por Nicanor León Cotayo
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, reveló que, junto a su carnal
Marco Rubio, estuvo mezclada en actos vandálicos sucedidos allí durante
2014.
“Lo dicho por Maduro es otro intento de distracción para llevar la
atención lejos de la crisis que vive el país” afirmó la congresista.
Ros-Lehtinen trató así de restar fuerza a la acusación del mandatario
que la desenmascaró vinculada al suministro de fondos para la
ultraderecha nativa.
Según ella, “los venezolanos” saben que sus dificultades económicas internas son ajenas a un complot fraguado en el exterior.
Además atacó al presidente Obama por no hacerse eco de sus campañas
respecto a supuestos atropellos que se efectúan en el país
suramericano.
"Es desgarrador que no haya añadido más nombres (de funcionarios
chavistas) a la lista de infractores, para que se les niegue la entrada a
los Estados Unidos”, puntualizó.
Sin embargo, por lo general la vida de Ileana Ros-Lehtinen corrobora su
pública adhesión a jugarretas y a su generosa relación con terroristas.
Baste mencionar algunos ejemplos, entre muchos, para garantizarlo.
El casi increíble espectáculo de su vehemente defensa al terrorista
Orlando Bosch Avila cuando a finales de la década del 80 del siglo
pasado Washington trató de expulsarlo de Estados Unidos por sus
reiterados actos terroristas.
El seis de octubre de 1976, Bosch, junto a Luis Posada Carriles,
destruyeron en pleno vuelo un avión civil cubano donde viajaban 73
personas.
Pero además, la señora Lehtinen ha fungido sin el menor recato como
“madrina” de otros malhechores al servicio de la política contra La
Habana, al estilo de Rodolfo Frómeta Caballero, jefe de la pandilla
Comando F-4.
Asimismo de otro de similar pinta, Eduardo Arocena Pérez, aún cuando ella ha formado parte del Congreso de los Estados Unidos.
Su hoja de servicios incluye además la complicidad exhibida en el
secuestro del niño cubano Elián González, hecho que repudiaron millones
de estadounidenses.
Mención aparte alcanza uno de los responsables del golpe de Estado en
Honduras, el dictador Roberto Micheletti, a quien, cuando había sido
aislado en casi todo el planeta, ella visitó, le llamó “presidente” y
justificó la asonada.
No puede faltar, a la hora de caracterizar a Ileana, la escenificación
que montó en el Capitolio de Washington para acusar sin pruebas a
cubanos “enviados por el régimen de Castro” de haber torturado en
Vietnam a 19 pilotos estadounidenses.
Correspondió al entonces presidente William Clinton, a través de una
simple y no muy difundida nota de prensa, deshacer el embuste.
Su permanente enlace con quienes financian y dirigen a titulados
“disidentes” que alquilan en Cuba es muestra inequívoca de una causa
vacía y frustrada.
La actual normalización de lazos diplomáticos entre La Habana y
Washington les propina un golpe que los mantiene hondamente anonadados.
Con esa apretadísima y generosa muestra de antecedentes, ¿puede alguien
dudar que doña Ileana forma parte del actual complot hacia Venezuela?
De existir quedan gruesos archivos, desde su infancia cuando
familiarmente le decían Lily, hasta el presente, capaces de revelar
asuntos muy interesantes.
(Tomado de CubaSí)
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