Si bien los problemas ambientales globales datan de las primeras décadas del siglo XX, la Conferencia de Estocolmo sobre el Medio Humano, en 1972, sentó las bases para que la llamada comunidad internacional se percatara de los impactos negativos que provoca la expansión de un modelo económico muy lesivo al entorno.
Pese a la escasa presencia de Jefes de Estado y Gobiernos, el encuentro suele ser tomado como referente del inicio de un movimiento internacional que designó el cinco de junio, fecha de su reunión, como el Día Mundial del Medio Ambiente.
La iniciativa la ratificó ese mismo año la Asamblea General de la ONU y creó su Programa para el Medio Ambiente (PNUMA), por sus siglas en inglés, un plan de acción con 109 recomendaciones, encaminadas a la preservación y conservación.
Poco después comenzaron a proliferar foros de negociación, instrumentos legales y Convenciones.
Sin embargo, 20 años más tarde, por la arraigada lentitud de semejantes procesos a la hora de firmar y ratificar los documentos, la Conferencia de ONU sobre Medio Ambiente sesionó en 1992, en Río de Janeiro, aunque esta vez contó con la participación de representantes de 179 países.
Uno de ellos, Cuba, en voz del líder histórico de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, desentrañó en cuestión de minutos la madeja en términos definitorios: "una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre."
Las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente, surgida de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza, que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad.
Para entonces, ya la Isla había modificado el artículo 27 de la Constitución y le incorporó el concepto de desarrollo sostenible y paulatinamente creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, elaboró su Estrategia Ambiental Nacional y completó instrumentos jurídicos sobre áreas forestales, protegidas y costas.
Incluso, en 2001 sirvió de sede del Día Mundial del Medio Ambiente y en 2003 de la VI Conferencia de las Partes de la Convención de Desertificación y Sequía, cuando Hama Arba Diallo, su Secretario Ejecutivo, me confió su admiración por los resultados cubanos en la materia.
Apenas un ejemplo evidencia la certeza de este diplomático de Burkina Faso: antes de 1959, la superficie boscosa de Cuba era de un 14 por ciento y la capacidad de embalse de agua de 48 millones de metros cúbicos.
Con el paso del tiempo, el índice de cobertura de bosques llegará en 2015 al 29,4 por ciento respecto a la superficie total de la nación, y la capacidad de embalse ascendió a 13 mil 600 millones de metros cúbicos.
Así y todo, las prioridades actuales en gestión ambiental por efectos del cambio climático centran la atención en que el archipiélago cubano es altamente vulnerable, debido a la elevada temperatura y nivel medio del mar, regímenes cambiantes de precipitación y eventos meteorológicos extremos, para todo lo cual existe un programa de enfrentamiento.
Tomado de ACN
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