sexta-feira, 24 de julho de 2015

John Dinges sobre las relaciones Cuba-EEUU: “Soy optimista”


John Dinges. Foto: La Otra Voz, Chile.

John Dinges es uno de los analistas políticos más reconocidos de Estados Unidos e invitado recurrente a los debates sobre América Latina, tema en el cual es un experto de culto. Fue él quien, en plena campaña por la Presidencia de los Estados Unidos, desenterró en 2008 la historia de que el aspirante republicano a la Casa Blanca, John McCain, había viajado hasta Santiago de Chile en 1985 para reunirse con el entonces dictador chileno, Augusto Pinochet. Este desconocido encuentro terminó siendo admitido por los portavoces de la campaña de McCain, con el consiguiente terremoto en la arena política de Washington.

Profesor de Periodismo de la Universidad de Columbia, escribió junto a Saul Landau el clásico Assassination on Embassy Row (Pantheon 1980), un libro que devela con espíritu detectivesco el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier y la mano de Pinochet en este crimen.

De hecho, es la memoria de Saul la que nos junta en Washington, unas horas después de la reapertura de la Embajada de Cuba en Estados Unidos. Landau, que murió en septiembre de 2013 en su casa de Alemeda (California), fue documentalista e investigador, y un incansable batallador por la causa de los Cinco cubanos presos en Estados Unidos. Lo extrañamos, particularmente ahora que se han restablecido las relaciones entre los dos países, un acontecimiento que habría hecho muy feliz a este hombre de convicciones profundas, amigo de Dinges hasta el final de sus días, un personaje entrañable en privado y un ardiente conversador en público.

Finalmente, la entrevista está pactada, y empieza por donde debía.

-¿Qué habría usted conversado con Saul el 20 de julio? No tengo ninguna duda de que habría sido invitado a la ceremonia de reapertura de la Embajada de Cuba en Washington ese día.

-Para Saul, habría sido un día trascendental. Había dedicado gran parte de su vida a la causa de Cuba, porque tenía un gran amor por Cuba que nacía con sus primeros viajes en los años 60, cuando andaba por toda la isla filmando a Fidel y a la revolución incipiente. Muchas veces contaba Saul de las misiones y negociaciones “secretas” durante la presidencia de Jimmy Carter, cuando Saul y otros norteamericanos empujaba la apertura hacia Cuba.

No me atrevo a “channel” (canalizar) el espíritu de Saul desde su lugar de paz en otra dimensión, pero siento su presencia muy fuerte en estos días. Me habla, me reta, como siempre. Se queja de la cobertura de prensa, nos explica lo que realmente significa la presencia de la bandera cubana que flamea de nuevo en Washington, y nos recuerda todo lo que queda por hacer para alcanzar la justicia, tanto en su país como en América Latina. Porque Saul también amaba a su país, con todos sus errores e injusticias. Y también,  seguramente, Saul habría tenido un chiste preparado para contarnos en la recepción de lunes, tal vez la del rabino, el sacerdote y el imán, que entraron al Bar Hemingway (John se refiere al bar dentro de la Embajada, especializado en mojitos, que lleva el nombre del Nobel estadounidense)…

-Algunos analistas consideran que este giro de la política de Obama respecto a Cuba obedece, como en otros momentos de la administración demócrata, a asuntos de política interna. ¿Es así?

-Creo que Obama está muy consciente de su legado como presidente, de cómo la historia lo tratará. Habría que ver lo logrado con Cuba (romper un impasse de más de 50 años de enemistad), junto con la reforma en el sistema de salud (realmente revolucionaria, en términos de EEUU) y –recién—con el acuerdo con Irán, que hace posible un camino a la no-guerra (para no decir a la paz) en el Medio Oriente. Con respecto a la política interna, ¡yo diría que es al revés! El hecho es que el tema de Cuba ha dejado de ser  decisivo en la política nacional, ni siquiera lo es en el Estado de Florida. Obama ha aprovechado un consenso inmenso a favor de la normalización de relaciones con Cuba —las encuestas muestran niveles de aprobación por encima de 60 por ciento, y mayoritarias incluso entre Republicanos y cubano-americanos.

