Andrés Gómez*
Miami - 3 de
julio de 2015 – Es indudable que los caminos que se han abierto
para labrar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba desde las decisiones
hechas públicas por ambos gobiernos desde el 17 de diciembre de 2014 han sido
altamente anhelados por todas las personas de buena voluntad en los dos países
y en el resto del mundo.
Como también es manifiesto
que este proceso comenzado públicamente hace apenas seis meses es producto del
triunfo del proceso revolucionario del pueblo cubano, extraordinario proceso
que ha obtenido y afianzado su independencia, sus derechos soberanos y su
derecho a la autodeterminación.
El presidente de Estados
Unidos implícitamente así lo reconoció tanto el 17 de diciembre pasado así como
el pasado 1 de julio --al anunciar la apertura de embajadas en las respectivas
capitales-- al afirmar como inservible a los intereses de su país la política
de agresión permanente, la política de guerra, en contra del pueblo cubano
mantenida por Estados Unidos en contra de Cuba desde 1959, seis años más de
medio siglo.
Y digo que implícitamente así
lo ha reconocido el presidente de Estados Unidos porque la intención de esa
política de guerra era la destrucción de la revolución cubana, y ha sido con el
gobierno de la revolución cubana con el que el gobierno de Estados Unidos ha
tenido que negociar para poder establecer una nueva relación con Cuba.
Sobre el asunto de la nueva
relación con Cuba ha sido grato escuchar al presidente Obama el 1 de julio
pasado mantener y defender la necesidad de una nueva relación con el
pueblo cubano y su gobierno, tanto para el pueblo de Estados Unidos como para
su gobierno. Oírlo decir, por ejemplo: “Y de esto se trata: una decisión entre
el futuro y el pasado”.
Aunque, claro, no confío.
¿Por qué cuál es ese futuro para el presidente Obama? Si del futuro
de Cuba se tratara, no creo que el futuro que el presidente de Estados Unidos
pueda querer para el pueblo cubano sea el que el pueblo cubano quiera
para sí mismo. Ya que si así fuera Barack Obama nunca hubiese llegado a ser
presidente de Estados Unidos y el pueblo cubano nunca hubiese forjado su
revolución.
Si se tratara de un nuevo
giro de las relaciones por parte de Estados Unidos, tampoco confío porque,
entre otras fundamentales cuestiones, su gobierno no se ha opuesto a las nuevas
asignaciones aprobadas en el mes de junio pasado por el Comité de Asignaciones
de la Cámara de Representantes federal que aprobó 30 millones de dólares para
programas “para promover la democracia y fortalecer la sociedad civil en Cuba”
en el año fiscal 2016, el año fiscal entrante, –10 millones de dólares más que
lo asignado en el actual año fiscal 2015 -- como siempre Washington ha hecho en
“el pasado”.
Ese proyecto de ley también
asignó un poco más de otros 28 millones de dólares para Radio y TV Martí, como
lo ha hecho “en el pasado”. Como una nueva dimensión de la política de
subversión “del futuro”, el Comité de Asignaciones de la Cámara aprobó en este
mismo proyecto de ley un presupuesto de 17 millones y medio de dólares para
promover programas y “acceso” en la Internet en Cuba, como ZunZuneo y los otros
existentes aún no públicamente denunciados.
El sitio web Along the
Malecón que investiga estos asuntos, estima que el gobierno de Estados Unidos
ha presupuestado y gastado públicamente en programas subversivos contra Cuba
desde 1996 hasta el presente un poco más de mil millones de dólares; 324
millones de dólares en programas para “promover la democracia y fortalecer la
sociedad civil”, y otros 700 millones en Radio y TV Martí.
Además no confío en ese
futuro que el presidente Obama concibe para las nuevas relaciones con Cuba
porque se informó en la prensa que el mismo 1 de julio pasado, Josh Earnest,
vocero de la Casa Blanca, en una conferencia de prensa informal, abordo del
mismo avión presidencial que volaba el presidente Obama, después de su discurso
en la Casa Blanca sobre el restablecimiento de la embajadas con Cuba, dijo:
“Vamos a continuar apoyando los esfuerzos de los activistas de derechos
humanos. Cuando hay gente en Cuba, gente con mucho coraje, que está luchando
por sus derechos, vamos a apoyarlos”.
En un giro mentiroso dado por
la prensa de derecha, tanto en este país, especialmente en Miami, así como
internacionalmente, a las condiciones que han sido aceptadas por ambos
gobiernos para lograr la apertura de las respectivas embajadas es que el
gobierno cubano ha claudicado y que el gobierno de Estados Unidos ha conseguido
una demanda clave: aquella de la de movimiento sin restricciones para su personal
diplomático en Cuba.
Es manifiesta la mala fe,
para no decir mala leche, o la ignorancia (posiblemente ambas) de esa prensa
con el propósito de confundir a sus lectores y minimizar el triunfo del
gobierno cubano cuando esa prensa esto así lo afirma.
Desde el propio 17 de
diciembre pasado, cuando el presidente cubano, habló sobre la decisión de ambos
gobiernos de lograr la normalización de sus relaciones dejó por sentado que
esas relaciones diplomáticas para poder lograrse tenían que ser basadas en la
Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional, específicamente en lo
establecido sobre las mismas en la Convención de Viena Sobre Relaciones
Diplomáticas de 1961, de la cual ambos gobiernos son signatarios, y que rige
las relaciones diplomáticas entre los Estados.
