quinta-feira, 24 de julho de 2014

Supervivientes de las bombas israelíes: "Lo único que todavía no nos han quitado es el aire"

 
"Te metas donde te metas te van a bombardear. Gaza es una ratonera, pero ¿adónde podemos ir?", se pregunta Ahmed al Masri, un vecino del barrio de Al Nasser. El edificio en el que vive fue bombardeado hace cinco días
 
Tres niños palestinos, conmocionados tras sobrevivir a un bombardeo israelí. REUTERS/Finbarr O'Reilly
 Tres niños palestinos, conmocionados tras sobrevivir a un bombardeo israelí. REUTERS/Finbarr O'Reilly

 
La familia de Ahmed al Masri vive en la cuarta planta de un bloque de once pisos en el barrio de Al Nasser, en las llamadas Torres de los Mujabarat, que se construyeron hace unos diez años para las familias de los policías de la ANP. Su hijo es policía, o por lo menos lo fue bajo el gobierno de Al Fatá, y durante los últimos siete años de gobierno de Hamás ha seguido cobrando su sueldo sin tener que trabajar.
 
Hace cinco días la artillería destruyó un piso de la novena planta. Su propietario, Mohammed Abu Zaanún, salió despedido y cayó a la calle, muriendo instantáneamente. "Probablemente fue un error, porque no era un miliciano, no se metía en cuestiones políticas, y no le avisaron de que iban a bombardear su casa", comenta Masri, de 62 años.
 
Después de este ataque y de otro que hicieron los barcos de guerra contra la torre de al lado, con toda la apariencia de ser tan indiscriminado como el primero, la mayoría de los vecinos se han marchado. En el edificio de 44 apartamentos donde vive Masri solo siguen ocupados cuatro, a pesar de que el barrio de Al Nasser es uno de los más tranquilos Gaza.
 
Solo en la vivienda del portero de la finca, Mazen Haddad, en la planta baja, se refugiaron 30 personas cuando comenzaron los bombardeos, pero todos se marcharon después de la bomba contra la planta novena. La casa de Al Masri acoge ahora a la familia de su hija, que tiene cinco hijos pequenos.
 
Mais, una niña de 4 años, pide a su hermano de dos años que se tranquilice cada vez que se oye una explosión cerca, y luego otra, lo que ocurre varias veces mientras dura la entrevista. "No te asustes, que ha sido muy lejos", le dice la pequeña, aunque las detonaciones asustan a todos.
 
Masri perdió a uno de sus tres hijos el pasado viernes, hace una semana. Fue a visitar una casa del barrio que estaba en venta y justo en ese momento un avión lanzó una bomba contra la casa. El hijo murió en el acto. "Te metas donde te metas te van a bombardear. Gaza es una ratonera, pero ¿adónde podemos ir?", pregunta Masri, que trabaja como secretario en una autoescuela.
 
Heva, la hija de Masri que ha buscado refugio aquí, reside en Beit Hanún, un pueblo del nordeste de Gaza pegado a la frontera con Israel. En los últimos cinco años Heva y su familia han tenido que abandonar su casa en tres ocasiones a causa de otros tantos conflictos bélicos. Su marido se ha refugiado en casa de sus padres. En la casa de Masri, que tiene tres habitaciones, viven ahora los ocho habitantes habituales, más Heva y sus cinco hijos.
 
La bomba de hace nueve días "cayó a las 9 de la mañana. Yo estaba viendo la televisión. El edificio se sacudió. Al principio no sabíamos qué estaba ocurriendo. Luego, los vecinos empezaron a gritar. Todos salimos a la escalera y subimos hasta la novena planta para ayudar. Entonces vimos lo que había ocurrido", cuenta Masri.
 
Desde el inicio de las hostilidades alrededor de 500 viviendas han sido destruidas completamente por las bombas en la Franja de Gaza, y las que han sido destruidas parcialmente se cuentan por millares, lo que sugiere que Israel aplica una política indiscriminada de castigo colectivo contra la población civil, especialmente en tiempo de guerra.
 
La familia Masri lleva cinco días sin agua ni electricidad. Desde entonces bajan a diario a la calle con garrafas de agua para llenarlas de los camiones cisterna. Su única distracción pasa estos días por contar las bombas que caen una y otra vez en los alrededores. Como todos los gazatíes, por el sonido son capaces de discernir perfectamente cuándo se trata de una bomba lanzada por un avión, un barco o la artillería.
 
Heva abandonó su casa en Beit Hanún cuando una bomba mató a un vecino en la casa de al lado, el sobrino de su marido. "El bombardeo era muy intenso y en medio de las bombas salimos a la calle. Empezamos a correr y los helicópteros nos disparaban por detrás para que nos diéramos más prisa. Seguimos corriendo hasta llegar a un hospital, pero al día siguiente bombardearon el hospital", cuenta Heva.
 
Cuando se le pregunta por qué siguen viviendo en Beit Hanún, de donde han tenido que marcharse tres veces en los últimos cinco años, responde: "¿Adónde vamos a ir? En Beit Hanún están nuestra casa y está nuestra tierra, ¿adónde podemos ir?".
 
A continuación suena una explosión cerca y todos los presentes se encogen durante unos segundos. "Esto es algo normal, pasa cada día, pasa continuamente", dice Heva, y la familia Masri se ríe a continuación. En seguida suena otra explosión, y luego otra. "Han sido explosiones lejanas", comenta Heva.
 
La madre de Heva, vestida de negro, que está sentada junto a su hija, dice: "No queremos un alto el fuego, queremos que todo esto se acabe, que se acaben los bombardeos, que los barcos dejen de disparar, que los aviones dejen de disparar, que abran la frontera, si no ¿para qué servirían tantos muertos?".
 
El portero Haddad tiene la nariz y la frente vendadas, como resultado de los daños colaterales de la metralla de una bomba que le dio cuando estaba reparando una cañería de agua. "No hay justicia ni clemencia. Todo el mundo occidental apoya a Israel", disse.
 
La familia Masri es originaria de Yafa, junto a Tel Aviv, de donde fue expulsada en 1948. Se refugiaron en Gaza y aquí nació Ahmed poco después. En Yafa tenían una casa y muchas tierras pero todo eso forma parte del pasado. "Nos echaron de Yafa y nos persiguen en Gaza, y el mundo occidental sigue apoyando a Israel. Lo único que todavía no nos han quitado es el aire".
 
Tomado de Público.es

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