José Luis Rodríguez. Foto: EFE.
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José Luis Rodríguez,
ministro de Economía de Cuba entre 1995 y 2009, es de los pocos
expertos de la Isla que mantiene públicamente un análisis sistemático y
riguroso, desde posiciones socialistas, sobre las transformaciones que
agitan la Isla. En un país que se levanta casi todos los días con un
nuevo decreto en la Gaceta Oficial
que avanza hacia cambios estructurales del modelo económico, apenas se
escuchan a los funcionarios explicando las medidas en lengua de la
calle, mientras en el espacio digital -con una altísima capilaridad en
la Isla a pesar de la débil infraestructura de Internet- florece todo
tipo de análisis especulativo, frecuentemente con la brasa arrimada a
propuestas neoliberales.
En cualquier caso, la economía es el tema de los temas en el país.
Cuba se enfrenta a un dilema de hierro: o actualiza, revisa y
reconstruye su estructura económica o la Revolución corre el riesgo de
sucumbir ante la presión combinada de sus propios errores y las
agresiones del bloqueo de EEUU, en un momento delicadísimo de reacomodo
del consenso de Washington hacia la Isla.
Rodríguez, asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM),
de La Habana, responde preguntas en vísperas de la última sesión
plenaria del año en el Parlamento cubano, que tiene en agenda el
análisis de los resultados del llamado “proceso de actualización” y los
planes para el 2015.
Hacia dónde va Cuba
–¿Por qué actualización y no reforma económica?
–Puede deberse a dos razones. Por un lado se ha querido
enfatizar que todos los cambios que se están proponiendo suponen la
actualización de un modelo socialista, que se ha calificado también como
socialismo posible. Por otra parte, se ha querido tomar distancia de
las reformas -que a nombre de supuestamente perfeccionar el socialismo-
llevaron a su desaparición en Europa.
–¿Cuál es exactamente el modelo Económico elegido? ¿Hacia dónde va Cuba?
–El modelo del socialismo cubano elegido supone el perfeccionamiento
de la sociedad que se ha construido hasta aquí y tiene varios rasgos
fundamentales que reiteran su matriz socialista.
En primer lugar se mantiene la propiedad social sobre los medios de
producción fundamentales -es decir- los que resultan determinantes para
el desarrollo del país. Se establecen límites al desenvolvimiento de la
propiedad no estatal al reducir su capacidad de acumulación y se asegura
la prestación de servicios sociales básicos universal y gratuitamente.
Al mismo tiempo, se abren espacios a la pequeña propiedad privada
-como autoempleo o trabajo por cuenta propia-, la propiedad cooperativa
agropecuaria y no agropecuaria y las empresas mixtas con capital
extranjero. Se parte así del concepto que otras formas de propiedad no
estatal pueden contribuir al desarrollo del país, sin ser predominantes y
si se les encauza adecuadamente, es decir, sin que se conviertan en
preponderantes.
Este es un cambio significativo, pero a él se ha llegado partiendo de
que -por un lado- una propiedad estatal únicamente no asegura el éxito
del socialismo en la fase de construcción socialista en que nos
encontramos; por otro lado, durante años se trató de seguir ese camino y
el balance no ha sido favorable.
Por último hace ya tiempo que la teoría marxista llegó a la
conclusión de que la existencia de relaciones de mercado en el
socialismo obedece a un determinado grado de desarrollo en el cual no
puede socializarse directamente el trabajo individual de los
productores, y se requiere de las categorías mercantiles para hacerlo.
Por lo que se impone la necesidad de reconocer esa realidad si queremos
avanzar a un desarrollo más racional. Eso no significa que la presencia
de las relaciones de mercado -en el grado en que las mismas se
reconocen- no tengan que ser monitoreadas y sometidas a control social
para compensar sus efectos socialmente negativos. Lo dicho anteriormente
da una idea de que en nuestras condiciones esto es lo que puede
asegurarnos un desarrollo socialista posible de acuerdo a las
circunstancias de subdesarrollo en que se desempeña nuestra economía,
aunque -desde luego- no es nada sencillo.
¿Socialismo de mercado?
–Desde la llamada cubanología se interpreta que lo que se está
produciendo en Cuba es la “transición a una economía socialista de
mercado”, que necesariamente debe ir acompañada de cambios estructurales
en el sistema político del país. ¿Usted que cree?
–En relación a lo primero, cualquiera que estudie la evolución
histórica de las experiencias del llamado socialismo real claramente
entenderá que nosotros no nos estamos proponiendo un socialismo de
mercado.
Esta fue una apelación para calificar las reformas económicas
emprendidas en los años 60 del pasado siglo, que propiciaron una amplia
introducción de mecanismos de mercado en países como Yugoslavia, Hungría
y también en la URSS con la Perestroika. Esas reformas suponían que el
mercado en su actuación no era para nada contradictorio con el
socialismo, por lo que se amplió cada vez más la presencia de esos
mecanismos para hacer más “eficiente” la gestión económica, sin tomar en
cuenta la connotación social de los mismos y sin monitorear y compensar
sus efectos perversos. La historia demostró que del socialismo de
mercado quedó solo el mercado sin socialismo.
