domingo, 2 de setembro de 2012

Algunas reflexiones sobre política cultural


Graziella Pogolotti • La Habana

Sabido es que los lineamientos de la política cultural de la Revolución se formularon en 1961, en las célebres reuniones de Fidel con los intelectuales efectuadas en la Biblioteca Nacional. Los principios fundamentales que se mantienen incólumes son:

1.   Democratización de la cultura.
2. Libertad de creación sin interferencia de normativas derivadas del realismo socialista.
3.  Estímulo a la participación popular en los procesos culturales.

Sin embargo, transcurrido medio siglo el panorama ha cambiado, tanto en el orden internacional como en cuanto a los rasgos característicos de la sociedad cubana. Desaparecido el campo socialista europeo, se impone la necesidad de un rediseño económico con vistas a garantizar la sostenibilidad y la soberanía del país. Entonces, cumplidas las grandes nacionalizaciones, el Estado podía asumir una política de los recursos en lo material y en lo espiritual. Ahora, hay que establecer criterios de racionalidad. Entonces, los cambios introducidos por la Revolución determinaron una dinámica social acelerada, evidente en el acceso de los más desfavorecidos a las universidades, así como a altas responsabilidades en las Fuerzas armadas, en el gobierno y en el Partido. Esa dinámica se desaceleró paulatinamente y ha sufrido un retroceso palpable a partir de los 90 del pasado siglo. En aquella época predominaba una noción de la cultura asociada a las bellas artes, a la recreación y a una formación intelectual más exigente. El avance de las ciencias sociales, la experiencia acumulada y la influencia de los medios potenciados por las nuevas tecnologías conducen a definiciones que asocian la cultura con la vida en todos los órdenes: expresión de valores, arraigo de la identidad nacional, ámbito de la espiritualidad ante la arremetida del consumismo, cimiento de la resistencia frente a las múltiples formas de penetración imperialista.

Entonces y ahora, nuestra razón de ser y nuestra garantía de supervivencia responden a una Revolución “de los humildes, por los humildes y para los humildes”, lo que no implica ilusorios igualitarismos, sino construcción de una sociedad orientada hacia los intereses últimos del pueblo con plena conciencia y participación de sus integrantes.

Cultura y sociedad

Con esta concepción, la cultura se inscribe en el tejido de la sociedad considerada en su conjunto. La puesta en práctica de la política correspondiente no puede limitarse al área administrativa de un ministerio, del que dependen las instituciones que conforman el esqueleto que propone modelos. Le corresponde, asimismo, fijar pautas y ajustar plataformas de orden conceptual, atenidas a las demandas de una dinámica social siempre cambiante. La política cultural se lleva a cabo no solamente a través del ministerio que la dirige, sino también del sistema nacional de educación, el Instituto Cubano de Radio y Televisión, los órganos de prensa, el Ministerio del turismo, el de la Industria ligera, los responsables del diseño urbano y los órganos del Poder Popular. Interviene en todo aquello que influye en la vida cotidiana de las personas.

Subvenir a sus necesidades no puede ser responsabilidad de un solo aparato de gobierno, por cuanto requeriría una enorme inversión de recursos financieros y materiales, así como un incontenible crecimiento de la burocracia. Sus beneficios tangibles e intangibles repercuten en todos los ámbitos de la sociedad.

En los momentos actuales, la inclusión de la política cultural como uno de los factores presentes en una política nacional de desarrollo, resulta imprescindible desde el crecimiento previsto de una economía no estatal y la aparición de un mercado con sus tendencias distorsionadoras. De elaborarse una plataforma de política cultural en función de las demandas contemporáneas habría que elaborar un cuerpo jurídico que regulara funciones y responsabilidades.

Sin pretender agotar el tema, me detendré en algunos aspectos específicos.

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