El Artículo 26 de la
Convención de Viena establece: “Sin perjuicio de sus leyes y reglamentos
referentes a zonas de acceso prohibido y reglamentado por razones de seguridad
nacional, el Estado receptor garantizará a todos los miembros de la misión [del
Estado acreditante] la libertad de circulación y de tránsito por su
territorio”.
Es inimaginable, aún al más
estúpido de los enemigos, argumentar que el gobierno de Cuba, que fue el que
exigió el cumplimiento de este reglamento fuera a prohibir lo que está
permitido por la Convención de Viena.
Lo que el gobierno cubano
exigió y logró es que el gobierno estadounidense aceptara lo que está
obligado por la Convención de Viena de la cual es signatario.
El asunto nunca fue que los
miembros de la misión de Estados Unidos no tuvieran libertad de circulación y
de tránsito en territorio cubano, sino que al hacerlo no se inmiscuyeran en los
asuntos internos de Cuba como está prohibido hacerlo por el Inciso 1 del Artículo
41 de la Convención de Viena: “Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades,
todas las personas que gocen de esos privilegios e inmunidades deberán respetar
las leyes y reglamentos del Estado receptor. También están obligados a no
inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado”.
Como tampoco podrán utilizar,
de acuerdo al Inciso 3 del Artículo 41 de esta Convención: “Los locales de la
misión no deben ser utilizados de manera incompatible con las funciones
de la misión tal como están enunciadas en la presente Convención, en otras
normas del derecho internacional general o en los acuerdos particulares que
estén en vigor entre el Estado acreditante y el Estado receptor”.
En la carta, que con fecha de
30 de junio de 2015, el presidente de Estados Unidos dirigiera al presidente de
Cuba, sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas y de embajadas en
sus respectivas capitales, y que fuera entregada por el embajador Jeffrey De
Laurentis, Jefe de Misión de la Sección de Intereses de Estados Unidos en el
Ministerio de Relaciones Exteriores el pasado 1 de julio, el presidente Obama
se comprometió a que “Al tomar esta decisión, Estados Unidos se ve alentado por
la intención recíproca de entablar relaciones respetuosas y cooperativas entre
nuestros dos pueblos y gobiernos, congruentes con los propósitos y principios
consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, en particular los relativos a
la igualdad soberana de los Estados, la solución de controversias
internacionales por medios pacíficos, el respeto por la integridad territorial
y la independencia política de los Estados, el respeto por la igualdad de
derechos y la libre determinación de los pueblos, la no injerencia en los
asuntos internos de los Estados, así como la promoción y el fomento del respeto
por los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos.
Los Estados Unidos y Cuba son
partes en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, firmada en
Viena el 18 de abril de 1961, y la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares,
firmada en Viena el 24 de abril de 1963. Me complace confirmar el entendimiento
de los Estados Unidos de que las antedichas convenciones se aplicarán a las
relaciones diplomáticas y consulares entre nuestros dos países”.
¿Se obliga el gobierno de Estados
Unidos a acatar los reglamentos establecidos sobre las relaciones diplomáticas
y consulares establecidos y aceptados como parte del derecho internacional de
la cual es signatario, como afirma el presidente Obama en su carta al
presidente Raúl Castro y así dar comienzo de manera honorable a la
normalización de sus relaciones con el gobierno y pueblo cubanos, o todo esto
es una farsa de corta duración?
A su vez el presidente cubano
en carta al presidente de Estados Unidos con fecha de 1 de julio pasado en
relación al restablecimiento de relaciones diplomáticas y de embajadas en sus
respectivas capitales, y entregada el pasado 1 de julio por el embajador José
Ramón Cabañas, Jefe de Misión de la Sección de Intereses de Cuba en el
Departamento de Estado afirma: “Cuba se inspira asimismo en los principios y
propósitos consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho
Internacional, a saber, la igualdad soberana, el arreglo de las controversias
por medios pacíficos, abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza
contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier
Estado, la no intervención en los asuntos que son de la jurisdicción interna de
los Estados, el fomento de relaciones de amistad entre las naciones basadas en
el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre
determinación de los pueblos, y la cooperación en la solución de problemas
internacionales y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos
humanos y a las libertades fundamentales de todos.
Lo anteriormente expresado
está en conformidad con el espíritu y las normas establecidas en la Convención
de Viena sobre Relaciones Diplomáticas del 18 de abril de 1961 y en la
Convención de Viena sobre Relaciones Consulares del 24 de abril de 1963, de las
cuales tanto la República de Cuba como los Estados Unidos de América son
Estados Parte, y regirán las relaciones diplomáticas y consulares entre la
República de Cuba y los Estados Unidos de América.”
Concluyo esta contribución a
lo que es acucioso aclarar, especialmente a los más jóvenes, que no han tenido
el privilegio de vivir los que otros, como yo, hemos podido hacer; contribuir
para que haya en momentos como éstos la menor confusión posible, citando de la
Declaración del Gobierno Revolucionario Cubano sobre estos asuntos con fecha de
1 de julio de 2015:
“Como parte del proceso hacia
la normalización de las relaciones, a su vez, habrá que construir las bases de
unos vínculos que no han existido entre nuestros países en toda su historia, en
particular, desde la intervención militar de los Estados Unidos, hace 117 años,
en la guerra de independencia que Cuba libró por cerca de tres décadas contra
el colonialismo español.
Estas relaciones deberán
cimentarse en el respeto absoluto a nuestra independencia y soberanía; el
derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico,
social y cultural, sin injerencia de ninguna forma; y la igualdad soberana y la
reciprocidad, que constituyen principios irrenunciables del Derecho Internacional”.
* Director de Areítodigital
Tomado de Moncada
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