domingo, 23 de agosto de 2015

La Revolución dignificó a la mujer cubana




Sentada en el portal de su casa, Cresencia Bejerano Sánchez saluda a cuanto transeúnte se encuentra con ella a su paso por el consejo popular El Cuajaní, en el municipio de Viñales, rodeado de mogotes y cultivos. 

De apariencia humilde y rostro con arrugas -cual testigos del tiempo-, esta mujer de 94 años de edad no repara en acoger en su nueva vivienda a quienes llegan. 

Y es que hoy disfruta de las comodidades de un hogar construido por el Estado cubano tras el derrumbe total de su morada anterior, como consecuencia de los azotes del huracán Gustav en 2008 por esa zona de la geografía pinareña, donde no le quedaron “ni los taburetes”. 

Panel solar para las labores domésticas, cuartos amplios y baño y cocinas confortables, se suman a la garantía de contar con un consultorio del médico de la familia en las cercanías, así como los servicios de comercio. 

Cresencia no pierde la oportunidad de recordar los horrores vividos antes de 1959, periodo en el cual tuvo que trabajar muy duro para ayudar a su madre al sostén de la familia, y la pobreza y el hambre eran huéspedes constantes en su entorno. 

Explicó que cuando niña su padre enfermó y permaneció siete años encamado, por eso ella y sus hermanos se incorporaron a las labores agrícolas desde jóvenes o ayudaban a su progenitora en la escogida de tabaco. 

Con la voz entrecortada y visiblemente emocionada, aseveró que muchas veces también pidieron limosnas para comer, pero sus tres hijos disfrutaron de una vida diferente con las bondades de la Revolución cubana, que ofreció escuelas y salud gratuitas. 

“La Revolución nos dio alegría de vivir y zapatos; cuando me puse los míos, no me los quité más- acotó-;  pero también dignificó a la mujer cubana, que cada año celebra con regocijo un nuevo aniversario de su organización: La Federación de Mujeres Cubanas.
 
A pesar del deterioro de su salud, Cresencia conserva su espíritu jovial y la lucidez de sus pensamientos; y con la misma cordialidad con que acoge a los visitantes, los despide cada día, sin faltar las bendiciones y la invitación a un próximo encuentro en su vivienda de El Cuajaní. 

Tomado de AIN

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