Albor Ruiz • 18 de agosto, 2014
NUEVA YORK – Se llamaba Michael Brown, tenía 18 años, no portaba armas, era negro. A las 12:05 de un mediodía caluroso, cuando se dirigía a casa de su abuela, Darrell Wilson, un policía blanco de 28 años, lo mató de seis tiros.
No es necesario entrar en mayores detalles. Han transcurrido 11 días y mucho ya se ha dicho sobre la tragedia de Ferguson, Missouri, una ciudad con 70% de población negra y un cuerpo de policía con 53 miembros de los cuales 50 son blancos.
No obstante, la muerte de otro joven negro de 23 años el martes a manos de dos policías blancos que le dispararon varias veces en un barrio de St. Louis, muy cerca de Ferguson, atizó aún más las tensiones raciales en un momento en que las autoridades hacían esfuerzos para acallar las protestas nocturnas sobre la muerte de Brown.
Airados vecinos de la zona acusaron a la policía de fuerza excesiva. El nombre del joven, que según la policía los amenazó con un cuchillo, no ha sido revelado.
La nueva tragedia ocurre después de dos noches de protestas marcadas por disparos, gas lacrimógeno y confusión generalizada que dejaron 78 personas arrestadas en choques con la policía y la Guardia Nacional.
En Nueva York, con la ciudad todavía conmovida por la muerte injustificable de Eric Garner, afroamericano de 43 años, a manos de la policía el mes pasado, la tragedia de Michael Brown ha resonado con gran fuerza. El sábado 23 de agosto habrá una marcha a la que se espera acudan miles de personas exigiendo el fin de la impunidad, justicia para Garner, Brown y todos los que han perecido víctimas de la violencia oficial, así como cero tolerancia para la brutalidad policiaca.
Organizada por el activista Al Sharpton, la NAACP y los sindicatos de trabajadores de la salud y de maestros, la marcha culminará en el lugar donde murió Garner en el condado de Staten Island.
El trágico incidente de Ferguson ha sacudido el país como una violenta bofetada, y en él hay elementos que nadie –los latinos todavía menos– se puede dar el lujo de ignorar.
La Red Nacional de Organización de Jornaleros (NDLON, por sus siglas en inglés), una asociación nacional con sede en Los Ángeles, hizo un llamado a los latinos a sumarse a las protestas en Ferguson.
“Como movimiento que combate la criminalización para detener las deportaciones y las detenciones, los latinos y los inmigrantes tenemos el deber de ponernos al lado de esos que llevan mucho más tiempo en la lucha. En las calles de Ferguson, el coraje de la gente ha hecho sonar la alarma sobre la crisis de violencia que asedia a la comunidad negra”, expresó la organización.
“Así como defendemos a nuestras familias, tenemos que responder al llamado no simplemente por solidaridad sino porque los problemas que nuestras comunidades enfrentan y las soluciones que buscamos están ligadas.”
Michael no era un santo. Ahí está el video hecho público por la policía con la intención evidente de desviar la atención de su propia y gratuita violencia mortal. Él mismo parece mostrarlo intimidando al empleado de una gasolinera y llevándose un paquete de cigarrillos sin pagarlo 20 minutos antes de su fallecimiento. Thomas Jackson, el jefe de la policía de Ferguson, admitió que el oficial que le disparó ni siquiera sabía que el robo había ocurrido, por lo que ese incidente no estaba conectado a la muerte del joven.
Pero aunque lo hubiera estado, ¿desde cuándo es la muerte un castigo apropiado por el robo de un paquete de cigarrillos?
“Fue detenido porque él y su amigo caminaban por el medio de la calle y obstruían el tránsito,” reconoció Jackson.
Ferguson es una ciudad de 21,000 habitantes y a esa hora las calles estaban vacías. ¿Por qué entonces fue necesaria la intervención de la policía? De lo que no puede haber dudas es de que nadie desarmado merece que le entren a tiros por caminar por la calle o incluso por forcejear con un oficial.
Es una terrible ironía que la policía haya dejado el cuerpo exánime de Michael tirado durante horas en medio de la misma calle por la que poco antes caminaba provocando la ira del oficial blanco que habría de matarlo.
Claro que la tragedia de Ferguson no es un caso aislado. La crisis de violencia que asuela a la comunidad negra a la que NDLON hace referencia es una realidad terrible.
De acuerdo a un informe reciente del FBI que ellos mismos califican de incompleto, un policía blanco mató a una persona negra casi dos veces por semana en EE.UU. entre los años 2005 y 2012. El informe muestra que el 18% de los afroamericanos muertos durante esos años eran menores de 21 años, comparado al 8.7% de los blancos.
No, la tragedia de Ferguson no es una aberración y así lo han entendido los jóvenes latinos de United We Dream, la red de Dreamers más grande del país.
“Es importante recordar que la muerte de Michael Brown es un síntoma de un problema mucho más profundo – muchas de nuestras leyes y de nuestros oficiales encargados de hacer cumplir las leyes son profundamente racistas y no valoran la vida de la gente de color,” declaró Felipe Sousa-Rodríguez, uno de los directivos del grupo. “Nuestras comunidades y nuestras luchas están conectadas y padecen las mismas injusticias”.
Solidaridad es la palabra de orden.
Tomado de Progreso Semanal
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