Cada vez que ha aparecido una de las revelaciones publicadas por la agencia estadounidense AP sobre las acciones de Washington para derrocar la Revolución cubana, aparecen también advertencias de que el conocimiento de ello pudiera llevar al paranoico gobierno cubano a endurecer posturas frente a Estados Unidos o a cerrar el intercambio que, aunque muy limitado aún, existe entre ese país y Cuba.
Sin embargo, lo cierto es que el aliento a un cierre de los intercambios entre ambas naciones está ocurriendo de modo cada vez más frecuente desde medios de comunicación establecidos en Estados Unidos y particularmente en Miami.
Las recientes noticias difundidas allí, sin pruebas ni datos que las avalen, de que Cuba estaría utilizando el intercambio académico con EE.UU. para reclutar agentes en universidades estadounidenses con vistas a infiltrarlos en instituciones militares norteamericanas parece ser una de esas señales dirigidas a sabotear cualquier acercamiento entre ambos países.
Según relató hace algún tiempo el académico cubanoamericano Félix Massud-Piloto, profesor de De Paul University, en Chicago, esto es lo que –de acuerdo con su experiencia- debe hacer un profesor de esa institución antes y después de viajar a Cuba ante el para nada paranoico gobierno de Barack Obama:
1) Ser interrogado por los abogados de la Universidad antes y después del viaje. En el interrogatorio se nos advierte que en Cuba tenemos que dedicar 100% de nuestro tiempo a la investigación académica / científica; cero visita a la familia y amigos.
2) Entregarle a los abogados, antes de viajar, un detallado plan de trabajo.
3) Explicar por escrito el proyecto de investigación y planes para la publicación de los resultados.
4) Entregarle a los abogados notas de su investigación.
5) Entregar recibos de todos los gastos incurridos en Cuba para ser revisados y aprobados por los abogados.
6) Firmar una declaración para certificar que todo lo dicho y entregado es cierto.
En carta a los organizadores del coloquio “Identidades culturales y presencia latina en los Estados Unidos”, efectuado en La Habana por la prestigiosa Casa de las Américas- Massud- Piloto denunciaba el profesor que “En varias ocasiones el F.B.I. ha solicitado hablar conmigo sobre mis actividades en Cuba y siempre me he negado, incluso cuando dos agentes se presentaron en mi oficina para invitarme a “conversar sobre Cuba y mis frecuentes viajes a la isla”.
A todo eso debe someterse un profesor estadounidense que viaje a Cuba, el país de donde jamás ha partido un acto terrorista contra EE.UU. y que sí ha sufrido más de 2000 muertes por actos violentos perpetrados desde Miami contra civiles cubanos.
Tanto el presidente Barack Obama, como su Secretario de Estado, John Kerry han dicho que es el intercambio con la sociedad estadounidense -que no acaban de abrir, permitiendo a todos los ciudadanos estadounidenenses visitar Cuba- lo que va a terminar con la Revolución. Aunque, según las encuestas, la mayoría de los estadounidenses que visitan la Isla regresan convencidos de que se debe cambiar la política de EE.UU. hacia La Habana y eliminar el bloqueo.
Con una “oposición” al gobierno cubano cuyo más reciente logro son las “fricciones” internas, reconocidas hasta por el El Nuevo Herald de Miami, y con la Cumbre de las Américas en Panamá en abril de 2015 pendiendo como una espada de Damocles sobre la política de aislamiento de EE.UU. contra Cuba, el extremismo anticubano ve acercarse su fin y, como un Sísifo de pacotilla, empuja cuesta arriba una piedra que muy posiblemente le pasará por encima.
La nueva política migratoria cubana los ha descolocado de tal modo que han tenido que convertir en “desertores” un locutor del noticiero de la madrugada en la televisión cubana de paseo por Miami, un deportista retirado que trabajaba como entrenador en Canadá y jóvenes miembros del cuerpo de baile del Ballet Nacional de Cuba de visita en Puerto Rico para mantener vivo el discurso de un “exilio” que cada vez encuentra menos asidero en la realidad, pues todos podían salir de Cuba hacia a EE.UU sin ningún impedimento sólo con que Washington les otorgara visa.
Pero a la industria del anticastrismo no le es suficiente transformar los emigrantes en desertores, hay que convertir los académicos en espías. (Publicado en CubAhora)
Tomado de la Pupila insomne
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