sábado, 14 de junho de 2014

Antonio Maceo Grajales y Ernesto Che Guevara. Ciertas coincidencias

Cada 14 de junio los cubanos recordamos a estos gigantes de la historia de nuestro paíscuyo pensamiento y acción nos sirven de guía en los momentos actuales



 Foto: Granma
 Ciertas coincidencias ocurren por algo, co­mo si quisieran resaltar la grandeza de peculiares días, de momentos trascendentes o distinguir figuras que han construido su propia historia y defendido la de su pueblo. El 14 de junio, aunque con una diferencia de 83 años, nacieron dos de los grandes protagonistas de la trayectoria de nuestra independencia: An­tonio Maceo Grajales y Ernesto Che Gue­vara.

¿Fue fortuita entonces la misma visión guerrillera, la fe inquebrantable en el triunfo, la seguridad en la independencia de la Patria tanto tiempo anhelada, el espíritu fuerte y la mente y el cuerpo enfocados en una causa justa y beneficiosa para su pueblo?, obviamente no. Ese 14 de junio no solo devino fe­cha insigne por el nacimiento de estas figuras emblemáticas, devino significativa por el origen de un mismo y firme pensamiento y ac­tuar revolucionario.
 
Nacido en Santiago de Cuba en 1845, Ma­ceo fue un hombre de ímpetu ex­traor­dinario, no podría haber resultado diferente siendo el primogénito de los Maceo Grajales. Re­cor­de­mos su resolución al incorporarse con tan solo 48 horas de diferencia al histórico llamado de la Demajagua, su decidida actitud frente al Pacto del Zanjón, su papel definitorio en Man­gos de Baraguá, su labor certera en la Invasión a Occidente, su constante accionar en las guerras de independencia, donde recibiera una veintena de heridas en las más de 800 batallas en las que participara. Una extensa hoja de servicios donde valores como la fidelidad a la causa insurrecta y el espíritu revolucionario e internacionalista sobresalían siempre por encima de sus propios intereses.
 
En esa misma fecha, pero en 1928 y en Rosario, ciudad de Argentina, nació el Che Gue­va­ra para, progresivamente —junto a otra generación de combatientes—, continuar la la­bor que durante años Maceo había sostenido por su pueblo. Su prioridad coincidía con la de su predecesor: contribuir a la emancipación definitiva de la Patria cubana —que se vol­vió su­ya— y la del continente latinoamericano.

Quién diría que ese pequeño asmático, ese joven aparentemente común, joven so­ña­dor, estudiante de Medicina, devendría uno de los más constantes y firmes combatientes del proceso independentista, síntesis de los valores más completos de revolucionario y hom­bre integral: el Che aparecía en to­das las tareas que la lucha insurrecta procu­raba. Ex­pe­dicionario del Granma, combatiente, jefe de la Columna In­vasora No. 8 “Ci­ro Re­don­do”, y con el triunfo, encargado de disímiles tareas del Estado y el Go­bierno cu­banos: je­fe militar de La Cabaña y de Capacitación del Ejército Re­belde, jefe del Departamento de Industrialización del Ins­tituto Nacional de Reforma Agraria, presidente del Banco Na­cional de Cuba, jefe militar de la re­gión de Occidente, ministro de Industrias, miembro de la dirección del Partido, entre otras mu­chas.

En sus respectivos tiempos, con historias diversas, Maceo y Che protagonizaron una misma y única lucha con el perpetuo objeti­vo de alcanzar la soberanía de Cuba. Preten­der aglutinar en simples líneas siquiera nociones de hombres que se erigen en paradigma, se tor­na complicado cuando sus acciones, a pe­sar de los años, se mantienen presentes para todo un Pueblo.

Granma

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