Un grupo de los colaboradores que partieron este martes para Liberia y Guinea Conakry. Foto: Ismael Francisco / Cubadebate.
Daba la sensación de que, una vez lanzada la voz de alarma por allá por el primer trimestre del año en Guinea Conakry, había muy poco que hacer contra el Ébola. A fin de cuentas, hubo complacencia, morosidad, cuando no mutis en casi cada recodo del mundo.
Daba la sensación de que, una vez lanzada la voz de alarma por allá por el primer trimestre del año en Guinea Conakry, había muy poco que hacer contra el Ébola. A fin de cuentas, hubo complacencia, morosidad, cuando no mutis en casi cada recodo del mundo.
Demoró la reacción. Eso sí, hasta que la infección viral se expandió por Liberia, Sierra Leona, Mali y, sobre todo, contagió a ciudadanos “primermundistas” o amenazó con adentrarse en geografía de la “civilización”.
Se retrasó y, las más de todas, se limitaban, encima de intentar controlarles las fronteras,
a inyectarles dólares y convocar fuerzas militares para evitar
convulsiones e inestabilidad social, que contaminen los continentes
allende África.
Por eso el mundo se conmocionó, cuando la Cuba de hoy exhaló un acto
de altruismo, vigoroso, un acto generoso por donde se le mire, como se
conocen pocos por estos días del siglo XXI.
Primero, más de 400 profesionales, entrenados con meticulosidad en suelo patrio; 165 de ellos salieron
a principios de octubre para Sierra Leona, al vórtice mismo de un lugar
donde la enfermedad acabó ya con más de 4 500 vidas. Ahora, 83 colaboradores
más, asidos como aquellos al principio de la voluntariedad, partieron
la noche de este martes a Liberia (49) y Guinea Conakry (34), donde los
espera una pequeña avanzada que ya actúa en el terreno.
Vísperas de la partida, uno, armado de preguntas miles, los imagina
irascibles, preocupados, con los nervios comiéndoselos, con los
corazones encogidos por acontecimientos que les trascienden, un tanto
perplejos, pensando en cómo harán para sobrevivir al horizonte que les
viene encima y con más dudas que respuestas.
Y la realidad nos estremece, nos arranca los cuestionamientos: con
una alegría impaciente y esperanzada, propia de seguridad por el buen
actuar, de certeza por saberse a la altura de las circunstancias, los
médicos y paramédicos reciben a un grupo de periodistas en la Unidad
Central de Cooperación Médica, donde se prepara y atiende a
especialistas que cumplen misión internacionalista.
Pareciera que no hay motivos para la preocupación o, para decirlo como se siente, que no tienen razones para el miedo.
Luis Alberto Pérez López (Pinar del Río). Licenciado en Enfermería.
Intensivista y especialista en Urgencias Médicas. Cumplió misión en
Venezuela durante 26 meses. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate. |
“Sentimos miedo, ¡síiiii!” Luis Alberto Pérez López acentúa su respuesta en medio de un suspiro que hubiera dejado a cualquier huracán, pongamos por caso el Katrina, en una leve brisa de primavera. Pero a seguidas responde con optimismo al agorero enfrente de él.
“¿Quién no siente miedo? Al principio, claro. Pero me siento
tan bien preparado, que no cabe el miedo en mi. Va a ser difícil, lo sé,
pero vamos a cumplir nuestra misión a capa y espada. De eso no pueden
tener dudas nuestro pueblo y la dirección del país. El nombre de Cuba y
de la medicina nuestra seguirá en lo más alto“.
¿Y cómo acogió su decisión la familia?
“La entendieron sin dificultad. Mis padres, que han sido
protagonistas de esta Revolución tan grande; mis hermanos, que son
internacionalistas también, mis tres hijos —de 16 (muchacha), 17 (varón)
y 19 años (femenina)— y mi esposa. Todos comprenden el altruismo de
este gesto”.
Para Luis Alberto, Liberia, el destino en su segunda misión, le
deparará un contexto mucho más complicado que el que encontró en
Venezuela.
“Liberia será un escenario con un cuadro epidemiológico muy
variado y con un enemigo prácticamente invisible, a diferencia de lo que
sucede en Venezuela donde hay muchos avances en la salud y el enemigo
era la oposición, contra la cual estamos preparados para enfrentarnos
cara a cara.
“Pero hemos sido muy bien entrenados, repito. Ha sido un curso
intensivo de un mes y ocho días. Rotamos por los principales hospitales
de La Habana, durante la parte teórica del adiestramiento y en el IPK hicimos la práctica de la técnica.
“Agradecemos mucho a los profesores de la Organización
Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, que nos
dieron una preparación perfecta. Solo nos queda aplicar todo lo
aprendido y mostrar la valía y voluntad del contingente.
“¡Tengan confianza! ¡Regresaremos!”
Y así, con esa brutal tranquilidad que trasmutan sus palabras, se despide.
Pareciera una pose, una reacción ilógica, un mecanismo de defensa,
una máscara o cualquier otro tecnicismo psicológico. Mas cualquiera de
estas valoraciones se deshace cuando se les ve a todos, por igual,
serenos, convencidos, apasionados.
Ronald Hernández Torres (Las Tunas). Especialista en Medicina General
Integral. Cumplió misiones en Honduras (2005-2007) y Venezuela
(2009-2013). Foto: Ismael Francisco / Cubadebate. |
“Mira, mi madre no estaba de acuerdo con mi disposición.
Tenía mucho miedo, lo cual es lógico. Sin embargo, conversé con ella y
aceptó mi decisión cuando comprendió que combatir el Ébola en África,
además de todo lo que significa para aquella población, también reduce
las posibilidades de que se expanda por el mundo y, por supuesto, de que
llegue a Cuba.”
Esto dice Ronald Hernández Torres y, además, que “el Ébola nos lleva ventaja. Estamos
atrasados, esta es una lucha que debió comenzar hace mucho. Así se
hubieran evitado tantas muertes y no habría esa sensación de miedo que
hay entre la población, no solo de Cuba, sino en todo el mundo.
“No, yo no siento miedo. Esa es la verdad. La preparación que hemos
tenido aborta el miedo que podríamos tener. Cumplimos con toda
disciplina todas las normas biomédicas y el riesgo de contagio es casi
nulo. Además, tenemos 15 días más de preparación cuando lleguemos a
Liberia”.
“Será un escenario complicado —abunda—, no solo porque el Ébola es ya una epidemia,
sino porque solo el 20 por ciento de la población habla inglés, el
resto se comunican con dialectos y, además, no hay una situación
sociopolítica que facilite nuestra labor“.
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