LA HABANA. La cooperación en materias de salud e investigación médica
puede convertirse en uno de los caminos más sólidos para el
acercamiento entre dos países todavía muy distantes. Una organización
norteamericana busca, desde hace más de 20 años, generar sinergias en
una esfera donde ambas naciones muestran notables resultados.
Se nombra Medical Education Cooperation with Cuba
(MEDICC), radica en Oakland, California, y agrupa a decenas de
profesionales vinculados a la sanidad en toda la Unión americana.
“No podemos cerrar los ojos ante las diferencias que existen, pero
nuestra organización posee el privilegio de estar en uno de los campos
donde más se ven los beneficios de la cooperación en lugar de la
hostilidad”, opina Gail Reed, periodista de Chicago que asume, desde su
oficina en el barrio habanero de Santos Suárez, la representación de MEDICC Review, una publicación trimestral que traduce al inglés artículos e investigaciones de médicos cubanos y de otros países.
“La asociación nos ayudaba a organizar viajes de estudiantes de
medicina a Cuba. Yo los acompañé en alguna ocasión”, recuerda Javier
Nieto, profesor en la Universidad de Wisconsin-Madison y miembro de
MEDICC. “Este intercambio se interrumpió a partir del 2003 o 2004 con
las restricciones que impuso el gobierno de Bush”. Hasta entonces unos
1500 norteamericanos pudieron conocer de primera mano el sistema de
atención médica en la Isla.
“Las posibilidades de colaboración son ilimitadas: empezando por
intercambios académicos, en ambos sentidos. Cuba puede aportar mucho a
las organizaciones de Salud Pública en Estados Unidos sobre medicina
preventiva, particularmente en poblaciones desfavorecidas”, valora
Nieto, con el deseo de visitar otra vez la nación antillana. “Todavía
mantengo amigos y colegas allí”, apunta.
Quien sí ha podido retornar al archipiélago caribeño es el presidente
de la asociación, el doctor William Keck, profesor emérito de la
Northeast Ohio Medical University.
“He viajado casi 30 veces en los últimos 23 años. Me impresionó la
eficiencia y la eficacia del modelo de acceso universal a la salud que
han desarrollado. Seguramente podemos aprender de un país de bajos
recursos que alcanza, sin embargo, un status de salud en su gente que
iguala o mejora el nuestro, gastando muchísimo menos por persona”,
argumenta Keck.
“No es que sea una buena idea la colaboración entre los dos países,
¡es imprescindible!”, enfatiza Gail Reed y ejemplifica con el que a su
juicio ha sido el beneficio más sustancial para los Estados Unidos de
los intercambios promovidos por MEDICC.
“Bajo nuestra Alianza Comunitaria por la Equidad en Salud líderes
locales de Los Ángeles, Oakland, Albuquerque y El Bronx, de Nueva York,
diagnosticaron sus problemas de salud y viajaron a Cuba para
intercambiar con colegas que están tratando los mismos asuntos
(obesidad, diabetes, embarazo en la adolescencia…) De ahí se derivaron
ideas; por ejemplo, representantes de Oakland vieron el médico de la
familia en cada barrio y se preguntaron: ¿por qué no podemos tener
médicos en nuestras estaciones de bomberos o en las iglesias? No tenemos
que construir nada, sino reordenar el presupuesto local y ubicar los
servicios más cerca de la población. Y eso se ha hecho”; asegura Reed.
Publicaciones de MEDICC. |
Apoyar buenas ideas
Desde la fundación de la Escuela Latinoamericana de Medicina, de La
Habana, MEDICC provee ayuda para la formación de sus educandos. Lo hace
porque le interesa además acompañar a los jóvenes norteamericanos que
reciben becas para estudiar en ese centro educativo.
Hasta 2015, unos 250 jóvenes estadounidenses de bajos recursos han
matriculado gratuitamente en la institución con el compromiso de
retornar a atender a las comunidades desfavorecidas en su país. El
número de graduados es cada vez mayor.
“Nuestra ayuda consiste en conseguirles mentores que los mantengan
«conectados» con el sistema de salud norteamericano durante sus
estudios”, explica Reed. “También financiamos, en parte o totalmente,
los famosos boards (exámenes) que determinan el ingreso a la
residencia médica en Estados Unidos. Esas pruebas cuestan cerca de 2 000
dólares, y más del 90% de los estudiantes provienen de familias de
bajos ingresos y de minorías raciales y étnicas que no pueden pagarlos”,
explica Gail Reed.
La buena voluntad demostrada por la ONG le ha dotado de gran
prestigio entre los profesionales cubanos. Pedro Urra, fundador y
director por muchos años de INFOMED, la red informática del Ministerio
de Salud, la define como “un canal serio y responsable (…) porque ha
visualizado la realidad de la Salud Pública cubana y ha puesto en
contacto a expertos de ambos países en un clima de respeto y diálogo”.
Ese aval es el que pretende emplear la organización para impulsar
convenios binacionales. “En abril esperamos en La Habana a dos grupos de
miembros de la Asociación Americana de Salud Pública, a la cual
ayudamos a firmar un memorándum de entendimiento la Sociedad Cubana de
Salud Pública”, adelanta Reed.
La experiencia sedimentada tras lidiar con las regulaciones y
voluntades políticas de ambos países también es otra herramienta en
manos de MEDICC que sirve para aconsejar a potenciales inversores
norteños en la industria farmacéutica o la investigación médica: “Una
total colaboración no será posible hasta que el embargo sea revocado”,
argumenta el presidente Keck.
“La disminución de restricciones puede facilitar esfuerzos iniciales
de investigación conjunta, pero no está claro qué pasará cuando estén
involucrados dólares desde Estados Unidos. Además, las experiencias
pasadas volverán muy cautelosos a los cubanos en las asociaciones con
norteamericanos. A todo esto hay que sumar que el sector de la Salud en
Cuba ha sido largamente dirigido por el Estado y las ganancias
permanecen bajo control central para administrar servicios, suministros,
medicamentos y equipos. Las pronunciadas diferencias con la perspectiva
estadounidense de administrar puede estresar a los socios”, apunta.
“Los avances de la biotecnología cubana deben ser sujetos a las
mismas pruebas de la Agencia Federal de Medicamentos que el resto de los
productos del mundo”, insiste la periodista. “Los pacientes y médicos
norteamericanos tienen derecho, por ejemplo, al Heberprot P, un producto
que podría evitar muchas de las 70 a 80 mil amputaciones por pie
diabético que se reportan cada año en Estados Unidos”.
“Es importante que los norteamericanos vayan conociendo la cultura,
la historia y los avances que se han hecho en Cuba como resultado de una
inversión grande en recursos humanos. Yo quisiera que los
norteamericanos fueran sensibles a los problemas de un país pobre como
Cuba y lo que espero es que Estados Unidos no siga contribuyendo a esos
problemas”, confiesa.
Esa puede ser la base para una relación, al fin, saludable.
Foto de portada: Gail Reed, corresponsal de MEDICC en La Habana.
Tomado de Progreso Semanal
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