Eduardo Giesen A.
Ingeniero civil electricista, U. de Chile. Miembro del Colectivo VientoSur y de la Plataforma hacia Rio+20
Adital
Como antesala de la próxima Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, Río de Janeiro se prepara para ser sede, entre el 20 y el 22 de junio, de una nueva Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Pero, ¿qué está en juego en Río+20? ¿Cuáles son las propuestas oficiales, las presiones corporativas y las demandas desde la sociedad civil? ¿Quiénes son los actores principales, los secundarios y los ocultos? ¿Quiénes tienen realmente el poder? Es necesario algo de historia para entender cómo se llega a esta nueva Cumbre de la Tierra.
ESTOCOLMO ’72
La fiebre del crecimiento económico de postguerra, expresada en la intensificación de la industrialización y el extractivismo en la segunda mitad del siglo XX, llevaron a las naciones del norte global a experimentar fenómenos de contaminación transfronteriza que por primera vez concibieron como problemáticas necesarias de ser debatidas y enfrentadas, no de manera particular y aislada, sino como cuestiones globales, en el seno de las Naciones Unidas.
Por cierto, los impactos sociales y ambientales generados, desde las épocas coloniales, por los estados o empresas de los países industrializados en los países del sur global, ya sea por procesos de contaminación local o depredación, nunca fueron, hasta hoy, concebidos como una cuestión global digna de ser debatida internacionalmente.
Puede o no ser casualidad que, habiendo sido la contaminación del Mar Báltico por emisiones lejanas una de las más notorias y evidentes situaciones de crisis ambiental global, la primera Convención de Naciones Unidas para el Medio Ambiente Humano se realizó en Estocolmo en junio de 1972.
Estocolmo ’72 fue también escenario de la primera cumbre paralela impulsada por organizaciones ambientalistas, dominadas entonces por las conservacionistas que tenían expresión principalmente en los países del norte, como la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN, 1948), The Nature Conservancy (TNC, 1951) y el Fondo Mundial para la Vida silvestre (WWF, 1961). Surgían también organizaciones con un prisma más político, como Amigos de la Tierra (1969), fundada por un director del antiguo Sierra Club (1892), molesto por la debilidad de su rechazo a la energía nuclear.
Chile, como buena parte de América Latina, se mantenía ausente de estos debates globales emergentes, inmerso en la agitación política que lo sacudía entre el progresismo socialista y la reacción de la derecha económica. Esta saldría finalmente victoriosa a punta de golpes militares, y, sobre la base de esta misma fuerza militar, sentaría las bases para imponer en nuestro país un modelo sin precedentes en cuanto al sometimiento de los bienes comunes (sociales y naturales) al poder del mercado.
No obstante, las problemáticas y las organizaciones ambientales no habían sido del todo inexistentes en el escenario nacional. En 1968 nacía la primera ONG ecologista, el Comité pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF), como respuesta a conflictos de contaminación urbana y las amenazas sobre ecosistemas y especies en peligro. Los parques nacionales comienzan a evolucionar desde "áreas de interés ambiental” hacia el de "lugares de conservación y preservación de los ecosistemas de importancia nacional”.
A comienzos de los años 70, ya se empezaban a hacer sentir voces de comunidades afectadas por la contaminación industrial, como el -ahora, amplificado- caso de Puchuncaví, cuyos agricultores campesinos y pescadores artesanales ya reclamaban por el impacto de las flamantes fundición de cobre (entonces de ENAMI) y planta termoeléctrica de Ventanas, entonces ambas estatales. Cuentan que el gobierno de la Unidad Popular había encargado a Rumania una planta de ácido sulfúrico para mitigar las emisiones de dióxido de azufre de la fundición, y que tuvo que devolverse en pleno viaje debido al golpe militar.
A Estocolmo la sucedieron, durante los ’70, una serie de conferencias mundiales sobre "cuestiones globales”: población, alimentación, asentamientos humanos, agua, desertificación, ciencia y tecnología, etc., que avanzaban a la nueva concepción de un sistema global interrelacionado, operando bajo restricciones comunes.
Las iniciativas políticas de los gobiernos se vieron acompañadas de una creciente producción bibliográfica que relaciona el desarrollo socio-económico y la ecología, que tiene un hito en "Los Límites del Crecimiento”, del Club de Roma (1972), que van orientando los consensos hacia un paradigma que fuera aceptable para las élites internacionales del desarrollo, que no cuestionara su liderazgo y, bajo una noción de ecosistemas globales, dirigiera la atención a un tercer mundo sobrepoblado e insustentable.
DESARROLLO SUSTENTABLE: ¿UN NUEVO PARADIGMA?
Luego de un escabroso camino, la política internacional produjo en 1987 el Informe de la Comisión de Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo, más conocido como Brundlandt (por el apellido de la ex-primera ministra noruega que lo dirigió), dando a luz al paradigma del "desarrollo sustentable” (o "sostenible”), que incorpora la variable ambiental y de la disponibilidad de recursos naturales en el largo plazo, no como una responsabilidad ética, sino como parte de una estrategia de aseguramiento del crecimiento futuro.
Así como alrededor de 1970 el "crecimiento con equidad” (que llegaría a Chile recién el 2000 como slogan de campaña presidencial) había sido el concepto para reinventar el desarrollo: Más desarrollo para eliminar la pobreza (que se intensifica con el desarrollo); ahora el "desarrollo sustentable” era la nueva piedra filosofal: Más desarrollo, para eliminar la pobreza, que impide el uso sostenible de los recursos.
Las evaluaciones retrospectivas de personalidades del ambientalismo nacional e internacional sobre el desarrollo sustentable y su vigencia no son generosas. Para el destacado Ingeniero Agrónomo Nicolo Gligo, Director del Centro de Análisis de Políticas Públicas de la U. de Chile y Coordinador del Informe sobre el Estado del Medio Ambiente de Chile, "el famoso paradigma del desarrollo sustentable no tiene ninguna validez. Desarrollo sustentable tiene tantas interpretaciones como voluntades políticas para manejar el medio ambiente. (..) Es una trampa semántica como otras que ya se hacen frecuentes en la temática ambiental, y donde desafortunadamente, tropiezan muchos ciudadanos”.
Para Nnimmo Bassey, presidente de Amigos de la Tierra Internacional y Premio Nobel Alternativo 2010, "el desarrollo sostenible se ha convertido en un oxímoron, una contradicción de términos. (..) Lo que se ha buscado es la acumulación sostenible de los beneficios, el poder militar y los derechos de explotación acelerada de los ecosistemas y los pueblos vulnerables.”
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