Manifestantes pidiendo intervención militar en Brasil. 16-08-2015 |
por Guillermo Alvarado
El Parlamento del Mercado Común del Sur, Parlasur, se sumó a las
reiteradas denuncias sobre la preparación de acciones
desestabilizadoras, llamadas comúnmente “golpes blandos”, para deponer a
gobiernos progresistas en varios países de Sudamérica, entre ellos
Venezuela, Ecuador, Brasil y Bolivia.
El organismo, cuyas resoluciones no tienen carácter vinculante, es
decir que no son de cumplimiento obligatorio para los miembros del
bloque, expresó su preocupación por las amenazas contra los procesos
democráticos surgidos por elecciones libres con amplia participación
popular.
Tanto los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, como de Ecuador,
Rafael Correa, denunciaron la preparación de “golpes blandos”
orquestados por las oligarquías locales, con el apoyo de poderes
foráneos descontentos con las transformaciones llevadas a cabo en sus
respectivos países, entre ellos la generalización de servicios de salud y
educación y la nacionalización de los recursos naturales en beneficio
de toda la población.
El término “golpe blando” fue acuñado hace décadas por el escritor y
politólogo estadounidense Gene Sharp para designar estrategias
conspirativas, supuestamente NO violentas, cuyo propósito es deponer un
gobierno.
En apego estricto a esta definición, lo que está ocurriendo en
América Latina supera estos términos, lo cual conlleva riesgos mayores
para las naciones concernidas y para toda la región.
En Venezuela las manifestaciones organizadas por la extrema derecha
en 2014 fueron muy violentas y costaron la vida a decenas de ciudadanos.
Mientras, en Brasil, son inquietantes los carteles portados por
manifestantes el pasado domingo, donde incitan al ejército a intervenir
para derrocar por la fuerza a la presidenta Dilma Rousseff.
En Ecuador una marcha “pacífica” de indígenas, instrumentados por
terratenientes y oligarcas, finalizó con acciones vandálicas que dejaron
heridos y daños en el centro histórico de Quito, la capital.
Todavía están recientes en latinoamérica las huellas abiertas por las
dictaduras militares impuestas y sostenidas por Estados Unidos en la
segunda mitad del siglo XX y por eso llama la atención la escasa memoria
de algunos sectores que insisten en volver al pasado neoliberal y
represivo.
Tampoco escapa a la mayoría de analistas la presencia detrás de todas
estas acciones de la oscura mano de los sectores de poder en Estados
Unidos que, en realidad, nunca se resignaron a perder lo que siempre
consideraron su traspatio y sus abundantes riquezas naturales.
El petróleo venezolano, las fuentes de agua de la Amazonía, las
fértiles tierras brasileñas y ecuatorianas, los millones de toneladas de
litio depositadas en el Salar de Uyuni, en Bolivia, son bocados
demasiado tentadores para la codicia imperial.
Por eso ninguna alerta está de más, ninguna iniciativa sobra para
explicar a los pueblos el enorme peligro de volver atrás, a los años más
terribles de nuestra historia y perder, quizás definitivamente, las
conquistas que con tantos trabajos se han logrado.
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