quarta-feira, 8 de janeiro de 2014

ÉPOCAS Y ACENTOS

 
Jorge Gómez Barata

Entre los factores que explican los éxitos de las corrientes progresistas de izquierda, incluso socialistas en América Latina, figura la ausencia de afiliación ideológica que caracterizó a los movimientos políticos en el siglo XX.
 
De haberse proclamado como liberales, marxistas-leninistas, socialdemócratas o socialcristianos, Ortega, Lula, Kirchner, Correa, Evo Morales, Funes, Bachelet, Mujica e incluso Chávez, en lugar de ganar adeptos los hubieran perdido. Lo mismo ocurre con los nacionalistas y con aquellos que se proclaman anticomunistas, cosa que ni siquiera hace ya el Papa. 

Ningún sector de la izquierda, en ninguna parte, debería obviar las evidencias probatorias de que se vive una era en la cual, al menos en América Latina, el debate político ha trascendido las opciones y las definiciones ideológicas, cosa que incluso ocurre a lo interno de muchos partidos y caracteriza a los movimientos sociales. Los liberales aceptan socialistas en sus filas y los comunistas se abren a los creyentes y no reparan en preferencias sexuales. 

No se trata de que se haya impuesto la desideologización, sino de que las afiliaciones doctrinarias no son determinantes en las opciones políticas. Por primera vez en nuestro continente, sin que nadie lo auspicie y haga proselitismos al respecto, prácticamente de modo espontaneo se han configurado verdaderos frentes amplios o nacionales que encuentran expresión orgánica en entidades como los foros sociales. 

Esas tendencias se asocian a cambios en la arena política internacional, entre otros a las consecuencias de la desaparición de la Unión Soviética, a la crisis de la partidocracia tradicional y el fracaso del neoliberalismo, al auge de los movimientos sociales y sobre todo a la calidad de los liderazgos centrados en el progreso de sus países, en la aplicación de políticas sociales inclusivas, en la lucha contra la pobreza y por la justicia social más que por el triunfo de algún partido o clase social. Hoy las metas compartidas cohesionan más que las ideologías.

No cabe dudas de que el socialismo impulsado en la Unión Soviética y en los países de Europa Oriental perdió capacidad de convocatoria al investir artificialmente a algunos procesos sociales de una esencia clasista que no poseían. Tal es el caso de diversas expresiones de la cultura, de la fe y de la filosofía. Tal vez nada fue tan costoso como la errónea orientación de que el socialismo, además de materialista, debía ser ateo.

Aunque empujada por circunstancias planetarias como la Guerra Fría y la desmesuradamente feroz agresividad norteamericana que condicionaron su desempeño, la Revolución Cubana fue precursora de esos procesos. El Programa del Moncada es la plataforma política más unitaria y plural que ha existido en la historia de Cuba, y la lucha en la Sierra Maestra el más inclusivo de todos los movimientos políticos. Para Fidel Castro la unidad nunca fue un recurso táctico sino un credo.

El tema da para más pero el espacio no. Luego les cuento más. Allá nos vemos.

La Habana, 08 de enero de 2014

 
Tomado de Moncada

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