Las criticas de la cubanología siguen la lógica de que si se
introduce el mercado, debe llegarse hasta las últimas consecuencias -es
decir al capitalismo- para lograr una eficiencia superior. De ahí que
presupongan eufemísticamente cambios políticos para atemperarse a esa
tendencia, lo que no es otra cosa que provocar el transito al
capitalismo. Por mas vueltas que le quieran dar, eso es lo que está en
el fondo de sus “recomendaciones”.
–Abundan los que exigen celeridad a los cambios e incluso quienes
se pronuncian por un “shock”. ¿Es posible imponer mayor ritmo a las
transformaciones?
–No puede perderse de vista que -luego de muchos años de Período
Especial- las expectativas de la población son muchas y en muchos casos
muy intensas. Sin embargo, la magnitud de los cambios que se requieren
en el funcionamiento de la economía para satisfacer las necesidades de
la población son de una gran magnitud y complejidad. Se trata incluso de
implementar medidas sobre las cuales no existen experiencias en nuestro
medio, por lo que se requiere un periodo de prueba para validarlas e
incluso valorar no solo su impacto económico, sino también
sociopolítico, habida cuenta de la gran importancia de los factores
subjetivos en este proceso.
Una decisión precipitada en este sentido puede comprometer el proceso
de actualización. Esto no significa que no se avance en todo lo que sea
posible y que no comprometa los objetivos estratégicos a alcanzar. Por
ejemplo, se han adoptado decisiones que flexibilizan la venta de
viviendas particulares, el acceso a instalaciones turísticas
internacionales y se admite la recontratación de jubilados que pueden
-además- cobrar un salario sin perder su pensión.
En síntesis, la afirmación del Presidente Raúl Castro de avanzar sin prisas pero sin pausas, pienso que tiene total validez.
Difícil precisar ritmos de cambio en la economía–¿Dónde no se ha producido el cambio que se esperaba al aprobarse los Lineamientos hace dos años y medio?
–En primer lugar es preciso recordar que los Lineamientos
tienen un período de implementación de 5 años o más en algunos casos,
por lo que muchos impactos esperados en el cronograma de aplicación
pueden encontrarse aún en proceso de realización.
Por otro lado, la concreción de resultados en la economía cubana -que
tiene un nivel de apertura superior al 47%, por lo que depende mucho de
lo que ocurra en la economía internacional- está sometida a un elevado
nivel de incertidumbre. Si a esta realidad añadimos la presencia del
bloqueo económico de Estados Unidos, es muy difícil lograr una elevada
precisión en los ritmos de cambio en la economía.
Adicionalmente hay medidas que originalmente se plasmaron bajo
determinadas premisas y a lo largo del tiempo han tenido que ser
complementadas con otras decisiones. Un ejemplo está en la entrega de
tierras ociosas para la producción agropecuaria, que fue normada
originalmente por el Decreto Ley 259 y después fue complementada con el
Decreto Ley 300, así como por otra serie de medidas para facilitar la
gestión del sector. También la experimentación de nuevas formas de
gestión del poder popular en las provincias de Artemisa y Mayabeque se
ha extendido en el tiempo más allá del plazo original, a partir del
análisis de las experiencias de su compleja implementación.
–¿Que beneficios se perciben de las transformaciones iniciadas en el 2011?
–El ordenamiento del modelo económico cubano ha tenido que
necesariamente comenzar por las grandes decisiones que modifican la
estructura de gestión en la macroeconomía, por lo que -lógicamente- es
en esa esfera donde podemos apreciar algunos resultados de importancia.
Si nos remitimos a los problemas más significativos que recogen los
Lineamientos de la Política Económica y Social observaremos que estos
son el desbalance financiero externo y la baja productividad presentes
en el país.
En el primer aspecto se observa cómo de un saldo comercial negativo
en relación al PIB que era -5% en el 2008, se ha pasado a un saldo
positivo de +1,6% en el 2013 gracias a la expansión de las exportaciones
y a la sustitución de las importaciones y el ahorro.
En otras palabras, el saldo positivo del comercio exterior, aporta
recursos que permiten iniciar un proceso gradual de renegociación y pago
de la deuda externa. En este último aspecto se aprecia cómo se obtuvo
recientemente la condonación del 90% de la deuda de la antigua URSS con
Rusia -deuda inscripta en el Club de París- y también se logró la
condonación del 70% de la deuda con México, al tiempo que se ha dedicado
un volumen sustancial de recursos a liquidar los adeudos externos a
partir del año 2009.
Todo esto es de importancia estratégica, pues permite crear mejores
condiciones para ampliar la inversión extranjera, elevar la tasa de
inversión del país y aumentar los ritmos de crecimiento hasta alcanzar
en pocos años cifras del orden del 6 al 8%.
