen, siempre, errores de esos mismos
gobiernos, el más destacado entre ellos es la no democratización de los
medios de comunicación, lo cual permite a la derecha disponer de un gran
arma de acción. Pero hay también errores en las políticas económicas,
con sus efectos en las políticas sociales – bastión fundamental del
prestigio y del apoyo obtenido por esos gobiernos. Asimismo, cuando
fallan las políticas sociales – a veces también por el efecto de la
inflación, se pierde apoyo popular.
En
las elecciones de este y del próximo años, algunos de esos intentos
conservadores se juegan todas sus fuerzas, como son los casos de Brasil,
Uruguay, Argentina, dado que en Bolivia todo indica que esas fuerzas
están derrotadas antes mismo de la fase final del proceso electoral, que
debe llevar a la reelección de Evo Morales.
Brasil
es un caso significativo, por la proyección que tiene el país en el
plano internacional, así como por el peso del Présal para su futuro. La
candidata originalmente ecologista, se proyecta como la nueva derecha,
que ataca directamente la política externa de Brasil, así como el peso
del Presal, así como propone la tradicional tesis de la derecha de la
independencia del Banco Central, apoyada por todos los medios de
comunicación privados.
La
forma cómo las fuerzas progresistas pueden neutralizar esos intentos
conservadores disfrazados de “nuevos”, es avanzando en la
democratización de los medios de comunicación, así como hacer las
readecuaciones en los políticas económicas y sociales, no para
retroceder, sino para avanzar en el camino victorioso en América Latina,
en que los procesos de integración tienen que ganar, finalmente, la
prioridad, siempre anunciada, pero nunca asumida efectivamente por sus
gobiernos. El camino es el desarrollo económico con distribución de
renta, otorgar un rol protagónico al Estado y dar prioridad a la
integración regional y a los intercambios Sur-Sur.
- Emir Sader, sociólogo y cientista político brasileño, es coordinador del Laboratório de Políticas Públicas de la Universidade Estadual do Rio de Janeiro (Uerj).
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