Dilma Rousseff enfrenta una situación política compleja en Brasil. (TeleSUR TV) |
Lídice Valenzuela
Los líderes de la partidocracia brasileña llevan a cabo un inocultable
plan de desestabilización del gobierno e irrespeto por la figura de la
presidenta...
No hay gobiernos ni líderes perfectos, pero tal parece que la derecha
brasileña, apoyada por Estados Unidos, está comprometida en el intento
de derrocar a la presidenta Dilma Rousseff —lo que por supuesto no hizo
contra la dictadura militar ni contra el neoliberal Fernando Henrique
Cardozo— mediante un golpe blando legislativo, mientras la acribillan
políticamente desde los medios de comunicación masiva en manos de los
monopolios oligárquicos.
Sin la pretensión de la defensa a ultranza de Roussef, quien se ha
visto obligada a hacer alianzas incluso con figuras alejadas de su
ideología, la realidad indica que hay un marcado interés por sacarla del
Palacio del Planalto (Palacio de los Despachos), cuando apenas tiene
ocho meses de cumplir su segundo mandato, en el que fue electa por la
voluntad popular representando al Partido de los Trabajadores (PT).
En Brasil se dice que entre políticos “todo termina en pizza”, es
decir, en una comida italiana de reconciliación. Esta vez, por el
contrario, parece que los intereses derechistas solo sienten necesidad
de saciar su hambre de cambio de gobierno mediante un golpe blando, que
parece enfilado a ser dado por el Congreso Nacional, como ocurrió en
Paraguay con Fernando Lugo.
La mandataria acaba de retornar de un viaje a Europa, donde se reunió
con sus socios del grupo BRICS —China, Rusia, Brasil, India y
Sudáfrica—, poderoso equipo económico internacional con principios
diferentes a las del sistema capitalista.
Para Estados Unidos está claro que Brasil es una pieza clave en
Latinoamérica y no le conviene la estratégica presencia de China y Rusia
en esta área de 600 millones de habitantes, por lo tanto, la mandataria
representa un peligro, y el gobierno norteño arremete contra lo que
pueda interrumpir su estrategia de reconquistar la región donde ahora
existen gobiernos de izquierda y progresistas. Desde ese punto de vista,
a la Casa Blanca le conviene situar en el Planalto a una figura más
acorde con sus criterios contra los poderosos miembros del BRICS y su
influencia en la región.
Rousseff gobierna Brasil bajo la presión no solo de la derecha, sino
también de elementos de la izquierda que, aunque no sea con ánimos de
destruirla, le hacen el juego a sus enemigos, exigiendo una
radicalización del gobierno y un mejor trabajo en el ámbito social.
Si miramos el panorama brasileño sin prejuicio, salta a la vista que la
líder del PT no puede quizás hacer más de lo que ahora está a su
alcance, con una economía en retroceso, con un conservador ministro de
Economía —Joaquím Levy— criticado por amplios sectores políticos y
populares por su procedencia neoliberal, y con una situación financiera
internacional adversa que castiga no solo a Brasil.
Es cierto que ante un aparente disminuido PT la situación se torna
difícil para Rousseff, en lo que constituye el cuarto mandato
consecutivo de ese partido, surgido en las fábricas de Sao Paulo bajo la
conducción del exmandatario y su mentor político Luiz Inacio Lula da
Silva, quien ahora declaró que esa organización debía cambiar sus
métodos, aunque sin criticar a su ahijada política. Para muchos, Lula
quiere retornar al gobierno.
Cuando Lula da Silva fue presidente las circunstancias eran muy
diferentes, pues encontró a una población harta del neoliberalismo,
aunque en realidad nada hizo en sus dos mandatos para cambiar las
estructuras económicas sobre las que se asienta la sociedad brasileña.
No obstante, bajo los liderazgos del PT, Brasil consiguió prácticamente
eliminar la pobreza extrema, según el Banco Mundial, que en su informe
del 2014 indicó que la renta del 60 % de los brasileños aumentó en la
última década, y la cifra de quienes vivían con menos de dos dólares por
día se redujo del 10 al 4 %.
El gran programa de servicios públicos emprendido por la mandataria
llamado “Más médicos”, con la colaboración de más de 11 000 galenos y
personal de la salud cubana, atendió a 50 millones de personas pobres en
las zonas más agrestes del país.
APROVECHAR LA CORRUPCIÓN
A la desaceleración económica, las protestas públicas —que vienen desde
el Mundial de Fútbol y sus enormes gastos en el 2014—, la oposición
dentro del Congreso Nacional y la inercia del PT y de la presidenta en
pasar a una ofensiva revolucionaria, se unió el escándalo de corrupción
en la emblemática estatal petrolera PETROBRAS, que salpicó a políticos y
empresarios, y de la cual los opositores culpan a la mandataria, cuando
ese es un caso que salió ahora a flote, pero que se conoce desde que
Cardozo gobernaba en los años 90.
Poco después, otro proceso de corrupción estremeció el país, cuando la
policía federal arrestó a ejecutivos de las dos firmas de construcción
más grandes de la nación debido a que presuntamente participaron en la
trama de PETROBRAS.
Otávio Marques de Azevedo, presidente de la firma Andrade Gutierrez, y
Marcelo Odebrecht, titular del grupo empresarial que lleva su apellido,
dirigen nueve empresas - bajo investigación judicial- que manejan casi
toda la obra pública de los gobiernos nacional, provinciales y
municipales; controlan el 75% de las ocupaciones para los Juegos
Olímpicos del 2016, como antes lo hicieron para el Mundial, y financian
-según sus acusadores- las campañas de casi todos los partidos
políticos, entre ellos el oficialista PT y el opositor Partido de la
Socialdemocracia Brasileña de Aécio Neves, el líder de la oposición
derechista al gobierno.
