domingo, 16 de junho de 2013

CENTROAMERICA: LA MADRE DE TODOS LO CANALES (I)

 
Jorge Gómez Barata
 
Cien años después, tras una dramática sucesión de acontecimientos que junto al talento ingenieril revelaron las apetencias imperiales de Estados Unidos y la debilidad de las repúblicas centroamericanas, se construyó y entró en funcionamiento el canal de Panamá. Allí mismo, en un entorno de esperanzas, debates y de riesgos potenciales, Nicaragua da luz verde a los trabajos para la construcción de otra vía interoceánica. ¿…?

El siglo transcurrido no ha sido suficiente para que la región adquiriera el nivel de integración, cohesión, solvencia y competencia necesarias para valerse por sí misma y, obligada por la circunstancias, entrega a una empresa china una insólitamente leonina concesión por ¡100 años! para explotar un canal que costará cincuenta mil millones.

UNA HISTORIA MAL CANALIZADA

El Nuevo mundo fue descubierto y ocupado desde el Atlántico por hombres que ignoraron la existencia del océano Pacifico hasta 1513. Desde entonces se expusieron ideas para unir los dos océanos. Imponderables tecnológicos y económicos paralizaron las aspiraciones durante cuatro siglos.

Los primeros estudios relevantes realizados en el siglo XIX probaron que solo existían trazados viables por Panamá y Nicaragua. De esa época data el interés norteamericano que fue estimulado por la expansión territorial que convirtió a Estados Unidos en un país de dos océanos. El descubrimiento de oro en California (1848), la colonización del oeste y el auge del comercio mundial crearon necesidades prácticas.

En 1899 el Congreso de Estados Unidos creó la Comisión del Canal. En 1903 la administración de Theodore Roosevelt firmó con Colombia el tratado Hay-Herrán cuyos abusivos términos imperialistas resultaron inaceptables para el Senado colombiano que lo rechazó. Se afirma que en la época, Colombia estimaba que el proyecto debía ser realizado y administrado con recursos propios. Lamentablemente la Nueva Granada de entonces, como la Panamá de después y la Nicaragua de hoy carecían de ingenieros y de capital para semejantes empeños.

Fue en el contexto de aquellas negociaciones fallidas que estalló la rebelión apoyada por Norteamérica que convirtió a Panamá en una república independiente y facilitó la adopción del Tratado Hay-Bunau-Varilla en 1903 en virtud del cual, por 10 millones de dólares y anualidades de 250 000, Estados Unidos obtuvo la concesión a perpetuidad de una franja de 16 kilómetros de ancho de costa a costa en la cual fue construido el canal de Panamá.

La conflictiva historia de la zona del canal convertida en base militar norteamericana, las afrentas a la soberanía panameña y las luchas populares, unido a la visión de líderes como el presidente norteamericano James Carter y el panameño Omar Torrijos, permitieron desmontar la cláusula de “perpetuidad” y negociar acuerdos que devolvieron al país istmeño la soberanía sobre la vía acuática y todo su territorio.

Los tiempos son otros; pero los imperios y las apetencias capitalistas son idénticos; y aunque en Nicaragua gobiernan autoridades legítimas e interesadas en el progreso del país y el sentir popular, no es posible negar la existencia de aprensiones respecto a lo acordado y que cien años son muchos. Las experiencias de tales concesiones están a la vista.

Por otra parte, sería pertinente establecer cuál es el papel que en este faraónico proyecto desempeña el Estado y el gobierno de la República Popular China.

¿Por qué, en una frontera donde dragar un río casi provoca la guerra; la construcción de un canal de más de 200 kilómetros apenas tiene repercusión?

¿Por qué Panamá que puede ser arruinada no opina ni protesta?

¿Por qué el presidente chino estuvo a unos 200 kilómetros del lugar donde su país desembolsará ¡cincuenta mil millones de dólares! y ni siquiera mencionó un asunto?

Averiguaré y les contaré. Allá nos vemos. 

La Habana, 15 de junio de 2013

Tomado de Moncada
 
 

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