domingo, 23 de junho de 2013

CENTROAMERICA LA MADRE DE TODOS LOS CANALES (III), CANAL VIA CUBA

 
Jorge Gómez Barata
 
Comunicar el Atlántico con el Pacifico fue una obsesión hispano americana que duró cuatro siglos y es comparable con la búsqueda de La Fuente de la Juventud o El Dorado. Originalmente el empeño no tuvo una motivación económica sino que, tratándose de intrépidos marinos, encontrar un paso que uniera al Mar del Sur con el Mar del Norte significaba: ¡Dar la vuelta al mundo! Fernando Magallanes fue el primero en lograrlo y dejó la vida en el empeño.
 
La primigenia mezcla de lo real maravilloso que adornan la idiosincrasia caribeña, unido a la necesidad de alcanzar el objetivo original de Cristóbal Colón que fue llegar por mar a los imperios asiáticos, explican la persistencia en el objetivo de comunicar los dos océanos. 
 
En 1520, siete años después de que en 1513, al atravesar el istmo de Darién, Vasco Núñez de Balboa descubriera que al sur había otro mar, por primera vez, Fernando Magallanes, capitaneando una expedición que había partido de Sevilla, por un estrecho entre el límite sur de América y Tierra de Fuego, pasó de un océano a otro, llegó a Asia y retornó a España. Así se completó un trasvase civilizatorio y la redondez del mundo fue confirmada.
 
Debido al potencial económico de Asia, la incorporación del Nuevo Mundo a la economía internacional y el hecho de que Estados Unidos se expandiera hacia el oeste convirtiéndose en una potencia de ambos océanos, hicieron de la creación de un paso marítimo artificial entre los dos océanos una prioridad económica y en un reto para la ingeniera. A lo largo de cuatro siglos se realizaron estudios que aludían a: Panamá, Nicaragua y México.
 
El trazado mexicano se refería al istmo de Tehuantepec en el sur del país y cuyos 210 kilómetros de ancho separan al océano Pacifico del golfo de México. Originalmente los proyectos por Nicaragua aprovechaban la existencia del Lago Nicaragua y el curso del Río San Juan (hoy descartado). La ruta por Panamá única confirmada es conocida.
 
En 1914, cuando el canal de Panamá entró en servicio, el destino de los cargueros procedentes del Pacifico eran los puertos de la costa este de los Estados Unidos, para lo cual debían bordear la isla de Cuba. Eso explica por qué, desde el momento que se concibió la idea de un paso marítimo por el istmo centroamericano, se especuló con la necesidad de otro que atravesara la isla de Cuba.
 
El trazado del Canal Vía Cuba o “Rompe Cuba” atravesaría la isla con un tajo de unos 80 kilómetros de largo por unos 40 metros de ancho entre las bahías de Cárdenas en el Norte y la de Cochinos en el sur, ahorrando un recorrido de unos 1000 kilómetros a los buques en ruta a Nueva York y otros puertos estadounidenses.
 
En 1912 se elaboró un proyecto detallado y en 1954 bajo el gobierno del dictador Fulgencio Batista, la Gaceta Oficial publicó el Decreto-Ley 1618 donde se expuso el proyecto que sería realizado por la compañía norteamericana “Canal Atlántica al Mar Caribe S.A. que disfrutaría de una concesión para su explotación por 99 años, no tanto como la “perpetuidad” concedida por Panamá y uno menos que los 100 otorgados por Nicaragua a una empresa china.
 
El elevado costo, las protestas de diferentes sectores nacionales y el hecho de que la obra no estaba realmente justificada paralizaron el proyecto que nunca más ha sido retomado. Con cuatro canales concebidos: uno realizado, otro que pronto se construirá y dos cancelados, Centroamérica y El Caribe figuran como la región del mundo más canalera. Allá nos vemos.
 
La Habana, 22 de junio de 2013
 
Tomado de Moncada

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