Los ejecutivos resultaron detenidos en Sao Paulo junto a otros 10
directivos por mandato del juez Sergio Moro, a quienes califican de
“justiciero”, pero que algunos periodistas indican que le hace el juego a
la derecha porque desea ascender en la política.
Neves, perdedor en las elecciones del 2014, –quien atrevidamente viajó a
Venezuela sin autorización para entrevistarse en Caracas con líderes
contrarrevolucionarios presos- es la cara visible de la oposición a
Rousseff, a la que ha llegado a ofender públicamente, pero también hay
otras corrientes disímiles, como neoliberales representativos de las
clases media y alta, y evangélicos con base electoral en las favelas.
Junto a Neves también aparecen como cabezas opositoras el evangélico
Eduardo Cunha, jefe de Diputados, y el titular del Senado, Renán
Calheiros, quienes se han unido para fomentar la ingobernabilidad del
país y generar las condiciones de la impugnación.
En un análisis sobre la situación nacional, el director de redacción de la publicación Carta Maior,
Joaquim Palhares, calificó la actual componenda opositora de golpe
blando organizado por fundaciones estadounidenses de extrema derecha.
“Estamos en medio de un proceso de derrumbe del gobierno de la
presidenta de la República, Dilma Rousseff, y la intentona pretende la
ruptura del orden democrático en Brasil, algo que estaría en línea con
todos los intentos ensayados por la derecha latinoamericana en los
últimos años: golpe constitucional, derrocamiento parlamentario, golpe
en cámara lenta”.
Según Palhares, hay tres pasos concretos para ejecutar el golpe: hacer
inviable al gobierno de Rousseff, descalificar al PT dejando a sus
líderes fuera de juego y desmontar y revertir los avances del partido en
el poder. “Los vendepatrias estarían operando mediante las redes
sociales: actuarían movimientos y jóvenes líderes entrenados… que serían
los nuevos brazos privados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y
el Departamento de Estado”.
Daniel Giménez, sociólogo y cientista político del Centro de Estudios
para la Igualdad y la Democracia, aseguró que “los medios brasileños
incrementan este clima de conflictividad, realizando una fuerte campaña
por la dimisión de la Presidenta”.
“Los medios y la oposición —dijo— están inmersos en una campaña del
terror respecto de la situación económica, sabiendo que las
consecuencias obvias son una estampida de inversión extranjera hacia
afuera y el cambio de expectativas de los mercados más importantes
relacionados con Brasil como el petróleo, la soya y todos los
commodities fundamentales para la economía del país”.
VOY A RESISTIR CON UÑAS Y DIENTES
A pesar de la ecuanimidad demostrada por la presidenta, en una reciente entrevista a Folha
de Sao Paulo, advirtió a sus enemigos: “Yo no caigo y voy a resistir
con uñas y dientes”, en lo que fue su primera respuesta pública contra
el fantasma de impugnación, medida que la prensa derechista repite como
una posibilidad inmediata.
“El otro día postearon que yo había intentado suicidarme, que estaba
traumatizadísima. No apuesten a eso. Yo viví algo 100 mil veces peor
cuando fui presa y torturada (durante la dictadura). Si no quise
suicidarme cuando querían matarme, ¿por qué habría de hacerlo ahora?..
.Decir eso es absolutamente desproporcionado, eso no va conmigo... No
quieran comparar a la actual disputa política con la tortura. Esto es
parte de una lucha para construir (un modelo) de país.”, advirtió la
llamada Corazón Valiente a sus adversarios.
La entrevista de Dilma levantó el ánimo de los petistas que la siguen.
“La presidenta hizo lo correcto porque la situación es grave, ella
finalmente apareció después de mucho tiempo, volvió a ser la Dilma
dispuesta a dar la pelea” indicó el senador carioca Lindbergh Farias,
quien impulsa desde el PT y otros partidos de izquierda y movimientos
sociales un frente amplio para detener la avanzada de la destitución.
En junio pasado, cuando su segundo mandato apenas empezaba, encuestas de Datafolha daban a la dignataria solo un 10 % de popularidad y un 63 % pedía un juicio político.
A la vez, ocurrieron manifestaciones en 150 puntos de 22 de los 27
estados brasileños pidiendo el fin del gobierno, en las que participaron
movimientos supuestamente populares, pero que son de extrema derecha y
atraen a una parcela conservadora o ignorante de la población. Para
especialistas, detrás de la derecha brasileña existe una asociación con
aliados orquestadores marcadamente estadounidenses.
La mayoría de esos grupos reclamó la salida de la dignataria por la vía
del juicio político para impugnar su mandato. Otros, una minoría,
mediante una intervención militar, a lo que se opusieron manifestantes,
en especial en Brasilia, donde se liaron a golpes entre ellos.
El pasado jueves, en respuesta a la crisis económica, la Cancillería
brasileña anunció algunos de los recortes que sufrirá el cuerpo
diplomático, como la eliminación de puestos creados por Lula entre el
2003 y 2010, el retiro de beneficios a los cónsules y otros funcionarios
en el extranjero, así como la renegociación de arriendos de inmuebles.
Rousseff debe aún permanecer en su cargo durante poco más de tres años,
tiempo suficiente para recobrar su autoridad, tratar de encaminar la
economía y quebrar los planes que, como ocurre en Venezuela y Ecuador en
la actualidad, intentan la reconversión a la derecha en la región.
Tomado de Cubahora
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