Por:
Rosa Miriam Elizalde
John Dinges. Foto: La Otra Voz, Chile.
John Dinges
es uno de los analistas políticos más reconocidos de Estados Unidos e
invitado recurrente a los debates sobre América Latina, tema en el cual
es un experto de culto. Fue él quien, en plena campaña por la
Presidencia de los Estados Unidos, desenterró en 2008 la historia de
que el aspirante republicano a la Casa Blanca, John McCain, había
viajado hasta Santiago de Chile en 1985 para reunirse con el entonces
dictador chileno, Augusto Pinochet. Este desconocido encuentro terminó
siendo admitido por los portavoces de la campaña de McCain, con el
consiguiente terremoto en la arena política de Washington.
Profesor de Periodismo de la Universidad de Columbia, escribió junto a Saul Landau el clásico Assassination on Embassy Row (Pantheon 1980), un libro que devela con espíritu detectivesco el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier y la mano de Pinochet en este crimen.
De hecho, es la memoria de Saul la que nos junta en Washington, unas horas después de la reapertura de la Embajada de Cuba en Estados Unidos.
Landau, que murió en septiembre de 2013 en su casa de Alemeda
(California), fue documentalista e investigador, y un incansable
batallador por la causa de los Cinco cubanos presos en Estados Unidos.
Lo extrañamos, particularmente ahora que se han restablecido las
relaciones entre los dos países, un acontecimiento que habría hecho muy
feliz a este hombre de convicciones profundas, amigo de Dinges hasta el
final de sus días, un personaje entrañable en privado y un ardiente
conversador en público.
Finalmente, la entrevista está pactada, y empieza por donde debía.
-¿Qué habría usted conversado con
Saul el 20 de julio? No tengo ninguna duda de que habría sido invitado a
la ceremonia de reapertura de la Embajada de Cuba en Washington ese
día.
-Para Saul, habría sido un día trascendental. Había dedicado gran
parte de su vida a la causa de Cuba, porque tenía un gran amor por Cuba
que nacía con sus primeros viajes en los años 60, cuando andaba por toda
la isla filmando a Fidel y a la revolución incipiente. Muchas veces
contaba Saul de las misiones y negociaciones “secretas” durante la
presidencia de Jimmy Carter, cuando Saul y otros norteamericanos
empujaba la apertura hacia Cuba.
No me atrevo a “channel” (canalizar) el espíritu de Saul desde su
lugar de paz en otra dimensión, pero siento su presencia muy fuerte en
estos días. Me habla, me reta, como siempre. Se queja de la cobertura de
prensa, nos explica lo que realmente significa la presencia de la
bandera cubana que flamea de nuevo en Washington, y nos recuerda todo lo
que queda por hacer para alcanzar la justicia, tanto en su país como en
América Latina. Porque Saul también amaba a su país, con todos sus
errores e injusticias. Y también, seguramente, Saul habría tenido un
chiste preparado para contarnos en la recepción de lunes, tal vez la del
rabino, el sacerdote y el imán, que entraron al Bar Hemingway (John se
refiere al bar dentro de la Embajada, especializado en mojitos, que
lleva el nombre del Nobel estadounidense)…
-Algunos analistas consideran que este giro de la política de
Obama respecto a Cuba obedece, como en otros momentos de la
administración demócrata, a asuntos de política interna. ¿Es así?
-Creo que Obama está muy consciente de su legado
como presidente, de cómo la historia lo tratará. Habría que ver lo
logrado con Cuba (romper un impasse de más de 50 años de
enemistad), junto con la reforma en el sistema de salud (realmente
revolucionaria, en términos de EEUU) y –recién—con el acuerdo con Irán,
que hace posible un camino a la no-guerra (para no decir a la paz) en el
Medio Oriente. Con respecto a la política interna, ¡yo diría que es al
revés! El hecho es que el tema de Cuba ha dejado de ser decisivo en la
política nacional, ni siquiera lo es en el Estado de Florida. Obama ha
aprovechado un consenso inmenso a favor de la normalización de
relaciones con Cuba —las encuestas muestran niveles de aprobación por
encima de 60 por ciento, y mayoritarias incluso entre Republicanos y
cubano-americanos.
