sábado, 7 de junho de 2014

Venezuela es víctima de una guerra no declarada


El Foro Internacional “Conjura mediática contra Venezuela” sesionó en Caracas este jueves y viernes, con la participación de un grupo de intelectuales e investigadores de la comunicación proveniente de 8 países de América Latina y Europa. Foto: MINCI
 
La conjura de los medios de difusión masiva, como instrumentos para la injerencia y la guerra subversiva de Estados Unidos contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro y el pueblo venezolano forma parte de una dominación de espectro completo.
 
Como parte de una guerra de ocupación integral de los países de Nuestra América, la intervención estadunidense en curso en Venezuela responde a nuevas concepciones del Pentágono sobre la definición de enemigos (lo que incluye guerras contra no-Estados o contra enemigos asimétricos, no convencionales o irregulares, verbigracia, el terrorista, el populista radical, el traficante de drogas), que podrían actuar en Estados fallidos o ser patrocinados por Estados delincuentes según la siempre arrogante terminología utilizada por el hegemón del sistema capitalista mundial. Lo que ha derivado en las guerras asimétricas de nuestros días, que no se circunscriben a las reglas establecidas en los códigos internacionales y evaden las restricciones fronterizas de los Estados.[1]
 
La continuada intentona estadounidense para la ocupación integral de Venezuela, vía el golpe de Estado, la desestabilización económica, el desabastecimiento de productos de primera necesidad (entre ellos alimentos y medicinas), la generación del caos y una violencia fratricida, el magnicidio, el secesionismo, el paramilitarismo, el mercenarismo y el terrorismo mediático, forma parte de una “dominación de espectro completo”, noción diseñada por el Pentágono antes del 11 de septiembre de 2001,[2] que abarca una política combinada donde lo militar, lo político, lo económico, lo mediático y lo cultural tienen objetivos comunes y complementarios.
 
Dado que el espectro es geográfico, espacial, social y cultural, para imponer la dominación se necesita manufacturar el consentimiento. Esto es, colocar en la sociedad sentidos “comunes”, que de tanto repetirse se incorporan al imaginario colectivo e introducen, como única, la visión del mundo del poder hegemónico. Eso implica la formación y manipulación de una “opinión pública” legitimadora del modelo. Ergo, masas conformistas que acepten de manera acrítica y pasiva a la autoridad y la jerarquía social, para el mantenimiento y la reproducción del orden estabelecido.
 
Como plantea Noam Chomsky, para la fabricación del consenso resultan clave las imágenes y la narrativa de los medios de difusión masiva, con sus mitos, medias verdades, mentiras y falsedades.[3] Apelando a la sicología y otras herramientas, a través de los medios se construye la imagen del poder (con su lógica de aplastamiento de las cosmovisiones, la memoria histórica y las utopías), y se imponen a la sociedad la cultura del miedo y la cultura de la delación. O de otra manera, la fabricación social del miedo, que incluye la manufacturización de enemigos internos. Verbigracia, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, aquí en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Andrés Manuel López Obrador y el EZLN en México.
 
La fabricación de imaginarios colectivos busca, además, facilitar la intervención-ocupación de Washington con base en el socorrido discurso propagandístico de la “seguridad nacional” estadounidense y/o la “seguridad hemisférica” y otras argucias como la mentada democracia y la defensa de los derechos humanos. Debido a que desde hace más de medio siglo los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca se abrogan el derecho de intervenir en cualquier parte del mundo, para justificar la extraterritorialidad de sus operaciones de contrainsurgencia, los actuales estrategas del Pentágono utilizan una entelequia jurídica denominada “nación huésped”, cuyo gobierno “invita” a Estados Unidos a intervenir en su territorio en contra de su propio pueblo. Verbigracia, para citar un caso cercano, el México de Felipe Calderón. O fabrica, financia y arma a una disidencia interna, para que a través de una violencia caótica planificada, sectores de la llamada “sociedad civil” llamen a una intervención, como ocurre en Venezuela y Cuba.
 
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