-¿Cuáles han sido, a su juicio, los resultados tangibles en la relación bilateral desde el 17 de Diciembre?  

-Cuba deja de ser una isla misteriosa e inalcanzable para los norteamericanos. Es muy común —subrayo, muy común— escuchar a personas que nunca han pensado mucho en Cuba decir ahora: “Quiero ir, quiero conocer a Cuba antes de que se cambie demasiado. De hecho, los números de visitantes a Cuba desde EEUU se disparan.

Para Estados Unidos, la nueva relación con Cuba elimina un escollo en las relaciones con toda la región, donde se consideraba la actitud de EEUU una irracionalidad y un estupidez. Pero,  ¿tangible? Los resultados no son muy tangibles. En Cuba, con excepción del aumento de turismo, la vida no cambia mucho por efecto de la nueva relación. Pero sí, tal vez en cuanto a esperanza para el futuro. Creo que eso sería otro dicho de Saul.

-¿Cuáles son los mayores obstáculos que tiene por delante el proceso “largo y difícil” -como lo han reconocido ambas partes- para la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos?

-Sí. Primero, hay que reconocer que relaciones “normales” no son compatibles con la prohibición de viajar, con un embargo económico, con una historia reciente de operaciones semi-clandestinas por parte de Estado Unidos de fomentar descontento económico y social. Espero ver en el futuro cercano gestos de amistad y de acercamiento. Por parte de Estados Unidos, sería importante el desmantelamiento de la prisión de Guantánamo, y la reducción al mínimo de fuerzas militares en la base. Por parte de Cuba, un gesto de distensión hacia los cubanos de Miami no costaría nada, y podría tener beneficios enormes.

Los obstáculos existen tanto en la política cubana como en la política estadounidense. Hay mucha desconfianza, hay una historia larga de agresión. Pero habría que tomar en serio el ambiente de respecto y amabilidad que se ha notado esta semana en el primer encuentro en Washington entre los ministros respectivos, John Kerry y Bruno Rodríguez.

Pienso que a partir de este momento, el enfoque de cambios va a ser en lo económico, en lo técnico, en lo diplomático. Sería ilusorio esperar cambios radicales en las estructuras políticas en Cuba. Igualmente es poco realista pensar que Estados Unidos va a dejar de hablar de democracia y derechos humanos.

Pero en las relaciones económicas, aún sin anular el embargo, se pueden vislumbrar avances progresivos e irreversibles. Ya hemos visto el establecimiento del primer “pacto de corresponsalía” entre un banco de Florida y uno de Cuba. En el campo de ventas de equipos electrónicos para expandir el sistema de internet/banda ancha, tengo entendido que las licencias han sido aprobadas por Estados Unidos, y están a la espera de órdenes de Cuba.

La realidad es que no hay apuro en cuanto a lo que pasa con Estados Unidos. Lo importante ya pasó. Más importante, pienso yo, es el proceso interno en Cuba, especialmente en las reformas económicas y financieras. Estados Unidos ha dejado de ser una amenaza para Cuba, pienso yo, pero todavía no es parte del dinamismo interno, no es un factor de cambio. Y así debe ser, tal vez por mucho tiempo más, mientras Cuba decide y construye su nuevo camino.

-Si llega a la Casa Blanca una administración republicana, ¿vendrían abajo todas las decisiones de Obama en torno a Cuba?

-Creo que va a ser imposible volver atrás a la política de aislamiento de Cuba. No tiene que ver con Republicanos y Demócratas. La estabilidad del nuevo proceso hacia la normalización diplomática y económica viene del fuerte apoyo del proceso de parte de los múltiples sectores del mundo de la industria, de las finanzas, de la agricultura, y también en la misma comunidad cubano-americana. Ya no depende de los amigos políticos progresistas que empujaron el proceso históricamente. Ahora los interesados en el éxito del intercambio con Cuba tienen representación en casi todos los sectores de la sociedad norteamericana. Soy optimista.

Tomado de Cubadebate

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