-¿Cuáles han sido, a su juicio, los resultados tangibles en la relación bilateral desde el 17 de Diciembre?
-Cuba deja de ser una isla misteriosa e inalcanzable para los
norteamericanos. Es muy común —subrayo, muy común— escuchar a personas
que nunca han pensado mucho en Cuba decir ahora: “Quiero ir, quiero
conocer a Cuba antes de que se cambie demasiado”. De hecho, los números de visitantes a Cuba desde EEUU se disparan.
Para Estados Unidos, la nueva relación con Cuba elimina un escollo en
las relaciones con toda la región, donde se consideraba la actitud de
EEUU una irracionalidad y un estupidez. Pero, ¿tangible? Los resultados
no son muy tangibles. En Cuba, con excepción del aumento de turismo, la
vida no cambia mucho por efecto de la nueva relación. Pero sí, tal vez
en cuanto a esperanza para el futuro. Creo que eso sería otro dicho de
Saul.
-¿Cuáles son los mayores obstáculos que tiene por delante el
proceso “largo y difícil” -como lo han reconocido ambas partes- para la
normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos?
-Sí. Primero, hay que
reconocer que relaciones “normales” no son compatibles con la
prohibición de viajar, con un embargo económico, con una historia
reciente de operaciones semi-clandestinas por parte de Estado Unidos de
fomentar descontento económico y social. Espero ver en el futuro cercano
gestos de amistad y de acercamiento. Por parte de Estados Unidos, sería
importante el desmantelamiento de la prisión de Guantánamo, y la
reducción al mínimo de fuerzas militares en la base. Por parte de Cuba,
un gesto de distensión hacia los cubanos de Miami no costaría nada, y
podría tener beneficios enormes.
Los obstáculos existen tanto en la política cubana como en la
política estadounidense. Hay mucha desconfianza, hay una historia larga
de agresión. Pero habría que tomar en serio el ambiente de respecto y
amabilidad que se ha notado esta semana en el primer encuentro en
Washington entre los ministros respectivos, John Kerry y Bruno
Rodríguez.
Pienso que a partir de este momento, el enfoque de cambios va a ser
en lo económico, en lo técnico, en lo diplomático. Sería ilusorio
esperar cambios radicales en las estructuras políticas en Cuba.
Igualmente es poco realista pensar que Estados Unidos va a dejar de
hablar de democracia y derechos humanos.
Pero en las relaciones económicas, aún sin anular el embargo, se
pueden vislumbrar avances progresivos e irreversibles. Ya hemos visto el
establecimiento del primer “pacto de corresponsalía” entre un banco de
Florida y uno de Cuba. En el campo de ventas de equipos electrónicos
para expandir el sistema de internet/banda ancha, tengo entendido que
las licencias han sido aprobadas por Estados Unidos, y están a la espera
de órdenes de Cuba.
La realidad es que no hay apuro en cuanto a lo que pasa con Estados
Unidos. Lo importante ya pasó. Más importante, pienso yo, es el proceso
interno en Cuba, especialmente en las reformas económicas y financieras.
Estados Unidos ha dejado de ser una amenaza para Cuba, pienso yo, pero
todavía no es parte del dinamismo interno, no es un factor de cambio. Y
así debe ser, tal vez por mucho tiempo más, mientras Cuba decide y
construye su nuevo camino.
-Si llega a la Casa Blanca una administración republicana, ¿vendrían abajo todas las decisiones de Obama en torno a Cuba?
-Creo que va a ser imposible volver atrás a la política de
aislamiento de Cuba. No tiene que ver con Republicanos y Demócratas. La
estabilidad del nuevo proceso hacia la normalización diplomática y
económica viene del fuerte apoyo del proceso de parte de los múltiples
sectores del mundo de la industria, de las finanzas, de la agricultura, y
también en la misma comunidad cubano-americana. Ya no depende de los
amigos políticos progresistas que empujaron el proceso históricamente.
Ahora los interesados en el éxito del intercambio con Cuba tienen
representación en casi todos los sectores de la sociedad norteamericana.
Soy optimista.
Tomado de Cubadebate
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