terça-feira, 3 de fevereiro de 2015

Opinión. Venezuela: Golpe en tiempo real

Eva Golinger

Hay un golpe de Estado en marcha en Venezuela. Las piezas están cayendo en su lugar como una mala película de la CIA. A cada paso un nuevo traidor se revela, una traición nace, llena de promesas para entregar la papa caliente que justifique lo injustificable. Las infiltraciones aumentan, los rumores circulan como reguero de pólvora, y la mentalidad de pánico amenaza con superar la lógica. Titulares en los medios gritan peligro, crisis y derrota inminente, mientras que los sospechosos de siempre declaran la guerra encubierta contra un pueblo cuyo único delito es ser guardián de la mayor mina de oro negro en el mundo.

Esta semana, mientras el ‘The New York Times’ publicó una editorial desacreditando y ridiculizando el presidente venezolano Nicolás Maduro, calificándolo "errático y despótico" ("El señor Maduro en su laberinto", NYT 26 de enero 2015), un periódico en el otro lado del Atlántico acusó al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, la figura política más destacada del país después de Maduro, de ser un capo del narcotráfico ("El jefe de seguridad del número dos chavista deserta a EE.UU. y le acusa de narcotráfico", ABC.es 27 de enero 2015). Las acusaciones vienen de un ex oficial de la Guardia de Honor presidencial de Venezuela, Leasmy Salazar, quien sirvió bajo el presidente Chávez y fue captado por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), ahora convirtiéndose en el nuevo "niño de oro" en la guerra de Washington contra Venezuela.

Dos días después, ‘The New York Times’ publicó un artículo de primera plana atacando a la economía y la industria petrolera venezolana, y prediciendo su caída ("Escasez y largas filas en Venezuela tras caída del petróleo", 29 de enero de 2015, ‘The New York Times’). Obvias omisiones del artículo incluyeron mención de los cientos de toneladas de alimentos y otros productos de consumo que han sido acaparados o vendidos como contrabando por los distribuidores privados y empresas, con el fin de crear escasez, pánico, descontento con el Gobierno y de justificar la especulación de los precios inflados. Además, el artículo se niega a mencionar las medidas e iniciativas en curso implementadas por el Gobierno para superar las dificultades económicas.

Al mismo tiempo, un titular sensacionalista, absurdo y engañoso fue publicado en varios diarios estadounidenses, en forma impresa y en línea, que vincula a Venezuela a las armas nucleares y un plan para bombardear la ciudad de Nueva York ("Encarcelado científico en Estados Unidos por tratar de ayudar a Venezuela a construir bombas", 30 de enero, 2015, NPR). Mientras que el titular hace a los lectores creer que Venezuela estuvo directamente involucrada en un plan terrorista contra EE.UU., el texto del artículo deja claro que no hay ninguna participación venezolana en el suceso. Toda la farsa era una trampa creada por el FBI, cuyos agentes pretendieron ser funcionarios venezolanos para capturar a un científico nuclear que una vez trabajó en el laboratorio de Los Álamos y no tenía ninguna conexión con Venezuela.

Ese mismo día, la portavoz del Departamento de Estado, Jan Psaki, condenó la supuesta "criminalización de la disidencia política" en Venezuela, al ser consultado por un periodista acerca de la llegada del fugitivo general venezolano Antonio Rivero a Nueva York para pedir el apoyo del Comité de Trabajo de Naciones Unidas sobre la detención arbitraria. Rivero huyó de una orden de arresto en Venezuela después de su participación en protestas antigubernamentales violentas que causaron la muerte de más de 40 personas, en su mayoría partidarios del Gobierno y las fuerzas de seguridad del Estado, en febrero pasado. Su llegada a EE.UU. coincidió con Salazar, evidenciando un esfuerzo coordinado para debilitar a las Fuerzas Armadas de Venezuela, exponiendo públicamente a dos oficiales militares de alto perfil –ambos vinculados a Chávez- que se han volteado en contra de su Gobierno y están buscando activamente la intervención extranjera contra su propio país.

Estos ejemplos son sólo una parte de la creciente y sistemática cobertura negativa y distorsionada de la situación en Venezuela en los medios de comunicación estadounidenses, pintando una imagen exageradamente sombría de la situación actual del país y retratando al Gobierno como incompetente, dictatorial y criminal. Si bien este tipo de campaña mediática coordinada contra Venezuela no es nueva -los medios de comunicación constantemente proyectaron al presidente Hugo Chávez, elegido cuatro veces por una mayoría abrumadora, como un dictador tiránico que destruía al país– sin duda evidencia que se está intensificando claramente a un ritmo acelerado.

‘The New York Times’ tiene una historia vergonzosa cuando se trata de Venezuela. El Consejo Editorial aplaudió felizmente el violento golpe de Estado en abril de 2002 que derrocó al presidente Chávez y resultó en la muerte de más de 100 personas. Cuando Chávez regresó al poder dos días después, gracias a sus millones de seguidores y las Fuerzas Armadas leales, el ‘Times’ no se retractó por su error anterior, sino que con arrogancia imploró a Chávez a "gobernar responsablemente", alegando que él era el responsable por el golpe. Pero el hecho de que el ‘Times’ ha comenzado una persistente campaña directa contra el actual Gobierno de Venezuela, con artículos distorsionados y claramente agresivos -editoriales, blogs, opinión y noticias- indica que Washington ha colocado a Venezuela en la vía rápida del “cambio de régimen”. 

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