En relación con la productividad del trabajo, esta ha crecido un 7,8%
en los últimos 5 años, ritmo que si bien no resulta muy elevado, ha
permitido en la última etapa que este indicador crezca más rápido que el
salario medio para evitar presiones inflacionarias.
No obstante, queda mucho por hacer para lograr un crecimiento
equilibrado y autosostenible, pero esto también requiere tiempo y
recursos.
Fin de la doble moneda, ajuste cauteloso
–La mayoría de la población no percibe aún mejoras en la microeconomía ¿cómo mantener el consenso en tales circunstancias?
–Todo proceso de ajuste económico -aun cuando se haga con criterios
esenciales para preservar lo alcanzado por nuestra sociedad- enfrenta
desafíos inevitables a corto plazo.
Probablemente uno de los mayores desafíos radica en cómo realizar los
cambios estructurales indispensables para que el país se desarrolle y,
al mismo tiempo, lograr mejoras en el nivel de satisfacción de las
necesidades de la población, que -como ya se apuntó- acumulan carencias
propias del Período Especial.
Algunas decisiones adoptadas apuntan en esa dirección. Por ejemplo,
el proceso de reestructuración de las empresas estatales permite que las
mismas ajusten el pago de salarios a los resultados productivos, lo
cual -donde se han aplicado las medidas propuestas- ha posibilitado
incrementar sustancialmente los salarios sin provocar presiones
inflacionarias, lo que potencialmente abre nuevas alternativas al 49% de
los ocupados en el sector estatal que laboran en empresas.
La situación es más compleja en el sector presupuestado, pero también
-sin afectar el equilibrio fiscal indispensable- se han elevado los
salarios en el sector de la salud y a los deportistas. De igual modo,
en el sector no estatal de la economía -donde labora alrededor del 26%
de los ocupados- se obtienen ingresos más elevados.
No obstante, a pesar de estos avances y las potencialidades que se
perciben, el deterioro del salario real y las restricciones para
expandir servicios como el transporte y la construcción de viviendas,
constituyen factores a tomar en cuenta en la lucha por el indispensable
equilibrio que debe irse alcanzando entre la satisfacción de las
expectativas y la creación de condiciones para lograrla.
Junto a ese avance, necesariamente gradual, debe lograrse un mayor
nivel de información y participación de los trabajadores en todo este
proceso, lo que constituye -en mi opinión- un elemento esencial para
mantener el consenso indispensable.
–¿Cuánto pesa la unificación monetaria para el éxito global de la transformación de la economía en Cuba?
–La dualidad monetaria que llevó a la circulación paralela del peso
cubano (CUP) y el peso convertible (CUP), que se implementó en 1993,
permitió evitar una devaluación de la tasa de cambio oficial que -de
haberse efectuado- hubiera llevado a una situación muy difícil de
controlar. Igualmente en el sector empresarial permitió implementar en
paralelo un proceso de descentralización en la toma de decisiones, que
hoy podemos evaluar positivamente desde la distancia que nos separa de
los años 90.
También la dualidad monetaria permitió -mediante la creación de las
Casas de Cambio (CADECA)- drenar una parte significativa del exceso de
liquidez que se acumuló en manos de la población en esos años y llegó al
73% del PIB. Al mismo tiempo se abría un consumo en divisas -también
gravado por un impuesto sobre la venta- para al menos la parte de la
población que tenía acceso a la misma, que llegó aproximadamente a
estimarse en el 60% de la población a finales de la pasada década.
Todos estos impactos positivos se fueron perdiendo en la misma medida
en que la doble circulación monetaria y la doble tasa de cambio
asociada a esta fue haciendo cada vez más complejo el manejo de la
contabilidad en dos monedas, lo que hacía muy difícil conocer la
situación económica real en el país.
Por tanto, un proceso de cambios como el actual tiene como requisito
indispensable ordenar nuestra contabilidad y las estadísticas
retornando a un sistema monetario único con el peso cubano como centro.
No obstante, se trata de un proceso de elevada complejidad que
llevará necesariamente un periodo de tiempo, ya que se trata de devaluar
la tasa de cambio oficial que se mantiene hoy en 1 CUP=1 CUC o peso
convertible (equivalente a un USD) y hacer converger la tasa de cambio
entre el Estado y la población donde se cambia 1 CUC = 25 CUP. Es sin
dudas una operación en la que se requiere avanzar cautelosamente para
que resulte exitosa.
En la actualidad se trabaja en el grupo de transformaciones de mayor
complejidad en medio de una coyuntura externa no favorable. No obstante,
la hoja de ruta que se trazó con los Lineamientos aprobados en el 2011,
asegura los cambios indispensables para avanzar estratégicamente en la
creación de condiciones para un desarrollo sostenible a mediano plazo.
(Tomado de La Jornada, México) CubaDebate
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