quarta-feira, 4 de março de 2015

¡A DESALAMBRAR!





Jorge Gómez Barata

“…Cuando despertaron, el bloqueo ya no estaba…”

El bloqueo norteamericano pudo haber llevado a Cuba a la Edad de Piedra. El hecho de no haberlo conseguido, no disminuye el impacto. 

No recuerdo el momento que reparé en los efectos no económicos y en las consecuencias culturales del bloqueo norteamericano que, junto a otros componentes políticos y militares, sostenidos por más de medio siglo, tuvo un doble efecto: aisló a la sociedad cubana, a sus líderes, profesionales, intelectuales y académicos de su entorno natural formado por Estados Unidos, América Latina y Europa Occidental, y la empujó a otro, representado por la Unión Soviética que, aunque generoso, era desconocido, enigmático y en muchos sentidos atrasado.

En el siglo XVIII comenzó un proceso que duró alrededor de doscientos años, en el cual, económica, comercial, financiera, tecnológica y luego políticamente, Cuba se convirtió en una dependencia de los Estados Unidos. El hecho, que tuvo de positivo la integración de la isla a circuitos económicos, técnicos y culturales avanzados, tuvo también consecuencias desastrosas cuando en 1960 se estableció el bloqueo, y se cortaron todos los lazos. 

Entre otras cosas, en unos diez años Cuba fue obligada a sustituir su equipamiento industrial, el transporte (automotor, ferroviario, aéreo y marítimo), la maquinaria agrícola y para las construcciones, la base energética, las comunicaciones nacionales e internacionales, incluyendo la telefonía, así como transmisores y millones de receptores de radio y televisión. La reconversión obligó a la sustitución de las normas y los instrumentos de pesas y medidas, y a introducir nuevas maquinarias de impresión y equipos de oficina.

El cambio, que no pudo impedir una vasta labor educacional y una genuina revolución cultural, fue tan drástico que incluyó muchos textos escolares, y el equipamiento de los laboratorios de las universidades y centros de investigación. La transformación afectó incluso a las herramientas de mano. La llave que aprieta una tuerca norteamericana, no servía para aflojar una soviética. 

En esa forzada y gigantesca reconversión tecnológica, que coincidió con la transformación del sistema social y el paso a la economía estatal, modificó las formas de dirección de la sociedad, las técnicas de administración y los mecanismos de toma de decisiones, y se sustituyó todo el equipamiento de un país medianamente desarrollado, por otro más atrasado. Con esa tecnología se emprendió el desarrollo, en lo cual se invirtió el equivalente a decenas de miles de millones de dólares.

Está por investigar el impacto cultural de esas y otras acciones. La Habana es la única capital del mundo donde desde hace más de 50 años no circula ninguna publicación occidental, y desde hace veinte, ninguna extranjera. Novedades de Moscú y Sputnik fueron las últimas. Se trata de una urbe donde aún la población no tiene acceso expedito a INTERNET.

En medio siglo, por razones económicas y políticas, apenas se han importado libros y divulgado ensayos extranjeros de economía, filosofía, sociología, historia y otras ciencias sociales. Durante 30 años la carencia y el vacío cultural fue suplido principalmente por esfuerzos nacionales, manuales y otros títulos soviéticos, y obras de Carlos Marx, Federico Engels y Lenin.

En ese período, en las universidades cubanas se formaron alrededor de diez generaciones de profesionales e intelectuales, que arrastran un déficit cultural que, al no existir puntos de comparación, el propio bloqueo impide aquilatar.

Un detalle no carente de importancia es el desconocimiento que presumiblemente tienen los empresarios y operadores económicos cubanos de las modernas corporaciones trasnacionales y norteamericanas, y de su modo de operar, en lo cual no sólo los chinos y los vietnamitas, sino los latinoamericanos y los cubanos residentes en Estados Unidos pudieran ayudar.

La tarea de superar el bloqueo no terminará cuando, al fin, el sacrosanto y todopoderoso Congreso de los Estados Unidos decida levantarlo, sino que ahí comienza. Lo primero será desalambrar y estudiar.

La última vez que tuvimos en Cuba una firma, planta industrial, o comercio norteamericano fue hace más de 50 años. A los ritmos de hoy es demasiado tiempo. Con ese hándicap llegamos al mundo corporativo del siglo XXI. No hay temor. De peores hemos salido. El desbloqueo no será peor que el bloqueo. La idea de que para sacar un clavo se necesita otro, la introdujo un vendedor de clavos. Allá nos vemos.

La Habana, 03 de marzo de 2015 

Tomado de Moncada

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