El evento cultural se insertó en el proyecto político de integración de
la región y la defensa de la identidad de “El Gran Caribe”...
Santiago sigue siendo Santiago. (AIN) |
José Armando Fernández Salazar / CUBAHORA
A Santiago la llaman la más caribeña de las ciudades cubanas. El
epíteto no se circunscribe únicamente a su posición geográfica, sino a
la historia y la cultura de los habitantes de esta ciudad, que
mantuvieron un contacto asiduo con los pueblos asentados en otras islas
de la región, lo que repercutió en la gastronomía, la moda, incluso, en
el acento a la hora de hablar.
Cada año, en el mes de julio, Santiago se convierte en la capital del
Caribe como resultado de un proyecto cultural que hace más de tres
décadas emprendió un grupo de intelectuales liderados por el
investigador Joel James.
La XXXV edición de la Fiesta del Fuego, celebrada del 3
al 9 de julio, confirmó el valor integracionista y solidario de esta
cita, que contó con más de mil invitados de una treintena de naciones,
cifra récord para el encuentro. Entre sus motivaciones especiales estuvo
la celebración de los 500 años de la fundación de Santiago de Cuba.
La Mancomunidad de Las Bahamas fue el país homenajeado en el evento, al
que asistió con una delegación de más de trescientos artistas e
intelectuales, entre ellos investigadores, chefs de cocina, diseñadores
de modas, pintores y músicos y bailarines; quienes cautivaron al público
con sus demostraciones del Junkanoo, carnaval identitario de esa
tierra.
Precisamente el carnaval, considerada una de las expresiones más
importantes de la identidad caribeña, acaparó uno de los segmentos más
trascendentales del festival, con la fundación de la Red de Carnavales
del Caribe, nacida durante los debates del coloquio “El Caribe que nos
une”. Además, el segmento teórico desarrolló un programa dedicado a los 500 años de la villa de Santiago,
a la cultura y las tradiciones de Bahamas y en sus sesiones especiales
asumió la constitución de esta iniciativa integracionista, promovida por
el Carnaval de Barranquilla, Colombia, la Asociación de Estados del
Caribe y la Casa del Caribe, de Santiago de Cuba.
La Red se concibió para establecer lazos de colaboración en la gestión,
protección y difusión de las fiestas tradicionales populares, y está
integrada por 11 países de la región.
Carla Celia, directora del Carnaval de Barraquilla, dijo a Cubahora
que uno de los objetivos de la Red es crear espacios para que cada una
de las fiestas populares aporten sus saberes y crear un gran evento que
reúna todas esas experiencias y manifestaciones artísticas.
Además de la delegación procedente de Bahamas, la de República
Dominicana fue una de las que más expectativa generó, al anunciar la
participación del merenguero Johnny Ventura, acompañado de la cantante y Mariladia Hernández y el proyecto La Gallera, de Jochy Sánchez.
El espectáculo que presentaron en el Teatro Heredia puede ser
considerado uno de los sucesos culturales del año en la isla. La
presentación propone un recorrido por la historia y la cultura de la
también llamada Quisqueya la Bella, mediante sus más reconocidos
merengues.
En conferencia de prensa, Ventura manifestó su alegría por visitar por
primera vez a Cuba, cuya música le ha acompañado desde la infancia,
cuando ni siquiera soñaba con ser artista y se dedicaba a imitar a
cantantes como Benny Moré, que causaban furor en las victrolas.
A sus más de 70 años, Ventura rememoró cuando con apenas 17 años
integró la orquesta acompañante de El Benny durante sus presentaciones
en República Dominicana, de cuya experiencia guarda, como una reliquia,
la partitura que le obsequió con el arreglo especial que hizo para la
gira del tema Arrullo de palma.
Durante su estancia en Cuba, Ventura ha podido disfrutar de primera
mano de toda la riqueza musical cubana, primeramente en la tierra del
Trío Matamoros, y luego en La Habana, donde ofrecerá dos conciertos los
días 10 y 11 de julio, en un espectáculo que ha organizado con su hijo
Jandy Ventura.
La serie de conciertos del cantante en los escenarios cubanos es solo
el comienzo de un provechoso intercambio con el público de la Mayor de
las Antillas, que incluye la producción, junto a Tony Ávila, de un disco
en el que predominan los géneros típicos de las dos naciones caribeñas.
“Hay bachatas, guarachas, sones y algunas sorpresas. Es un honor
inmenso compartir con Tony y estoy muy entusiasmado porque es la primera
vez que grabo en Cuba y con músicos cubanos, lo que supone incorporarle
al material toda la sabrosura de esta tierra”, dijo Ventura.
Ventura adelantó que espera volver a Santiago de Cuba a fines de 2015 o
principios del año próximo, y que esta vez espera presentarse al aire
libre con un espectáculo que incluya canciones arregladas especialmente
para honrar a esa bella ciudad y su pueblo.
La Quema del Diablo, el Desfile de la Serpiente, descargas musicales y
las invasiones de congas y paseos llevaron la algarabía a las
centenarias y ondulantes calles santiagueras, donde en cada esquina es
posible encontrar una tarja que rememora un hecho histórico o a un
trovador andante que improvisa sobre la armonía de las Lágrimas negras de los Matamoros.
El Festival del Caribe o Fiesta del Fuego ha servido
para poner en evidencia facetas poco conocidas de la cultura cubana, que
históricamente ha visualizado más sus raíces españolas y africanas, y
ha tenido una proyección hacia otras regiones, a pesar de la cercanía
geográfica con las Antillas.
La confrontación de la realidad cubana con otras como la haitiana, la
dominicana y el arco de las Antillas Menores permitió encontrar
preocupaciones socioculturales y expresiones artísticas comunes,
impuestas por la insularidad, y que pueden compartirse más allá de las
barreras lingüísticas.
El evento cultural se insertó en el proyecto político de integración de
la región y la defensa de lo que algunos expertos han llamado la
identidad de El Gran Caribe, en contraposición a los planes de división
que imperaban al amparo de los intereses coloniales.
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