sexta-feira, 21 de setembro de 2012

Los que sostienen la paz


 Queremos un mundo de paz para todos

Cuando alguien habla de la paz en este planeta es imposible que nuestro cerebro no piense también en la guerra…

Justo Planas Cabreja*

21/09/2012

Durante la Conferencia de las Naciones Unidas que se celebró este año en Río de Janeiro, el secretario general, Ban Ki-moon, dijo a los jefes de Estado del mundo: “Insto a todos a que, desde ahora y hasta el 21 de septiembre, pensemos en cómo podemos aportar nuestro grano de arena. Trabajemos de conjunto para que el camino que comienza en Río nos lleve a un desarrollo sostenible, una paz sostenible… y un futuro seguro para todos”.

La intención es crear una paz sostenible, que ella misma emerja en un desarrollo sostenible y configure así un futuro sostenible... el adjetivo se repite lo suficiente para que uno intente convertirlo en verbo y se pregunte: ¿Quiénes sostienen la paz, el desarrollo y el futuro?

Habría que empezar diciendo que sostenible es una palabra demasiado conforme. Cuando alguien habla de la paz en este planeta es imposible que nuestro cerebro no piense también en la guerra… Paz sostenible solo parte del reconocimiento de que es imposible erradicar la guerra. Desde ese ángulo uno mira al desarrollo y el futuro (sostenibles) como dos objetos bien pesados que flotan sobre nuestras cabezas y son soportados por un hilo fino y quebradizo: esa paz que hoy es casi sinónimo de guerra.

Uno trata de no pensar demasiado que existen ocho países (declarados) con armas nucleares en este momento, que una solita puede desencadenar una ola de destrucción que extinguiría buena parte de las especies del planeta en cuestión de semanas… pero no solo hay una, sino miles. Uno trata de no darle muchas vueltas a esa idea porque si no viviría bajo la cama con la almohada alrededor de los oídos esperando que en cualquier segundo, sin avisar siquiera (así sucedería en todo caso), se viera una pequeña luz y ¡zassss!

Es un poco paradójico este asunto. Y nos hace pensar en lo paradójico que es el hombre, y decimos esto para no mencionar demasiado la palabra absurdo. Construye armas para salvarse que terminarán acabándolo todo. ¿Cómo se comprende esto?

Está más que comprobado que los hombres que construyen estas armas, hombres muy inteligentes, eminencias de la física y la matemática, no son asesinos en serie. Son asalariados como nosotros que a fin de mes ganan una respetable suma de dinero y pasan sus vacaciones en París con la familia. Ellos hacen la bomba, pero no sienten que la hacen.

Es paradójico, dicho está, porque siempre imaginamos al hombre salvaje con su lanza acribillando sin compasión a un igual para comerse él solo un jabalí. Sin embargo, siempre consideramos como muy civilizado a este otro que hace una formulita, aprieta por aquí una tuerquita y ¡listo! otra bomba atómica que le permitirá ahorrar para la universidad de su hija.

Quizás usted y yo seamos de alguna forma semejantes a ese hombre, pues como él intentamos no tomarnos demasiado a pecho este asunto, al final no está en nuestras manos resolverlo… He aquí una vez más como aparece la resignación de llamar sostenible a la paz, que significa hablar de guerra inevitable.

Sin embargo, hay, en efecto, guerras inevitables. A pequeña escala uno puede observarlo en los niños, si uno le quita a otro un juguete y el otro se lo pide y aquel dice que no… ¡se formó la pelea! A muy gran escala podríamos contar así los intentos de los independentistas cubanos del siglo XIX por cortar las cadenas con España: hubo negociaciones, no sirvieron, pues he aquí que aparece la Guerra Necesaria.

Y sí, Martí llamaba necesaria a su guerra porque a pesar de su tendencia a la paz, de su confianza en el hombre, sabía que la época y las circunstancias hacían el hecho de matar a otro ser humano (¿no consiste en esto la guerra?) inevitable. Sí, hay guerras necesarias.

Pero todos sabemos que dos niños no se pelean si tienen cerca una maestra que medie, que decida lo que es justo. Y dos siglos después de la Guerra Necesaria cubana, la humanidad tiene, de hecho, una institución soberana que existe para mediar y decidir lo que es justo.

Esa es precisamente la ONU, pero aún existen las guerras… El hombre, lo decimos una vez más, es paradójico. El ejemplo de Alfred Nobel habla por sí solo: inventó la dinamita (con la que se hizo la guerra por un buen tiempo) y, arrepentido quizás, con las fuertes sumas que le dio su creación organizó el Premio Nobel, que laurea, entre otras, a aquellas personas que contribuyen a la paz.

Quizás de eso se trate la petición de Ban Ki-moon, quizás debemos todos, como padres, trabajadores, vecinos… arrepentirnos un poco del pasado y comenzar a cultivar a pequeña escala el extenso huerto de la paz.

*Periodista que aborda temas culturales, especificamente cine y literatura. Recibió el II Premio de Ensayo “José Juan Arrom” por el trabajo “El reverso mítico de Elpidio Valdés”.

Tomado de Cubahora

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